Bruselas

El discurso de Vladímir Putin el pasado miércoles por la mañana estremeció en Bruselas y satisfizo, probablemente, a partes iguales. Lo resume muy bien la periodista ucraniana Anna Korbut: el autócrata ruso "aún no está en peligro de caer, pero sí que está metido en problemas internos, con los que le exigen más guerra y con los que no la entienden".

Por un lado, las palabras de Putin provocaron desazón en las instituciones europeas porque confirmaban un triste vaticinio del ministro José Manuel Albares, días antes, en conversación con este periódico: "Putin no ha dado un sólo signo de acercar el fin de la guerra, debemos pensar en un conflicto a largo plazo". No en vano, anunció una movilización forzosa de 300.000 reservistas para seguir con su campaña bélica.

Pero por otro, los anuncios del inquilino del Kremlin causaron también agrado a los líderes de la Unión Europea porque demostraban su debilidad: "Las sanciones están funcionando, nuestra estrategia es la correcta, debemos perseverar", diagnostica un ex alto cargo, que pide no revelar su nombre. Efectivamente, por muy motivadas y resueltas que sean sus tropas, sólo el apoyo militar, financiero y logístico de Occidente a Kiev ha permitido que hayan hecho retroceder a las rusas a posiciones casi previas a la guerra.

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Porque otro de los hitos que marcó Putin el miércoles fue la convocatoria de referendos en las regiones del Donbás para buscar una excusa jurídica con la que anexionarlas de facto a Rusia. Y más allá de que esos referendos sean calificados de "falsos" por líderes como Pedro Sánchez, y de que el propio Joe Biden haya advertido de que "nunca serán legitimados por la comunidad internacional", lo cierto es que gran parte de esas regiones ya estaba controlada por Moscú antes del 24 de febrero.

"El discurso de Putin es una huida hacia delante", diagnostica José Ramón Bauzá, portavoz para asuntos internacionales de los liberales de Renew en el Parlamento Europeo. "Es una prueba de que la narrativa rusa es, como todos sabemos, propaganda".

Un cartel de propaganda bélica, junto una parada de tranvía en San Petersburgo, dice: "¡Gloria a los héroes de Rusia!". Reuters

Pero Putin, a esa propaganda le añadió un tercer elemento de "fanfarronería", como la califica el politólogo e investigador James Sherr: el compromiso de "utilizar todos los medios" a su alcance para defender a la "madre Rusia".

Es decir, una combinación de la recurrente amenaza nuclear con la advertencia de que si en Donetsk, Lugansk, Jersón y Zaporiyia los votos le dan la razón, habrá un cambio de tercio en esta contienda: ya no será una invasión, sino una guerra defensiva, en la que el ejército ruso estaría defendiendo su propio territorio de una agresión de las tropas ucranianas "apoyadas por el Occidente colectivo", en terminología putiniana.

"Es fanfarronería porque los rusos son maestros en infundir temor", abundaba Sherr en un panel convocado por Faes esta semana, "pero sobre todo lo son en detectar el miedo... es decir, si te ve dudoso, te atacará; pero hasta ahora, tanto la UE como Estados Unidos y el resto de aliados han mantenido su firmeza sin atender a bravuconadas".

No hay que olvidar, por ejemplo, que Putin ya sacó a pasear la amenaza nuclear cuando Suecia y Finlandia presentaron su solicitud para entrar en la OTAN, como respuesta a la invasión de Ucrania, abandonando 70 años de no alineamiento oficial en ningún bloque.

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Por eso, la clave, en opinión de los expertos europeístas consultados, es mantener la unidad de la UE. Josep Borrell ha sabido verlo, al convocar un urgente consejo de ministros de Exteriores a las pocas horas del anuncio de "una escalada sustancial" en la guerra.

Y los Veintisiete han sabido responder, de nuevo, como uno solo, aprobando el séptimo paquete de sanciones al régimen de Putin... prácticamente uno por mes desde el inicio de la invasión. "Seguiremos apoyando a Ucrania en su derecho legítimo a la defensa tanto como haga falta", sentenció Borrell.

Los escenarios posibles

Hoy en día, las fuentes europeas reconocen que "hay mucho de arrepentimiento" en la actitud mantenida por la UE y, sobre todo, por Alemania desde hace años. Un alto cargo germano en Bruselas, que prefiere mantener el anonimato, admite que "debimos escuchar antes a Polonia, que llevaba años advirtiendo de que Rusia no era un socio fiable" ni política ni comercialmente.

Esas dudas, esa lentitud en las decisiones europeas, minan su credibilidad. Fuentes diplomáticas aclaran que "en cualquier escenario de futuro, el árbitro final será Estados Unidos". Y esos escenarios son sólo tres: una Ucrania victoriosa, un largo empate resuelto con una negociación, y una Rusia victoriosa.

"El primer escenario, es el deseable", añade este analista, experto en asuntos europeos. "La contraofensiva de Kiev alimenta de esperanza y da incentivos para mantener la unidad europea".

El segundo es en el que este diplomático entiende que, cuando llegue, "a la UE no le habrá dado tiempo para tener una sola voz". Porque en su opinión, la guerra aún durará, "pero no llegará a las próximas elecciones estadounidenses, por ejemplo". Y de ahí que dé por hecho que la Administración Biden tendrá la última palabra. En todos los sentidos -bélico, humano, económico y político-, mejor que la guerra no llegue al próximo mandato en Washington... a saber quién lo ostenta.

¿Y el tercero, la victoria de Putin? "Eso es lo que hay que evitar. Porque hoy está perdido, pero mientras siga al frente de las operaciones intentará todo lo que esté en su mano". Y todo es, efectivamente, hasta el armamento nuclear.

Policías rusos detienen a un joven durante una manifestación contra la movilización de reservistas ordenada por Vladimir Putin, en Moscú. Reuters

Pero ahora, el sátrapa afronta la rebelión de los jóvenes que empiezan a ver la guerra como una amenaza íntima, pues no quieren ser movilizados; la de los oligarcas, afectados en sus negocios por las sanciones; y la de los gerifaltes más nacionalistas del régimen, que exigen resultados inmediatos en Ucrania.

"Debemos estar satisfechos", concluye este experto, "pero mantenernos alerta. Porque la guerra tiene muchos frentes: el bélico, ahora como mucho equilibrado; el económico, que nos hará sufrir; y el del relato, en el que gana Putin". Y es que, confirman fuentes de la UE, Occidente ha ido detectando desafección en países terceros. "Sólo hay que mirar a los nuevos gobiernos latinoamericanos, que juegan a la vieja retórica antiimperialista yanqui".

La próxima prueba

"Ésta no es una guerra entre europeos, aquí nos jugamos un nuevo orden mundial", explica Francisco Millán, miembro del Comité de Asuntos Exteriores de la Eurocámara. En todo caso, todo pivota sobre la unidad en Europa, a la vista del "duro invierno" que se le avecina a la comunidad internacional y, en especial, a los países "altamente dependientes" de los combustibles fósiles procedentes de Rusia.

Entre ellos, hay tres concretos que destacan, Alemania, Italia y Hungría. "Ha costado mucho mantener la unidad, somos 27 países distintos", apunta Millán, "y es sustancial la solidaridad entre nosotros, para que los ciudadanos no sufran y los gobiernos no opten por elegir posiciones propias, contradictorias con este espíritu".

Italia celebra elecciones este domingo, y en ellas la principal favorita es Giorgia Meloni, líder de Fratelli d'Italia, un partido de corte neofascista, fervientemente nacionalista y, por tanto, euroescéptico en lo tocante a la soberanía. La ventaja, según fuentes europeas, es que no podrá gobernar sin el apoyo de Forza Italia, una formación que, con Antonio Tajani, ha virado claramente hacia el centro derecha desde que Silvio Berlusconi perdió el poder hace años.

La Hungría de Viktor Orbán mantuvo posiciones ambiguas antes de la guerra, desafiando la posición común de la UE, beligerante con la Rusia de Putin. Pero desde la invasión ha cumplido con su papel de miembro del club comunitario. Sin embargo, la reciente confirmación de su proceso de sanciones que condicionan el cobro de fondos europeos a la reversión de varias leyes -que la UE ve como amenazas a las libertades fundamentales- puede darle incentivos para romper la unidad.

Refugiados ucranianos en Europa. Fuente: ACNUR

Se carga de razones morales, además, al ser un país reticente a aceptar inmigrantes y refugiados, pero que es el segundo de la Unión que más huidos de Ucrania aloja en estos momentos, con 1,2 millones de personas. Sólo por detrás de los 5,5 millones que acoge Polonia, según los datos oficiales de ACNUR.

Eso, y el anuncio alemán de ofrecer amparo a los jóvenes "desertores" que rechacen la movilización militar decretada por Putin, nos lleva a la próxima decisión que deberán tomar los Estados miembros de la UE. Hace pocas semanas, los Veintisiete aprobaron una restricción de visados a los ciudadanos rusos, pero Olaf Scholz ya ha proclamado que Alemania aceptará "con los brazos abiertos" a quienes no quieran engrosar la infantería invasora.

"Las encuestas siguen diciendo que el 80% de la población rusa apoya la guerra, aunque también apuntan que el 80% desaprueba el decreto de movilización forzosa", explica Jade McGlynn, investigadora principal en el Instituto de Estudios Rusos de Monterey y doctora por la Universidad de Oxford. "Y es que el pueblo ruso no ve este conflicto como algo existencial, y no quiere verter su propia sangre; pero sí que ha comprado el relato identitario de Putin".