El presidente ruso, Vladímir Putin.

El presidente ruso, Vladímir Putin. Reuters

Europa

Todo o nada: por qué ir enviando armas poco a poco para no enfadar a Putin puede ser mala idea

Los bombardeos se han multiplicado y se ha vuelto a rumorear la presencia de nuevos contingentes de infantería en la frontera con Ucrania.

31 enero, 2023 03:34

Entrar en una guerra sin querer molestar a nadie. Ese parece ser el reto al que se ha querido exponer Occidente desde que el 24 de febrero las tropas rusas cruzaran la frontera con Ucrania. Por un lado, el compromiso con el estado agredido es indudable, sea en forma de costosas sanciones económicas o mediante el envío masivo de armas. Por otro lado, se percibe un intento constante de no desagradar en exceso a Putin, de no arrinconarlo, de no intentar derrotarlo al entender, como el propio Putin y sus propagandistas repiten, que una potencia nuclear no puede ser derrotada. Como si las guerras de Vietnam o Afganistán no hubieran existido nunca.

Es lo que en Estados Unidos se llama "la teoría del crecimiento incremental en la ayuda". En otras palabras, ir aumentando dicha ayuda poco a poco, sin grandes saltos, siguiendo una escala constante. Primero, armas básicas de defensa; luego, más sofisticadas; a continuación, tanques… y, más tarde, quién sabe. El objetivo de toda esta estrategia es, hay que insistir, que Putin no se sienta provocado, que no encuentre motivos para "escalar"en el conflicto o que esa escalada se mantenga en los límites de la guerra convencional. En otras palabras, que no declare una III Guerra Mundial y no cumpla sus continuas amenazas de un conflicto nuclear.

Esta estrategia ha sido aceptada prácticamente por todos los expertos y, desde una perspectiva puramente humana, es lógico que así sea: nadie quiere un holocausto atómico. El miedo es libre y el discurso ruso se basa en azuzar ese miedo, con notable éxito. Ahora bien, hay que reconocer que tiene algo de contradictorio: si estás mandando armas, si estás formando soldados, si estás financiando los esfuerzos militares ucranianos… deberías tener como objetivo algo más que unas tablas eternas, más que nada porque el coste de esas tablas se paga en vidas humanas, por mucho que sean ajenas.

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Contra el "goteo" de armas

En ese sentido, Michael McFaul, exembajador de los Estados Unidos en Moscú de 2012 a 2014, ha decidido romper el consenso con un incendiario artículo en la revista Foreign Affairs. McFaul critica este goteo de armas porque, en su opinión, solo sirve para ralentizar la guerra, algo que le viene a Rusia de maravilla. Aparte, hay que tener en cuenta el tiempo que pasa desde que se anuncia una ayuda militar hasta que esa ayuda realmente supone una ventaja en el campo de batalla.

Pongamos el ejemplo de los tanques ABRAMS. El presidente Biden anunció su envío la semana pasada, pero ¿cuándo podrán estar listos? Es más, ¿cuándo se los podrá enviar a Ucrania, con los correspondientes componentes de mantenimiento y reparación? Incluso completado todo este proceso, ¿cuándo tendrán los militares ucranianos la formación necesaria como para sacar de ellos el máximo partido? Los cálculos más optimistas hablan de seis meses. Los más pesimistas alargan la espera hasta 2024.

Un hombre ucraniano, en su destruida casa en Kostiantynivka

Un hombre ucraniano, en su destruida casa en Kostiantynivka Reuters

Estos desfases permiten a Rusia ajustar su estrategia y prepararse para lo que le espera. Por ejemplo, en los últimos días, los bombardeos se han multiplicado y se ha vuelto a rumorear la presencia de nuevos contingentes de infantería en la frontera con Ucrania. No basta con apelar al tópico de "es una reacción de protesta contra el envío de nuevas armas", sino que habrá que preguntarse hasta qué punto lo que está haciendo Rusia no es, en realidad, adelantarse a ese envío. Saben cuándo llegarán esas armas, saben cuándo estarán a punto, saben qué margen tienen… y cuando acabe ese margen, se les dará uno nuevo para preparar la siguiente hornada.

Mientras, quienes sostienen el terreno son los ucranianos. Quienes defienden Bakhmut, quienes aguantan el frente en Donetsk y Lugansk, quienes ven sus casas derruidas por misiles en Kiev o en Leópolis o en Dnipro o en Járkov son ucranianos. Apoyar a Ucrania y a su vez prolongar una guerra que va a causarles más y más muertos, más y más pobreza solo por miedo a que Putin se enfade le parece a McFaul una aberración moral y un error táctico: por mucho que se enfade, por mucho que la retórica propagandística llegue al paroxismo, lo cierto es que Putin no tiene margen. Según McFaul, no hay escalada posible.

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Descartar el Armagedón

El exembajador descarta por completo un apocalipsis nuclear. Tampoco ve ventaja en el uso de armas nucleares tácticas en territorio ucraniano –intuye, probablemente con razón, que si esa ventaja existiera, Putin ya las habría utilizado- ni cree que Rusia esté mostrando moderación alguna en sus ataques a civiles. Si no bombardea más y con más crueldad es simplemente porque está dosificando su munición en el convencimiento de que esto va para largo.

Desde que quedara claro que la invasión de Ucrania iba a convertirse en una guerra, Rusia ha apostado por prolongarla lo máximo posible. Putin cree que, tarde o temprano, podrá doblegar la voluntad ucraniana como doblegó la siria o la georgiana. Está convencido, también, de que Occidente se cansará, sea por miedo o sea por un cálculo económico, de seguir apoyando una guerra en la que nadie avanza. Cuenta, además, con la baza del trumpismo en Estados Unidos. Este mismo lunes, en su red social, Trump insistía en que valora más a Putin que a la inteligencia estadounidense, comentario que ya hizo al poco de llegar a la presidencia.

El presidente ruso, Vladimir Putin, junto al general Valery Gerásimov en Moscú.

El presidente ruso, Vladimir Putin, junto al general Valery Gerásimov en Moscú. Reuters

La admiración confesa por Putin de cierto sector del Partido Republicano –y esto va más allá de las caricaturas que se puedan hacer con Tucker Carlson y otras figuras mediáticas- junto a cierta desconfianza hacia Zelenski –al fin y al cabo, las amenazas al presidente ucraniano y el consiguiente intento de chantaje fueron lo que llevaron al primer y fallido impeachment contra Trump en otoño de 2019- hacen que en el Kremlin se vea con optimismo una posible victoria del GOP en las elecciones presidenciales de 2024. Están convencidos de que un gobierno de Trump o incluso de Ron DeSantis no tardaría en poner fin al envío de armas y se volcaría en un acuerdo de paz favorable a los intereses rusos.

En este contexto, ¿qué solución propone McFaul? Aprovechar el aniversario de la agresión y anunciar el mismo 24 de febrero de 2023 un envío masivo de armas de la más alta tecnología que permitan al ejército ucraniano hacer la transición del modelo soviético al modelo atlántico de una vez y para siempre. Aumentar las sanciones, catalogar a Rusia como país patrocinador del terrorismo con las consecuencias que eso tiene para todas las empresas que dependan del Estado… y lanzarse, sin ambages, a por la victoria. Una victoria que, recordemos, no es más que un regreso al orden. Nadie quiere acabar con Rusia ni quiere amenazar su integridad territorial. Simplemente, es necesario que regrese a sus fronteras de 2014. Y eso, pidiendo perdón, no va a ser posible ni a corto ni a medio plazo.