Járkov

Igual que en la fábula de Pedro y el lobo –donde de tanto decir "que viene el lobo", nadie se lo creyó cuando vino de verdad–, Prigozhin amenazó tantas veces con desmarcarse del Ministerio de Defensa ruso que, cuando finalmente sucedió, casi nadie creyó que fuera a tener recorrido.

Decimos "casi" nadie porque, a tenor de la respuesta de las Fuerzas Armadas ucranianas, todo apunta a que la inteligencia –probablemente la local y también la que prestan los países aliados a Kiev– sí que manejaba información veraz al respecto. Y por eso había una respuesta militar preparada.

Horas antes de que el jefe de los mercenarios Wagner empezara a publicar los vídeos –que han estado a punto de desencadenar una guerra civil en Rusia–, el Ejército de Zelenski movilizó a miles de efectivos y lanzó una serie de operaciones de combate coordinadas en Kupyansk, Bakhmut, Zaporiyia y –ya en la tarde de ayer– también en Jersón.

Si bien es cierto que el Ejército ucraniano ya estaba movilizado, porque la contraofensiva arrancó oficialmente el 4 de junio –un mes antes según algunas fuentes que consideran que las operaciones llevadas a cabo en mayo, para “tantear” la respuesta rusa en algunos puntos, ya formaban parte de ésta–, no se puede obviar que una respuesta de estas dimensiones, y que implica a decenas de miles de hombres, no se planifica en unas horas.

Cronología de una ofensiva no anunciada

En primera persona, y aún sin entender lo que estaba por venir, yo misma fui testigo de este despliegue anticipado en Kupyansk, donde viajé el viernes por la mañana para entrevistar a la autoridad local de la ciudad y acceder, junto con una de las brigadas desplegadas en la zona, a primera línea.

Sin embargo, al término de la entrevista con el jefe de la Administración Militar, me comunicaron que no era posible empotrarme en ese momento con las fuerzas militares porque “se habían ido todos a misiones de combate”. Una operación que no estaba prevista la tarde anterior, cuando confirmaron que podía trabajar con ellos.

La escena se repitió en el frente de combate de Bakhmut. Pero allí fue aún más visible, porque acudieron refuerzos por carretera desde otras provincias, como Járkov, que se unieron a los miles de efectivos apostados en Sloviansk, Kramatorsk y Konstantinivka para desplegar esa misma tarde.

Para la hora en la que Prigozhin publicó su órdago final junto con un manifiesto titulado 'Marcha por la justicia', varios batallones ucranianos habían cambiado de provincia para desplegar en los puntos más críticos –sobre todo Bakhmut–, y aprovechar el posible caos en las filas rusas para intentar abrir brecha.

El sábado por la mañana, las noticias que llegaban sobre los avances militares ucranianos en esta ciudad confirmaban que las tropas de Zelenski habían vuelto a entrar en la urbe y estaban peleando por los barrios del oeste de Bakhmut.

Palomitas y bombardeos nocturnos

Con una actividad frenética en todos los frentes, era complicado hablar con los militares que encabezaban las operaciones. Pero uno de los comandantes preguntados por las consecuencias de la rebelión de Prigozhin –y la plausible ventaja que les brindaba–, respondía que tanto él como sus hombres “no creemos demasiado en esas cosas, nosotros seguimos trabajando con nuestras propias manos en la contraofensiva”.

Los habituales teatrillos que escenifica el jefe de los mercenarios generan tanta expectación como desconfianza entre los ucranianos. Especialmente entre los combatientes que ya han probado la dureza del campo de batalla.

Pero la población civil percibía lo que estaba sucediendo con una halo de esperanza –y bastante sentido del humor–. Y a medida que se publicaban vídeos en los canales de noticias de Telegram con imágenes de lo que sucedía en las sedes de Wagner de Rostov del Don o San Petersburgo, las redes sociales se desbordaban de memes.

Los que hacían referencia a comprar palomitas para “ver la película” se impusieron, junto con los comentarios que consideraban que las disputas internas del Kremlin y la división en el seno de su fuerza militar indiscutiblemente beneficiaban a Ucrania.

Sin embargo, el Kremlin apagó este momentáneo estado de felicidad en mitad de la guerra a golpe de misil: Rusia lanzó un bombardeo masivo a las tres de la madrugada del viernes al sábado sobre Kiev, Zaporiyia y Járkov, donde dos S-300 impactaron en el centro de la ciudad.

'El lago de los cisnes' y la Revolución de 1917

Casi a la misma hora que lanzaban los ataques, en los canales de televisión estatales de Rusia se retransmitía en bucle el ballet de 'El lago de los cisnes'. Evitaban así cualquier programa informativo que mostrara cómo el ejército del Kremlin –y los soldados de Kadirov– estaban tomando las calles de algunas ciudades rusas, a la vez que se instalaban check points en los accesos.

Sin embargo, la señal de uno de los canales fue hackeada, y en la pantalla de los televisores de miles de rusos empezó a salir –también en bucle– el protagonista indiscutible de este fin de semana: Prigozhin, recitando su manifiesto y explicando que aquello no era un golpe de Estado, si no una 'Marcha por la justicia' con la que quería limpiar la corrupción de las instituciones rusas.

Zelenski, por su parte, no se pronunció ante la rebelión del comandante de los Wagner hasta el sábado al mediodía, momento en el que se dirigió a los ucranianos –y al Estado que los está intentando invadir– con uno de sus habituales discursos televisados:

"Todo el que elige el camino del mal se destruye a sí mismo. (...) Rusia utilizó la propaganda para enmascarar su debilidad y la estupidez de su gobierno. Y ahora hay tanto caos que ninguna mentira puede ocultarlo. Y todo esto lo hace una persona, que teme una y otra vez [que se repita una revuelta como en] el año 1917 (...) La debilidad de Rusia es obvia. Debilidad a gran escala. Y cuanto más tiempo mantenga Rusia a sus tropas y mercenarios en nuestra tierra, más caos, dolor y problemas tendrá para sí misma más adelante", señalaba Zelenski en su comunicado al mediodía.

Aunque sus palabras fueron un tanto aleccionadoras, no llegó a contagiarse de ese júbilo que sí se dejaba entrever en las calles de Ucrania. En las de Rusia, sin embargo, el optimismo se agotó casi tan rápido como los billetes de avión para salir del país.

Los pasajes para volar a Turquía se llegaron a pagar hasta 20 veces por encima de su precio habitual, y las fotos de las colas en los aeropuertos mostraban la desesperación de algunos ciudadanos rusos.

A última hora del sábado, un nuevo giro de guión en forma de vídeo –publicado, como no, por Telegram–, mostraba a un Prigozhin arrepentido y diciendo que daba marcha atrás. Los ucranianos respondían asegurando que les quedaban palomitas para ver qué pasaba durante el domingo con “el circo que habían montado los rusos”.

Dejando a un lado la ironía, ahora hay que esperar para saber si la contraofensiva ucraniana seguirá pisando el acelerador, y si han logrado sacar provecho de las 24 horas más críticas que ha vivido en Kremlin en los últimos años.

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