"Lo hemos entendido. Hemos escuchado". Estas eran las palabras que el ministro de Economía británico, Kwasi Kwarteng, utilizaba en Twitter para justificar la retirada de una de las medidas más polémicas del radical plan fiscal presentado hace apenas diez días por su jefa, Liz Truss. Se trata de la decisión (ahora frustrada) de reducir del 45% al 40% el tipo máximo del IRPF para las rentas más altas (aquellos que cobran más de 170.000 euros anuales) en plena crisis del coste de vida.
Este drástico cambio de rumbo del Gobierno, que la prensa local tacha de "humillante", se produce pocos días después de que el Banco de Inglaterra haya intervenido de emergencia para contener la escalada de la deuda británica y el histórico desplome de la libra esterlina. Para calmar, en definitiva, la agitación que el anuncio del programa de recortes del nuevo Ejecutivo conservador provocó en los mercados financieros.
Sin embargo, si Liz Truss ha dado marcha atrás no es porque haya cambiado deliberadamente de opinión. De hecho, el domingo, horas antes de anunciar la supresión de la impopular medida, la premier británica decía a la BBC estar "totalmente comprometida" a llevar a cabo un recorte que, matizó, era cosa de Kwarteng.
Así, la rectificación parece ser el resultado de presiones políticas procedentes de sus propias filas, que amenazan con una rebelión. En los últimos días numerosos tories se han opuesto públicamente a las políticas que Truss y Kwarteng pretenden llevar a cabo para "revivir la economía de Reino Unido".
No obstante, el paquete de medidas todavía debe ser aprobado en el parlamento, así que si Truss, que asumió el poder hace menos de un mes, no consigue convencer a sus compañeros de bancada podría perder la votación. Y no sólo eso: un fracaso en la Cámara de los Comunes prácticamente equivale a enfrentarse a una moción de confianza. Basta si no recordar la triple derrota parlamentaria que provocó la dimisión de Theresa May en 2019.
El mediático conservador Michael Gove, por ejemplo, señaló que votaría en contra de las rebajas tributarias porque considera que "no son conservadoras" y que "muestran los valores equivocados". En la misma línea, la exministra Nadine Dorries, quien respaldó a Truss durante las primarias, ahora le ha pedido que convoque elecciones porque "no tiene autoridad para gobernar".
Adiós al "In Liz we trust"
Lejos de ser aplaudida, la marcha atrás sobre el recorte de impuestos se ha visto como un signo de debilidad y ha acabado por hundir la credibilidad de Truss. Y también la del Partido Conservador. De hecho, encuestas como la elaborado por YouGov dan a la oposición laborista hasta 33 puntos de ventaja por primera vez en años.
En Reino Unido hay quien ni siquiera espera que la primera ministra llegue a finales de noviembre, según recoge The Guardian. Sobre todo porque son muchos los conservadores que dicen estar preparados para frenar algunos de los planes anunciados por el Ejecutivo. Y eso que todavía se desconoce plan económico al completo que previsiblemente saldrá a la luz el 23 de noviembre. Eso si el responsable de la cartera de Economía no opta por adelantar la fecha para tranquilizar a los inversores.
Sin embargo, a pesar del descontento interno, el Partido Conservador no puede permitirse otro cambio de líder a menos de un año y medio de las elecciones generales. De ahí que algunos parlamentarios hayan pedido la dimisión de Kwarteng para silenciar el descontento social y político.
Por el momento, la primera ministra parece no contemplar esta opción, ya que ha respaldado a su ministro de Economía. Lo ha hecho, eso sí, con la boca pequeña. Y es que durante la conferencia anual del partido que se celebra esta semana en la ciudad de Birmingham, la líder tory se ha negado hasta en dos ocasiones a darle públicamente su apoyo.
Finalmente, en una tercera entrevista se aventuró a decir que confiaba "absolutamente" en Kwarteng, quien "es un compañero muy cercano" y con quien "trabaja muy de cerca". Habrá que esperar a ver si Liz Truss también cambia o no de opinión sobre este asunto.