Militares ucranianos cerca de Zaporiyia, Ucrania, el 14 de enero de 2024.

Militares ucranianos cerca de Zaporiyia, Ucrania, el 14 de enero de 2024. Dmytro Smolienko EP

Europa

Sin Zaluzhnyi y ante la división en Estados Unidos, ¿puede Ucrania resistir a Putin más tiempo?

Mientras el Senado en Washington rechazaba un amplio paquete de ayudas, en Kiev, Zelenski anunciaba el cese del comandante en jefe del Ejército. 

9 febrero, 2024 03:07

Las últimas veinticuatro horas han supuesto todo un terremoto en el conflicto entre Ucrania y Rusia. Todo empezó el miércoles por la noche, cuando el Senado estadounidense rechazaba un amplio paquete de medidas de la administración Biden que incluía financiación para el cierre de la frontera con México, ayudas para Ucrania por valor de 60.100 millones de dólares y una partida para Israel cifrada en 14.100 millones. Tal vez aprovechando la conmoción, horas más tarde el presidente Volodimir Zelenski anunciaba el cese de Valeri Zaluzhnyi como comandante en jefe de las fuerzas armadas ucranianas.

Son, sin duda, dos noticias impactantes aunque con valoraciones distintas. La negativa del Senado a una ayuda ya pactada entre ambos partidos muestra el caos que reina ahora mismo en el Partido Republicano entre los partidarios de Trump y los que intentan que Estados Unidos siga siendo un actor protagonista en el mundo. Aunque este mismo jueves, en una segunda votación, las ayudas se aprobaron finalmente, el hecho de que el líder del GOP y probable candidato a la Casa Blanca sea un ferviente admirador de Vladimir Putin y de su manera de dirigir Rusia apunta a que este tipo de bloqueos se repetirán en el futuro. 

Ambos líderes han intercambiado halagos hasta fechas muy recientes y, aunque en Kiev insisten en que la posible elección de Trump para la Casa Blanca no cambiaría nada, lo cierto es que el multimillonario sigue repitiendo que, con él al mando, “la guerra terminaría en veinticuatro horas”. Si a eso le sumamos el creciente hartazgo entre la población estadounidense, que siente que está financiando una guerra que no le afecta en su día a día aunque se equivoque, lo cierto es que las ayudas estadounidenses pueden decrecer dramáticamente o desaparecer incluso en los próximos meses.

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Mientras Tucker Carlson, el gran altavoz mediático de la “derecha alternativa” norteamericana entrevista a Vladimir Putin en Moscú y buena parte del GOP intenta bloquear toda ayuda militar y económica a Ucrania, parece que le tocará a la Unión Europea dar el paso al frente en apoyo al régimen de Zelenski. De ahí los 54.000 millones de dólares en ayudas que se aprobaron por unanimidad la semana pasada, con el voto afirmativo incluso del prorruso líder húngaro Viktor Orban.

El polémico nombramiento de Syrskyi

De hecho, la supuesta timidez europea frente a Rusia ha sido uno de los argumentos más repetidos por parte de los propios republicanos a la hora de pedir que se corte el grifo de las ayudas: “Europa debe aprender a defenderse por sí sola”, afirman. En Estados Unidos, la conciencia popular es que la amenaza real viene del Pacífico y no del Atlántico. Corea del Norte o China son enemigos tangibles, que quedan a pocos kilómetros de Hawái, Alaska o California. Ucrania está demasiado lejos para ellos.

Trump llegó a amenazar con sacar a Estados Unidos de la OTAN pese a que todo el mundo sabe que Estados Unidos es la OTAN. No estaba satisfecho con las aportaciones económicas de sus socios. Si bien Biden ha normalizado las relaciones y su administración ha defendido el principio de que Estados Unidos defenderá cada centímetro de la Alianza Atlántica, no está nada claro que Trump vaya a apostar por una postura similar. En numerosas ocasiones, ha recurrido a la retórica rusa de la amenaza nuclear como excusa para evitar a toda costa una III Guerra Mundial, es decir, para aceptar sin poner pegas las veleidades imperialistas de Putin.

Este cambio de estrategia por parte de Estados Unidos puede estar detrás de la decisión de Zelenski de cambiar de líder en su ejército. Obviamente, la decisión en sí no tiene nada que ver con la votación del miércoles en el Senado, pero puede que sí su anuncio. La filtración a los medios del relevo de Zaluzhnyi ya fue en sí una mala señal. Durante tres semanas, el general ha tenido que ejercer un rol que todo el mundo sabía que ya no le correspondía, tanto dentro como fuera de su ejército.

Más llamativa aún es la elección de su sucesor, Oleksandr Syrskyi. Aunque puede considerarse una decisión lógica, ya que Syrskyi era la mano derecha de Zaluzhnyi y se ha encargado durante estos dos años de defender el frente oriental, probablemente el que más alegrías ha dado a Ucrania, hay algo de retador en el ascenso. Y es que Syrskyi fue quien decidió que se defendiese Bakhmut a toda costa cuando en Estados Unidos insistían en que había que retirarse. Muchos consideran esa decisión como la que abrió una primera brecha importante entre ambos países. 

¿Bastarán los recursos propios de Ucrania?

Con la ayuda económica y militar estadounidense pendiendo por completo de sus trifulcas internas y entre tamañas turbulencias en su propio ejército, ¿está Ucrania condenada a perder la guerra contra Rusia? Cuidado con los pesimismos, porque podemos estar pasando por alto varios detalles. El primero, tal vez el más obvio, es que Ucrania ya resistió el ataque ruso sin ayuda de Estados Unidos ni de la Unión Europea. Volvamos al 24 de febrero de 2022 y a los días posteriores, cuando todo el mundo estaba convencido de que Rusia tomaría Kiev “en tres días” y depondría al presidente electo.

No fue así. Y no lo fue por la propia resistencia ucraniana. Es cierto que en esas horas se descuidaron demasiadas cosas que acabarían por ser vitales, en especial la defensa del sur de Jersón y Zaporiyia, aún en manos rusas, pero lo cierto es que el ejército ucraniano, con sus propios medios, logró expulsar al invasor de las inmediaciones de Kiev, no lo dejó acercarse a la orilla occidental del Dniéper y limitó las pérdidas en el frente este, donde los rusos no consiguieron su gran objetivo: tomar la ciudad rusófona de Járkov.

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Incluso sin una armada propia y sin apenas recursos navales, Ucrania supo defender Odesa y Mikolaiv, reservándose un mínimo acceso al Mar Negro. En otras palabras, el mayor ejército que pudo reunir Putin, en plenitud de condiciones y ante un enemigo pillado por sorpresa, ya tuvo muchos problemas para avanzar en tierra hostil. No hay motivos para pensar que, dos años después, con un ejército compuesto en buena parte por mercenarios o por expresidiarios cansados de ser utilizados como carne de cañón constante, la cosa vaya a ir mejor para Rusia.

A la espera de los F16

Tampoco es el ejército ucraniano el mismo que el de hace dos años. Es cierto que la escasez de munición es un problema grave. Se calcula que, cada día, Ucrania dispara unos dos mil proyectiles de artillería por seis mil de los invasores. Sin embargo, esa desventaja no impide que las bajas rusas sigan siendo mucho mayores que las ucranianas, cuyo ejército parece sentirse cómodo en posiciones defensivas. No hay que olvidar que EEUU ya acusó en su momento a Ucrania de “malgastar munición” en su contraofensiva de verano, algo que no está tan claro, pero que sigue molestando muchísimo en Washington.

Por otro lado, hay ayudas y armas ya comprometidas que aún no han llegado a Ucrania y que lo harán tarde o temprano independientemente de las turbulencias políticas estadounidenses. Por ejemplo, los famosos cazas F16 cuya venta tanto tardó Biden en autorizar y que, casi un año más tarde, siguen sin llegar. Cuando lo hagan, Kiev tendrá un valiosísimo recurso del que antes carecía, igual que carecía de Storm Shadows, de sistemas sólidos de defensa antiaérea o de tanques de última generación. No hablamos precisamente de un ejército débil o en descomposición.

Lo que sí pone en peligro el posible desencuentro con Estados Unidos son las operaciones ofensivas. Salvo colapso ruso que vimos en 2022, pero no se atisbó en 2023, parece complicado que Ucrania pueda avanzar hacia Crimea o pueda recuperar lo perdido en el Donbás desde 2014. Otra cosa es su capacidad defensiva. De hecho, Rusia lleva desde otoño en una nueva ofensiva que apenas se ha concretado en unos avances aún menores de los que Ucrania logró en verano y la inminente toma de la ciudad de Avdiivka después de dos años de lucha sin cuartel a costa de unas pérdidas humanas estimadas en casi 15.000 soldados.

Tampoco el cambio en el alto mando tiene por qué ser algo negativo. Aunque Syrskyi no esté demasiado bien visto en Estados Unidos, lo cierto es que fue el encargado de liderar la ofensiva que echó a los rusos de Járkov y, con su resistencia en Bakhmut, acabó en la práctica con el Grupo Wagner, un importantísimo recurso para los rusos del que ya no disponen, al menos como tal. En definitiva, pensar que Ucrania resiste solo gracias a la ayuda de Washington es tan absurdo como pensar que sin sus recursos no va a sufrir mucho más. Tal vez por ello, Zelenski está preparando una movilización de hasta 500.000 hombres de cara al verano. Si tenemos todo en cuenta, no hay señal alguna de que la guerra no vaya a durar bastante más de lo que piensa Trump.