La escalada verbal y política de la guerra en Ucrania, con anexión incluida de territorios que Rusia no controla o ha dejado de controlar en las últimas cuarenta y ocho horas, tiene al mundo en vilo ante la posibilidad de un ataque nuclear inminente. Es lógico y es exactamente la razón por la que desde el Kremlin se insiste en esta idea: aterrorizar no ya a Ucrania, que se juega su existencia, sino a Occidente. Al fin y al cabo -piensan en Moscú- ni a europeos ni a estadounidenses les va tanto en la cuestión y la sola idea de un conflicto con misiles nucleares de medio y largo alcance debería influir cada movimiento y cada decisión.
Que cada día estamos más cerca del uso de un arma nuclear "táctica", es decir, limitada en sus efectos y reservada para una acción militar concreta, parece evidente y es una pésima noticia. El hecho de que lo estemos viendo como "un mal menor" ya es indicativo de que no nos parece algo imposible y que, desde luego, nos estamos preparando para el momento y para la reacción correspondiente. Ahora bien, que la OTAN contemple ese escenario, que incluso haga cábalas en público y en privado sobre cómo actuar en consecuencia, no implica que dicho ataque nuclear vaya a suceder. Simplemente, se han activado unas alarmas que antes estaban completamente en silencio.
Para tranquilidad de los más pesimistas, cabe recordar que este uso nuclear concreto no es algo que haya que dar por descontado y que, incluso de producirse, no implica, como repiten algunos en Rusia, el inicio de una III Guerra Mundial en clave nuclear. No estamos, afortunadamente, como en los años cincuenta o sesenta, en lo más duro de la Guerra Fría, cuando todos los países contaban con un protocolo de acción ante un ataque de nuclear que se estudiaba incluso en los colegios. Aunque la amenaza nuclear está ahí y no tiene sentido obviarla, vamos a repasar cinco escenarios en los que dicha amenaza nunca llegaría a llevarse a cabo.
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Las armas convencionales bastan
Putin nos recordó a todos que tenía armas nucleares desde el mismo momento del anuncio de la "operación militar especial" en Ucrania. Por si se nos había olvidado. No le gustaría tener que utilizarlas, pero, en fin, a ver cómo os portáis. Ahora bien, esa amenaza era disuasoria. Lo que pretendía Putin era que Occidente se quedara quieto mientras él se hacía con la parte de Ucrania que se le antojara. El problema, para él, es que no lo ha conseguido: la OTAN es más fuerte ahora que el 24 de febrero y el poco terreno que sus tropas lograron arrebatar a Ucrania durante los primeros meses de conflicto lo está perdiendo a pasos agigantados.
En resumidas cuentas, hablar ahora de armas nucleares, cuando Rusia está siendo desbordada en el terreno de las armas convencionales, ya no es una cuestión disuasoria sino de puro interés militar. Si Putin considera que el uso de una, dos o tres armas nucleares le va a dar una ventaja en su guerra, las utilizará. Otra cosa es que de verdad le den ventaja alguna. Eso es lo que no está claro. De hecho, la mayoría de las opiniones tienden a pensar lo contrario: el trabajo que tiene que hacer Rusia está en el plano convencional. Tiene que formar más tropas y coordinarlas mejor, maximizar su armamento y mejorar sus líneas de comunicación y suministro.
Mientras, puede arriesgarse a dejar Ucrania como un solar radiactivo y que esa radioactividad vaya afectando de paso a su propio país, pero no sería un acto definitorio a la hora de ganar la guerra. Al revés. La opción que Putin sigue manejando es la de un triunfo convencional basado en la constancia, el número de tropas y la posible rendición de Occidente cuando sienta el frío y posiblemente el hambre de este invierno. Si Rusia consigue frenar la sangría y defender con cierto éxito las fronteras de sus cuatro nuevas regiones, el conflicto se enquistará durante años, pero no dará el salto nuclear. Lo que pasa es que, ahora mismo, Rusia no está en condiciones de defender nada, mucho menos de buscar el límite de las fronteras administrativas de estas provincias.
Un acuerdo de paz por territorios
Llevamos oyendo esto desde el día uno de la guerra, y lo acaba de resucitar Elon Musk, pero, obviamente, es una decisión que corresponde a Ucrania y que está plagada de desventajas. La Federación Rusa se ha anexionado cuatro provincias, pero no ha concretado sus límites geográficos y sospecho que eso es por algo. Es un paso sin vuelta atrás porque ahora el Kremlin no puede desandar lo andado y decir que renuncia a lo que considera su propio territorio. En la mesa de negociaciones, siempre habrá un Donetsk, un Lugansk, un Jersón y un Zaporiyia rusos. Otra cosa es que convivan con sus equivalentes ucranianos. De hecho, es la base de los acuerdos de Minsk de 2015 en el Donbás.
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¿Aceptaría eso Zelenski? No. Primero, porque esas provincias son legalmente ucranianas. Segundo, porque está a unos meses de recuperarlas militarmente. Otra cosa es que reciba presiones de la OTAN para frenar los ataques y mantenerse en una pausa operacional. Por un lado, ceder ante Putin, permitirle entender como una victoria parcial lo que ha sido una derrota en toda regla, es peligrosísimo. Por otro lado, Putin es el primero que sabe lo que ha pasado. Lo suficiente como para no volver a intentarlo. El problema es el de siempre: Rusia tiende a la mentira constante y al imperialismo. Nadie nos asegura que, incluso cediendo parte de esos territorios, la paz vaya a durar más de tres o cuatro años.
Un régimen cogido con alfileres
Ahora bien, en esos tres o cuatro años pueden pasar cosas. Todos los dictadores, y mucho más los que juegan a las batallitas con sus ejércitos, tienden a tener finales infelices. No hay por qué pensar que Putin vaya a ser una excepción. Sabemos que Mussolini y Hitler salvaron la vida por los pelos. Ceaucescu o Gaddafi, ni eso. Todos parecían contar con el apoyo unánime de sus soldados y de su pueblo, pero no era así. Putin puede asesinar y amordazar a quien quiera, pero la realidad la ve todo el mundo: hay cientos de miles de rusos luchando una guerra absurda y perdiéndola, el daño al propio ejército es inmenso y, si hay alguien que está poniendo gratuitamente en peligro la integridad territorial de la Madre Patria, ese es Putin en primera persona.
¿Cuánto tiempo se lo van a tolerar? Imaginen que Putin decide iniciar una acción nuclear a sabiendas de que eso va a provocar la muerte y destrucción de buena parte de su ejército cuando la OTAN reaccione. ¿Estaría ese ejército dispuesto sin más a morir solo porque no sé qué ideólogo se ha enredado en las raíces históricas de la Novarrosiya? La posición de Putin, ahora mismo, no puede ser fácil a nivel interno. Todo autócrata se basa en el miedo para mantenerse en el poder, pero debe tener mucho cuidado con ese miedo. Cambia de sentido con cierta facilidad.
China se cansa de los jueguecitos
La sangre fría de Xi Jinping es proverbial. Ha conseguido mantenerse como aliado de Rusia, ayudarle económicamente en todo lo posible, pero a la vez dejar claro que eso de andar invadiendo otros países no le gusta nada. Básicamente, porque en el Pacífico se están disputando la propiedad de miles de islas sueltas y a veces estás reivindicando algo que crees que es tuyo y otras, es el otro el que reivindica lo que legalmente te pertenece. China tiene la cuestión de Taiwán sobre la mesa, pero, por lo demás, ha hecho de la integridad territorial su bandera en política exterior. Eso, y la negativa a usar armas nucleares más que en defensa a otro ataque de una potencia nuclear.
Rusia necesita a China si no quiere sucumbir económicamente. Toda la propaganda del multilateralismo parte de la asunción de que una de esas nuevas potencias será Beijing. Tal vez Xi esté descubriendo lo que vale un acuerdo con Putin y qué clase de socio es, aunque probablemente ya lo supiera de antes. Si el objetivo del Kremlin es iniciar una guerra que puede acabar con la vida en el planeta, tal vez eso les interese a los dos países más poblados: China, pero también India. Ambas, por cierto, potencias nucleares. Si sus dos líderes le dejan claro a Putin que la escalada nuclear es su línea roja, este tendrá que conformarse con ver cómo sus tropas se van retirando de Ucrania como en los ochenta se retiraron de Afganistán.
Un ataque nuclear sin escalada mundial
Aquí entramos en territorio ignoto y más nos vale no averiguar cómo se sale de esta. Ahora bien, parece claro, por las palabras del gobierno polaco y del exdirector de la CIA, David Petraeus, que la reacción de la OTAN a un ataque nuclear en territorio ucraniano sería convencional. Visto lo que ha conseguido Occidente utilizando las armas que le sobraban, es fácil intuir que, incluso con un ataque convencional, la OTAN puede acabar con todas las tropas rusas en Ucrania y hundir la flota del Mar Negro, aparte de estrangular Kaliningrado y amenazar territorio propiamente ruso.
La lógica nuclear dicta que a una reacción así le sigue un ataque nuclear en toda regla sobre territorio OTAN por parte de Rusia. Puede ser. También puede ser que Rusia prefiera sobrevivir. Al fin y al cabo, como cantaba Sting, "los rusos también quieren a sus hijos". El inicio de una guerra nuclear contra la OTAN probablemente suponga el fin de la OTAN y de buena parte del planeta, pero desde luego supondría el exterminio de Rusia. ¿Merece la pena todo esto por Lisichansk? ¿Merece la pena destruir siglos de historia por el control de Melitopol? Lo dicho, mejor no descubrirlo.
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