'Operación Fortitude'. Ese fue el nombre que los aliados le dieron al trabajo de inteligencia consistente en hacer creer a los nazis que iba a haber un desembarco en Calais e invitarles así a que desplegaran en el estrecho todas sus fuerzas. De esa manera, dejaban Normandía desprotegida, y aunque el desembarco en sus playas era mucho más peligroso y dejaba a las tropas mucho más expuestas, la ventaja era evidente: prácticamente nadie les esperaba. Una vez culminado el desembarco, las tropas estadounidenses pudieron avanzar sin problema por territorio francés, liberando cuanto pueblo se ponía en su camino mientras los alemanes movían unidades de un lado a otro, desconcertados.

En aquel momento, puede que alguien se preguntara '¿Dónde está el ejército alemán?' al ver la ausencia de efectivos que pudieran detener el avance. Ochenta años después, en Ucrania, podemos repetir la pregunta: '¿Dónde está el ejército ruso?, ¿qué ha sido de la segunda fuerza militar del mundo?'. La 'Operación Fortitude' ucraniana no ha requerido de grandes secretos. Todos los señuelos han sido más que públicos. No es una historia de espías, sino de titulares en la prensa de medio mundo: la contraofensiva de Jersón. La famosa contraofensiva de Jersón que no llegó del todo, pero que sirvió para que Putin mordiera el anzuelo y derivara sus escasas fuerzas al frente sur.

Lo que tenemos, en consecuencia, es un nuevo Normandía bajo el nombre de Járkov. En menos de una semana, Ucrania ha recuperado buena parte del terreno que a Rusia le costó meses ocupar. No solo eso, sino que no hay noticias de los invasores. Una vez roto el dique, no hay manera de frenar el agua desbocada. Los pocos soldados rusos que quedan se rinden o huyen. Los milicianos resisten como pueden mientras que, de los mercenarios del Grupo Wagner, que tanta fama ganaron en conflictos menores, no se sabe nada. El equipamiento queda en el suelo a la espera de que el enemigo lo recoja.

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Si el domingo hablábamos de la entrada de las tropas ucranianas en Izium prácticamente sin pegar un tiro, este lunes se ha confirmado un nuevo cruce del río Siverski Donets por la ciudad de Bilohorivka. A eso hay que sumarle la toma de Sviatohirsk y las noticias de enfrentamientos en las inmediaciones de Limán. Hay quien asegura que el avance podría haber llegado incluso a la localidad de Kreminna, precisamente adonde habían escapado los soldados rusos la semana pasada, pero no solo no está confirmado, sino que parece muy poco realista.

Las fronteras de 2014, en peligro

Vivimos un momento histórico lleno de incertidumbre. Ucrania ha vuelto a entrar en la región de Lugansk, que parecía perdida para siempre tras la pérdida de Sievierodonetsk y Lisichansk el pasado mes de julio. Si se confirma la toma de Limán, el camino hacia Kraminna ya sí que quedaría expedito (apenas 35 kilómetros). Ahí, las tropas del oeste podrían juntarse con las que acaban de instalarse en Bilohorivka y seguir avanzando. Ya no estamos hablando de Járkov, estamos hablando de la propia región de Donetsk, es decir, de parte de ese Donbás que se ha convertido en el único objetivo realista del ejército de Putin después de intentar ocupar incluso Kiev en la primera semana de guerra.

Actualización a 11 de septiembre. Fuente: ISW, Ministerio de Defensa de Reino Unido, elaboración propia

El asunto aquí es dónde están esperando las tropas rusas. Desde el Kremlin, visto lo visto, insisten en la versión de la "retirada estratégica", pero ¿adónde se está retirando Rusia? Si se confirma el control ucraniano de Izium y Limán, la caída de Sievierodonetsk y Lisichansk parece cuestión de tiempo. De hecho, a partir de ahí, los generales de Zelenski podrían pensar en seguir bajando hacia el sur y embolsar a las tropas que llevan cuatro meses intentando sin éxito alguno tomar Bakhmut/Artemivsk. Eso, sin descartar un posible ataque sobre Lugansk, la capital de la región separatista desde la insurrección de 2014.

Para hacerse una idea, de Kreminna a Lugansk hay poco más de cien kilómetros y comunicación directa desde Lisichansk por autopista. Esta es, más o menos, la misma distancia que separa Kramatorsk de Donetsk. Rusia tiene que tomar ahora mismo muchas decisiones con muy pocos hombres, muchos menos de los que calculaban los expertos. Si hay movimientos hacia el norte, para frenar el avance desde Limán/Kreminna, se corre el riesgo de descuidar el flanco oeste, abandonando la orilla oriental del Donets a su suerte. Incluso cerrando ambas hemorragias, seguimos sin saber si Ucrania tiene tropas y armas como para intentar aprovechar la coyuntura y lanzar una nueva ofensiva hacia el sur desde Sloviansk, poniendo las dos capitales en serios apuros.

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"Caza de brujas" y mensajes confusos desde Moscú

Si nada cambia, a este ritmo de avance, Ucrania puede romper las fronteras de 2014 en breve. Todos entendemos que Rusia luchará por evitarlo, pero no sabemos cómo ni cuándo. Las noticias que llegan desde Moscú son tremendamente confusas: el viernes se publicaron imágenes de blindados abandonando la ciudad rumbo a Bolgorod. Esas unidades deberían haber llegado el mismo sábado, ¿no estaban listas para entrar en combate o se reservan para un mejor momento? Aunque Zelenski ha insistido -a petición de Estados Unidos- en que en ningún caso se producirá un ataque en suelo ruso, lo cierto es que sus tropas ya están en Strilecha, es decir, en la mismísima frontera.

Mientras unos políticos piden la movilización general inmediata para salvar los muebles en Ucrania, otros insisten en que no es necesario. Algunos hablan de una guerra larga, otros prefieren callar. En los últimos días, incluso la prensa estatal -si es que existe otra- viene insinuando que alguien no ha hecho bien su trabajo y que deberían asumirse responsabilidades. Si estas llegarán hasta Putin o no, es algo que tendremos que ver y que dependerá de la magnitud del desastre.

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Lo curioso de todo este Fortitude ucraniano es que los rusos sí están defendiendo Jersón con uñas y dientes. Los avances en el sur son mínimos desde principios de verano. Si el objetivo es el Donbás, como tanto se insiste, ¿qué hacen los batallones rusos defendiendo Jersón, Melitopol o Mariúpol, incluso pensando en referendos de anexión cuando el frente que realmente importa se derrumba? ¿Están de camino al este o la comunicación se ha roto al romperse los puentes y las líneas de suministro bajo los misiles HIMARS?

Tal vez, lo que tendría más sentido sería replegarse hacia Crimea, asegurar esa frontera, mandar una parte de esas tropas a la defensa de Lugansk y del sur de Donetsk y confiar en que eso baste para mantener el statu quo de 2014. Cualquier otra opción parece ahora mismo demasiado arriesgada. Para eso se requiere una unidad de decisión y de acción que se está mostrando inexistente. Nadie sabe en estos momentos cuántos hombres están sobre el terreno ni cómo están repartidos. Mientras, Ucrania sigue recibiendo armas, dinero y tiene sus líneas de comunicación intactas. El futuro se presenta brillante y esperanzador para ellos.

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