Max es un chaval ucraniano de apenas 20 años que, hasta el pasado 24 de febrero, llevaba la vida normal que cualquier estudiante de su edad lleva en cualquier lugar del mundo. Pero aquel 24 de febrero, Rusia empezó a bombardear Ucrania e invadió el país. Su vida cambió de repente. La guerra se instaló en el corazón de Europa y Max pasó de la noche a la mañana a convertirse en partisano, un joven guerrillero que trabaja para el Ejército ucraniano.
Esta es su historia y así la cuenta para EL ESPAÑOL desde su casa de Jersón (región que se encuentra bajo dominio ruso), donde tiene su base de operaciones. La entrevista se realizó por videollamada el 24 de agosto, día de la independecia de Ucrania. Exactamente seis meses después de la invasión, cuando habían transcurrido tres días de la muerte de Dugina. Max aparece en primer plano, detrás de él sólo se ve una pared desnuda. Sobriedad absoluta. Y con voz pausada explica que "toda la región de Jersón está implicada en este movimiento partisano".
"Fue tan rápida y tan violenta la invasión rusa que por eso mucha gente se unió a esta organización" que, según detalla, tiene diferentes categorías. "Se trata de un movimiento internacional en el que además de civiles también hay soldados y milicias y mucha gente que está sufriendo la guerra. Es un organismo tan amplio, que aglutina tanto a chicos jóvenes como a gente mayor", relata.
Las personas de estas dos últimas franjas de edad se encuentran el nivel más básico de este grupo rebelde, pero donde se concentra la mayor parte del trabajo es "en los frentes de información". Y ahí es donde intervienen Max y sus colegas. "Era la única manera de ayudar".
Desde la región de Jersón, en la que se encuentran, tienen un chat en el que notifican todas las posiciones de las tropas rusas. Ellos se dedican a investigar y a detectar las posiciones de los soldados enemigos. Y, tras verificarlas, las envían a una 'app' que transmite la información directamente al Gobierno ucraniano. "Es de una gran ayuda y se puede acceder desde cualquier punto del territorio ucraniano".
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Él mismo tuvo la ocasión de comprobar con sus propios ojos que lo que hacía era algo realmente valioso. Fue a mediados de marzo: "Tuve que salir corriendo y mudarme del lugar de operaciones en el que me alojaba junto con mis compañeros porque muy cerca de nuestra localización había objetivos estratégicos". Tomaron la decisión de mudarse a las afueras de Jersón, "muy cerca de la carretera que conduce a Mikolaiv". Y entonces se encontraron con un gran número de tropas enemigas que se dirigían a Mikolaiv (ciudad que actualmente se encuentra bajo dominio ucraniano).
Desde el balcón de su apartamento Max y sus compañeros encontraron unos prismáticos que les sirvieron para detectar "una hilera enorme de tropas rusas en medio del campo". Había "largas columnas, eran como unas 20 unidades de tropas rusas, así que decidimos enviar la localización al Gobierno ucraniano". Las Fuerzas enemigas "estaban a unos 10 kilómetros de nosotros y en cuestión de 10 minutos fueron destruidas por Ucrania. Así que realmente nuestro trabajo funciona porque yo mismo lo he visto".
Hasta ese momento, Max no era consciente de cuánto se estaba arriesgando "porque no pensaba que Jersón iba a ser ocupado tan rápido y lo único que podía hacer legalmente o sin riesgo era donar. Pero yo quería servir de ayuda. Lo único que quería hacer era ayudar al Ejército ucraniano a proteger mi tierra".
Riesgo y adrenalina
El grupo de partisanos en el que está integrado lo conforman más de 500 personas que comprueban todas las posiciones de las tropas enemigas que les llegan desde diferentes fuentes. Todos ellos filtran las localizaciones que se envían en primer lugar a su chat privado.
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"Es interesante porque en Ucrania tenemos una tecnología avanzada y la 'app' que utilizamos es como un 'bot' de Telegram donde enviamos las localizaciones y esa información le llega directamente al Gobierno".
Una vez recibido el aviso envían a algunas personas a esas localizaciones para comprobar si hay o no tropas rusas. Y después de verificarlo mandan la advertencia a la 'app' gubernamental. "Hay muchas informaciones falsas sobre las posiciones de Moscú, sobre las tropas ucranianas, sobre la munición, sobre los equipos utilizados, etc. Por eso es necesario hacer este trabajo de comprobación. Es una forma de luchar contra la propaganda rusa".
Cuando entró a formar parte del movimiento partisano Max no sabía exactamente lo que estaba haciendo. Pero enseguida comprendió que esta era la única forma en la que podía ayudar y, aunque asegura que ahora es consciente de que "podía haberlo perdido todo, incluso mi vida o la de mi familia"; en ese momento "estaba experimentando tanta adrenalina que lo único que quería hacer era ayudar al Ejercito".
Lejos del frente, desde Europa, las cosas se perciben de otra manera. "Tenemos un gran apoyo de la Unión Europea (UE), pero han trancurrido ya tantos meses desde que estalló el conflicto que creo que la gente se ha cansado un poco de oír hablar de la guerra"; sostiene. Lo único que pide a los europeos, y en particular a los medios de comunicación, es "no caer en la desinformación rusa".
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Está convencido de que hay que evitar entrar en el juego de la guerra híbrida de la información y que hay que esforzarse por "contar las noticias reales, desarmar las mentiras e intentar compartir la información desde diferentes ángulos". Esa es la única advertencia que hace.
Han transcurrido ya más de seis meses desde que estalló el conflicto y Max deja para el final una reflexión que quizás sea leve y pasajera cuando uno vive el conflicto desde la distancia, pero es demoledora cuando quien la hace es alguien que convive a diario con las bombas: "Es inusual enfrentarnos a un mundo así en el siglo XXI".
*** Esta entrevista se ha podido realizar gracias a la colaboración de PR Army, organización ucraniana sin ánimo de lucro