Los ciudadanos de Rusia están cada vez menos convencidos de la guerra que su presidente, Vladímir Putin, inició en Ucrania en febrero. Según una encuesta de opinión del Kremlin filtrada por la organización opositora al régimen Meduza, el número de rusos a favor de continuar con la guerra ha caído drásticamente en los últimos meses. Hoy por hoy, sólo uno de cada cuatro apoya el conflicto.
Según el estudio, realizado por el Servicio de Protección Federal del Kremlin para "uso interno", en julio, el 57% de los encuestados dijo querer que las tropas rusas permanecieran en el campo de batalla. Desde entonces, la cifra ha caído un 25%.
Por contra, ha aumentado el apoyo a las negociaciones de paz para poner fin al conflicto después de nueve meses de "operación militar especial" en Ucrania. Así, si antes el 32% secundaba el diálogo, ahora lo hace el 55%, de acuerdo con la información recogida por Medusa.
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La administración presidencial de Rusia suele realizar este tipo de consultas sobre la opinión pública de manera regular para uso exclusivo del presidente y de otros altos cargos del Gobierno. En público, en cambio, las autoridades rusas siguen una campaña de represión sin precedentes contra las voces críticas con la invasión.
El desplome de la popularidad del líder ruso se produce después de la movilización ciudadana de 300.000 reservistas anunciada en septiembre. Un llamamiento a filas tremendamente impopular que provocó manifestaciones por todo el país y el exilio de decenas de miles de jóvenes.
No obstante, no se trata sólo del reclutamiento. Las sucesivas y humillantes derrotas en el campo de batalla, que han llevado al ejército ruso a retirarse del 50% del territorio invadido -unos 75.500 kilómetros cuadrados- han sido duramente criticadas por los medios de comunicación afines al Kremlin e incluso por personas del círculo íntimo de Putin.
Sin batallones ni jerarquía
A esas pérdidas territoriales se le suma además el enorme número de bajas que ha dejado a las fuerzas armadas rusas sin apenas efectivos. No ayudan las pésimas condiciones en las que se encuentran los soldados, según han denunciado ellos mismos a través de Telegram.
Sin equipamiento, armas y sin apenas entrenamiento, según sostienen informes como los del think tank Institute for the Study of War, el descontento se ha instalado dentro del ejército. Algunos soldados, de hecho, han desertado, a pesar de que se enfrentan a años de prisión.
En esta línea, el Ministerio de Defensa británico afirma en uno de sus partes diarios que, en los últimos tres meses, las fuerzas rusas ya no desplegaban grupos tácticos de batallón (BTG), unidades combinadas con un alto grado de preparación y de organización. En su lugar, Moscú habría enviado al frente a personal movilizado mal entrenado y con una baja moral y disciplina.
Unas estructuras ad hoc, que no tienen jerarquía, sino que trabajan para lograr un fin concreto. Un sistema que podría estar haciéndoles perder inútilmente una gran cantidad de soldados y de municiones. Uno, precisamente, como el que estaría funcionando en Bakhmut, una localidad de la región de Donetsk y de escaso valor estratégico que, inexplicablemente, Rusia bombardea incesantemente desde hace meses.
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