Una cadena humana para quitar escombros y misiles por oleadas: Kiev sufre el peor ataque de la guerra
El último bombardeo ruso masivo ha dejado más de 30 muertos y 140 heridos en Ucrania, y ha desatado la solidaridad de miles de personas que no han dudado en lanzarse a la calle para ayudar.
9 julio, 2024 02:27Un misil de crucero rasgaba el cielo del distrito de Podil a las 10:44 horas, en el corazón de la capital de Ucrania. Unos segundos después, el suelo temblaba bajo nuestros pies por la tremenda explosión que provocaba. Era la tercera oleada de impactos en menos de media hora, y aunque la defensa antiaérea ucraniana trabajó a destajo en la mañana del lunes, varios misiles rusos impactaron en edificios residenciales, centros de oficinas y en el hospital oncológico infantil de Kiev.
Hasta el momento se han contabilizado 23 personas muertas y más de 70 heridas sólo en la capital; pero aún podría quedar gente bajo los escombros del hospital infantil. Este ha sido el lugar más afectado por el ataque, que se recordará como uno de los más brutales desde el principio de la guerra a gran escala.
Se han presenciado escenas dantescas: niños ensangrentados, y padres –heridos también– que los sacaban en brazos entre cristales rotos y caos. El personal médico, con las batas cubiertas de sangre, intentaba auxiliar a todos los afectados. Y cientos de personas acudían al centro hospitalario para ayudar en lo que pudieran.
Una inmensa cadena humana –donde se mezclaban los técnicos de rescate, bomberos, militares y muchísimos jóvenes civiles– comenzaba a quitar a mano los escombros del edificio que recibió la peor parte del impacto. Mano a mano, piedra a piedra, lograban llegar hasta las plantas más bajas en unas pocas horas.
En ese momento, han desalojado a la prensa y a los voluntarios civiles de la zona cero, mientras entraban a la carrera varios camilleros y las sirenas de las ambulancias empezaban a sonar. El revuelo al pie del edificio bombardeado apuntaba a que habían encontrado cuerpos o heridos bajo los cascotes, y no querían que se grabaran esas imágenes.
No hacía falta tampoco: las escenas de la barbarie provocadas por este ataque masivo del Kremlin cruzaban todas las líneas rojas sin necesidad de mostrar a niños ensangrentados. La indignación de residentes, autoridades e incluso de los embajadores de todos los países con representación diplomática en Kiev –que acudieron en bloque al lugar del impacto mostrando su apoyo y solidaridad– era palpable.
Solidaridad sin precedentes
La palabra "solidaridad" lo impregnó todo en Kiev durante el resto de la jornada. Ante el llamamiento de que se necesitaba agua, fruta para los niños y varios insumos médicos, una oleada de personas comenzó a llegar cargada con bidones y botellas, con cajas de fruta y con el resto de materiales que habían pedido.
Aparecían por todas las calles aledañas, caminando, porque el tráfico estaba cortado en varios kilómetros a la redonda. Pero eso no impidió que una auténtica marea humana mostrara la mejor cara que se podía esperar después de un bombardeo. Algunos empujaban carritos de supermercados, cargados hasta los bordes, y lo iban dejando todo junto a la tapia del hospital.
Con expresiones cargadas de dolor y rabia a partes iguales, y sin poder contener las lágrimas en algunos casos, se veía gente de todas las edades. Pero especialmente jóvenes y familias. Una pareja cargaba a su bebé en brazos, mientras empujaba el cochecito cargado de agua y víveres. Algunos se detenían un instante para coger fuerzas, y volver a levantar las pesadas bolsas.
A la vez, desde las redes sociales, decenas de empresas y miles de particulares comenzaban una recaudación que superó los 100 millones de grivnas (2,5 millones de euros) en unas pocas horas. Centenares de pequeños negocios se unían y anunciaban que la recaudación completa del día se donaría también. Dinero que se dedicará a la reconstrucción del hospital, a la compra de medicamentos oncológicos y al resto de necesidades que puedan tener las familias en los próximos días.
Niños con cáncer
El misil ruso impactó de lleno en el edificio de toxicología del hospital, donde estaban los laboratorios, había unidades de cuidados intensivos con riñón artificial y se encontraba también la unidad de diálisis de los niños.
El otro edificio –donde estaban las habitaciones, consultas y quirófanos– quedó también muy dañado: no había ni una sola ventana sala en la fachada principal, 10 quirófanos fueron destruidos y las plantas bajas estaban especialmente afectadas.
El hospital Okhmadyt era el centro oncológico infantil de referencia de Ucrania –y uno de los más grandes de Europa–. Trabajaba por encima de su capacidad, porque en los dos últimos años atendía también a todos los desplazados de los territorios ocupados por Rusia –donde la atención médica brilla por su ausencia, según numerosas denuncias–. Tras el bombardeo, el 80% del hospital ha quedado inoperativo, y las evacuaciones se siguen realizando mientras se escribe esta crónica.
Las comunicaciones quedaron rotas tras la explosión, y se interrumpió el suministro de electricidad y de agua. Lo cual ponía en grave peligro la vida de los pacientes más críticos. Al final todos han tenido que ser trasladados. Los niños menos graves salían en brazos de sus familiares en algunos casos, mientras que los que estaban conectados a máquinas o su estado era más delicado se han derivado a otros centros en ambulancias especializadas.
Se han perdido también gran parte de los medicamentos oncológicos destinados a estos pequeños, algunos difíciles de reponer. Y las terapias que requerían medicación especializada de manera continua a lo largo del día, se han tenido que interrumpir. Quizás con fatales consecuencias para los pequeños pacientes.
Lunes sangriento
Este ataque ruso masivo y coordinado –que recordó a los primeros compases de la invasión– también impactó de lleno contra la ciudad de Dnipro, donde los misiles de Putin arrebataron la vida a 11 personas e hirieron a otras 68 (entre ellas tres adolescentes de 14 años).
Allí, al igual que en la capital, edificios residenciales, negocios y colegios saltaron por los aires en las primeras horas de la mañana. El Kremlin no escatimó en munición: misiles balísticos y los hipersónicos Kinzhal –especialmente difíciles de derribar, porque se desplazan a 10 veces la velocidad del sonido– volaron desde Crimea y desde territorio ruso de forma simultánea.
El sangriento saldo que han dejado es de 34 muertos y más de 140 heridos –unas cifras que probablemente se incrementen en las próximas horas–. Pero las cicatrices y el saldo emocional que han provocado no se puede cuantificar: el dolor que han experimentado los ucranianos ha superado con creces el que provocan los destrozos contra la infraestructura energética –que les dejan sin luz durante horas cada día–, e incluso al dolor que se palpa en los funerales de los soldados que caen en los frentes de combate también a diario.
El centro neurálgico
Sólo en la capital, siete distritos se han visto afectados. El oncológico infantil no fue el único hospital bombardeado, otro centro privado también recibió un impacto. Entre los edificios residenciales atacados, varios salieron ardiendo en llamas, que los bomberos aún no habían logrado extinguir por la tarde. Los heridos se contaron por decenas en el centro de oficinas 'Dominó', donde el personal ya estaba trabajando en sus puestos a la hora del ataque. También resultaron dañados un colegio, una farmacia, la Escuela Profesional de Economía, y numerosos locales comerciales.
En cada uno de estos lugares –enumerados como quién nombra las provincias de España–, se vivieron momentos de pánico y dolor imposibles de describir. En un sólo segundo, el terror se adueñó de la vida de miles de vecinos y trabajadores, que sintieron cómo reventaban los cristales de todas y cada una de las ventanas que había a su alrededor.
Las columnas de humo negro que se elevaron sobre el horizonte de esta inmensa ciudad en la mañana del lunes, marcando en el mapa los puntos donde la muerte y la destrucción castigaban a la población civil de una ciudad que intenta salir adelante cada día, no se van a olvidar en mucho tiempo.