La hazaña de Azovstal: así murió la acería y aguantó la trinchera tres meses con víveres para 14 días
Durante 86 día, miles de civiles y militares, permanecieron en más de 40 búnkeres separados y con apenas recursos.
24 febrero, 2023 03:21Desde su inauguración en 1933, la acería de Azovstal, en Mariúpol, sólo ha dejado de funcionar en dos ocasiones. La primera, en 1941, cuando los habitantes de la ciudad, como gran parte del resto del mundo, trataron de frenar el avance nazi. La segunda, hace hoy exactamente un año: el día en que Putin decidió invadir Ucrania.
El 24 de febrero de 2022, la vida de los más de 446.000 habitantes de esta localidad de la costa del mar de Azov se vio interrumpida por una lluvia de misiles rusos. Edificios enteros quedaron destrozados, decenas de personas murieron y enormes columnas de humo tiñeron de negro el cielo en cuestión de minutos. Cuando las bombas comenzaron a caer, Sergei Kalinichenko, encargado del taller de chapa pesada, se encontraba en su puesto de trabajo en la gran fábrica de hierro y acero.
"El taller estaba funcionando a toda máquina, a su capacidad máxima. Todo el mundo estaba trabajando", explica Kalinichenko en Museum of Civil Voices, una plataforma de la Fundación Rinat Akhmetov que recoge testimonios de víctimas de la guerra. De golpe -continúa-, llegó la orden de suspender el proceso de producción de manera indefinida. "Apagamos los calentadores, paramos el laminador, todas las unidades de conversión, todas las secciones y esperamos las siguientes instrucciones", detalla.
Sin embargo, paralizar por completo una planta industrial que produce cuatro millones de toneladas al año no es tan fácil como, por ejemplo, apagar la televisión de casa. "Se necesita algo más de siete días para hacerlo de forma completa y segura", explica Ivan Goltvenko, director de Recursos Humanos de la acería propiedad de Metinvest, a EL ESPAÑOL.
Las baterías de hornos de cok (que transforman el carbón) y los altos hornos (donde se efectúa la fusión de minerales de hierro) que se emplean en las siderúrgicas desprenden gases tóxicos y altamente inflamables. Así, si fuesen alcanzados por un misil se probablemente se produciría una explosión. "Por eso decidimos parar; para evitar un desastre", justifica Goltvenko, que insiste en la importancia de disminuir el enriquecimiento de materias primas, reducir la temperatura de los hornos y garantizar la seguridad de cada taller de manera progresiva.
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Para llevar a cabo esa operación no sólo se necesita más de una semana, si no el trabajo de miles de personas. Por eso, en los primeros días de la guerra, Metinvest pidió a los trabajadores que acudiesen voluntariamente a la fábrica para participar en las operaciones de apagado. Cerca de 2.000 personas se ofrecieron. Entre ellas se encontraba Kalinichenko.
"Hasta el 6 de marzo fuimos a trabajar", asegura, y describe cómo mientras ellos llevaban a cabo las funciones de desmantelamiento, civiles y metalúrgicos comenzaron a refugiarse en los búnkeres situados en el subsuelo de Azovstal. "Menos mal que aprendimos de la experiencia de 2014", se consuela Kalinichenko.
El error de 2014
Se refiere a los enfrentamientos violentos que tuvieron lugar ocho años atrás, cuando un grupo de separatistas prorrusos tomó el ayuntamiento de la ciudad y varios cuarteles policiales. Las fuerzas ucranianas lograron expulsarlos, pero el miedo a otra agresión permaneció. Sobre todo tras la anexión ilegal de la república de Crimea por parte de Rusia ese mismo año.
Durante meses, los trabajadores de la siderúrgica se organizaron en grupos para, junto a la policía, patrullar las calles las 24 horas del día hasta que la situación se estabilizase. Y no sólo eso: también contribuyeron en la defensa militar. Para prevenir la entrada en el territorio de las tropas del Kremlin y un posible ataque de artillería, el ejército ucraniano construyó a 60 kilómetros de la ciudad una línea defensiva. Allí, las fortificaciones con la que los soldados se protegían en las trincheras estaban hechas con losas de hierro producidas en la planta de Azovstal.
De 2014 a 2022 Mariúpol no volvió a sufrir ningún ataque, pero los militares ucranianos, entre ellos decenas de miembros del Batallón Azov, han permanecido todo este tiempo en el frente. "Nuestro fallo fue no pensar que el enemigo iba a ser más agresivo e iba a atacarnos desde el cielo, con bombas", se lamenta Goltvenko.
Ese error de cálculo, sin embargo, no impidió que se reforzase la red de 40 búnkeres construidos en Azovstal durante la Segunda Guerra Mundial. Según explica el directivo de la planta, tras lo ocurrido en 2014 se instruyó a los empleados para evacuar las instalaciones y distribuirse por grupos en los refugios, con una capacidad para 1.000 personas cada uno. Además, se aumentaron las provisiones de comida y agua para 14 días en vez de para tres (como establece la normativa), y se incluyeron medicinas y ropa para que la gente pudiese cambiarse.
"No hay túneles en Azovstal, sólo búnkeres separados entre sí"
Lo que nadie podía esperar era que miles de civiles y militares se viesen obligados a permanecer bajo tierra durante los 86 días que duró el asedio ruso a inicios de 2022. "Muy pronto vimos que no tendríamos suficiente comida ni agua, así que tuvimos que racionarla. Recolectamos antisépticos que estaban en los talleres para cocinar", explica en Museum of Civil Voices Anna Konstantinova, una joven de 35 años que vivió en uno de los búnkeres de Azovstal junto a su familia hasta que fue evacuada en mayo. "Había momentos en los que ya no quedaba ni esperanza", describe.
En este sentido, Goltvenko explica que no existe ningún túnel que conecte los refugios. "Fue parte de la desinformación rusa para hacer ver que sus tropas estaban avanzando por las instalaciones, pero cada sala está separada". Ese aislamiento, detalla, unido a que no había electricidad, internet o cobertura provocó que incluso miembros de una misma familia estuviesen en salas contiguas sin saberlo y sin poder comunicarse. Y concluye: "Que pudiesen sobrevivir tres meses en esas condiciones sólo puede considerarse como un acto heroico".