Dimitri Savluchenko se subió a su coche el pasado viernes en la ciudad portuaria de Jersón y jamás regresó a casa. Los partisanos que llevan tiempo luchando contra la nueva administración prorrusa dieron un paso más en su dinámica de violencia y le hicieron saltar por los aires. Savluchenko, jefe del departamento de juventud, familia y deporte de la administración civil-militar prorrusa de Jersón, se convertía así en el primer oficial asesinado por la resistencia ucraniana en territorio conquistado.
El asesinato de Savluchenko llega en un momento de intensa actividad por parte de los partisanos. Las tropas ucranianas se acercan poco a poco -los cálculos más optimistas las colocan a diez kilómetros de la capital- y aunque la resistencia rusa promete ser feroz es importante sembrar la semilla de la duda y el miedo. Todo aquel que colabore o haya colaborado con la administración impuesta desde Moscú será objeto de represalias en cuanto la ciudad sea liberada.
Hay que recordar que Jersón fue de las primeras grandes ciudades ucranianas en caer tras la invasión del 24 de febrero, algo que a Volodimir Zelenski le sigue causando quebraderos de cabeza y que estuvo tras la decisión del pasado mes de prescindir del Jefe de las Fuerzas de Defensa Territorial. Al parecer, el presidente ucraniano sigue pensando que hubo cierta complicidad entre las autoridades de la zona y el ejército ruso proveniente de Crimea. La lentitud con la que se reaccionó hizo posible que los puertos de Melitopol y Jersón cayeran de inmediato en manos del invasor y ahora cueste un mundo recuperar el terreno perdido.
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Carteles y recompensas
La recuperación de ambas ciudades depende en gran parte de la capacidad que se tenga desde dentro de sabotear el intento de defensa ruso. Al fin y al cabo, el grueso de las tropas de Putin está en el Donbás, y lo que queda en el sur son unidades de retaguardia, sin el armamento ni la destreza de los batallones de élite que parecen dispuestos a lanzarse sobre Lisichansk en cualquier momento después de haber conquistado por fin Sievierodonetsk.
Estos actos de sabotaje llevan activos desde hace tiempo: a finales de abril, coincidiendo con las amenazas de las autoridades prorrusas de llevar a cabo un referéndum para determinar la anexión de Jersón a la Federación Rusa, ya ardieron varios depósitos de armas y se intensificaron las manifestaciones en la calle, reprimidas con gas pimienta y disparos al aire por las fuerzas de ocupación. Esa exhibición de violencia hizo que el movimiento partisano reculara durante un tiempo. Ahora, la presencia cercana del ejército local ha vuelto a envalentonarlo.
A los carteles pidiendo la cabeza de Kiril Stremusov, jefe de la administración prorrusa en la ciudad por 500.000 grivnas (unos 17.000 dólares) le han seguido propuestas más originales, como el pago directamente en bitcoins. Recordemos que el corralito impuesto desde Kiev (el máximo por transferencia llegó a estar en doscientos dólares, aunque ha subido desde entonces), más los problemas de cotización de la grivka, hicieron que en un primer momento tanto el gobierno como los ciudadanos recurrieran a las criptomonedas como método de pago. Su desplome en el mes de mayo ha sido otro duro golpe para la economía interna ucraniana.
La escalada a los coches bomba
De todos modos, esto son anécdotas en comparación con la oleada de atentados con bomba que se ha vivido a lo largo del mes de junio: el día 18, una bomba explotó junto a un árbol al paso del coche de Eugeni Sobolev, responsable de una colonia penitenciaria. El conductor salió ileso de la escaramuza, como ileso salió Yuri Turuliov, alcalde de la cercana ciudad de Chornobayivka, en una acción similar cuatro días más tarde. No está tan claro qué pasó exactamente con Alexei Kovaliov, diputado ucraniano acusado de colaboración con los rusos, cuyo coche apareció hecho trizas tras otra explosión ese mismo 22 de junio. Los partisanos aseguran que murió en el atentado. Los prorrusos lo niegan.
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Carteles amenazantes y bombas son las formas más habituales de la resistencia en Jersón, pero más impactante aún fue la noticia de la muerte de dos soldados rusos en un restaurante a manos de un grupo de guerrilleros el pasado 20 de junio. Un tercero, según la propaganda ucraniana, quedó herido. La obsesión de las fuerzas de ocupación en detectar y aislar a posibles miembros de estas guerrillas partisanas puede estar detrás del empeño en repartir pasaportes rusos entre la población, asumiendo que aquellos que los acepten están entre los colaboracionistas mientras que los que permanezcan fieles a la nacionalidad ucraniana pasarían inmediatamente a contar como sospechosos.
Obviamente, todo esto puede dar un giro de ciento ochenta grados si las tropas enviadas desde Kiev consiguen entrar y liberar la ciudad. Aquel con pasaporte ruso se expone a cruentas represalias. De momento, el Institute for the Study of War, generalmente conservador en sus estimaciones, establece que la contraofensiva ucraniana ha llegado hasta Posad-Poktovske, a veinticinco kilómetros del aeropuerto de Jersón y ha ocupado Oleksandrivka, cuarenta kilómetros al oeste de la capital. No son los diez kilómetros de los que hablan determinadas cuentas o las propias milicias partisanas, pero todos coinciden en que el avance es continuo y va en serio. Si podrá vencer los dos muros de contención que está preparando Rusia ya es otra cuestión que se determinará en breve.