En la isla mediterránea más remota de nuestra geografía, a unos cien kilómetros de Siria, se cumplen hoy 50 años de una guerra cuyas heridas todavía siguen intactas. Chipre, que desde 2004 guarda la frontera oriental de la Unión Europea, cumple hoy medio siglo de división. El 20 de julio de 1974, el ejército turco tomó la isla por el norte para proteger a los habitantes musulmanes —un 18% de la población total— del golpe militar que el movimiento EOKA-B había orquestado cinco días antes para que Chipre pasara a formar parte de la Grecia de los coroneles como una isla más.

La invasión —o, como Ankara la promocionó, 'operación Atila'— dividió la isla en dos: al norte, un 36% del territorio cayó en manos turcas, mientras la mayoría griega se congregó en los dos tercios meriodionales. Se produjo entonces un intercambio de poblaciones: 200.000 griegos que vivían en ciudades del norte como Kirenia o Famagusta huyeron hacia el sur, y 60.000 turcochipriotas hicieron lo contrario.

En la mitad sur, la nueva junta militar colapsó y los golpistas abrieron paso rápidamente a un nuevo gobierno dispuesto a negociar la paz con Turquía y reunificar la isla. Sin embargo, la paz nunca llegó. En 1983, los turcochipriotas proclamaron la República Turca del Norte de Chipre (RTNC) y Ankara la reconoció de inmediato. Las fronteras se congelaron, y las líneas de armisticio de 1974 se fueron asimilando poco a poco como fronteras. Separando ambas partes, las Naciones Unidas establecieron la Línea Verde, una zona colchón (buffer zone) que cruza la isla de este a oeste.

[Por qué Hezbolá amenaza militarmente a Chipre: "Se han convertido en parte de la guerra"]

Las dos mitades pivotaron en dos direcciones distintas: el norte, solamente reconocido por Turquía y aislado por la comunidad internacional; el sur, Estado miembro de la UE. A día de hoy, la República de Chipre tiene casi un millón de habitantes, mientras que en la RTNC viven menos de 400.000 personas.

Pero, además de una frontera, dos emociones dividen la isla este sábado: celebración en el norte y lamento en el sur. Lo confirman las visitas del presidente turco y el primer ministro griego. Mientras el primero, Recep Tayyip Erdoğan, celebre con los turcochipriotas al norte de la isla, el segundo, Kiriacos Mitsotakis, acompañará a los habitantes del sur entre sirenas antiaéreas en homenaje a los fallecidos.

El proceso de pacificación, prácticamente estancado durante tres décadas, tuvo su mayor revés en 2004. Los grecochipriotas votaron en un referéndum contra el Plan Annan, impulsado por el exsecretario general de la ONU Kofi Annan, que proponía un Estado federal a la suiza para la isla mediterránea. Desde entonces, ambos gobiernos locales y sus socios en Grecia y Turquía han dado preferencia a otras soluciones. Tanto Ankara como Nicosia del Norte buscan en los últimos años alcanzar un plan de dos Estados con sus contrapartes griega y grecochipriota. Sin embargo, ni Atenas ni Nicosia están dispuestas a que haya una entidad turca internacionalmente reconocida en la isla.

Imanes con la silueta de la isla de Chipre en una tienda de regalos de Nicosia. Reuters

"La intransigencia de Turquía y su insistencia en una solución de dos estados no facilita la situación. La invasión y ocupación de Chipre no tiene nada que ver con la "protección" de nuestros compatriotas turcochipriotas, sino con la importancia geoestratégica de la isla para Ankara", cuenta a EL ESPAÑOL Christina Makridou, adjunta a la embajadora de Chipre en Madrid. "Como escribió Ahmet Davutoğlu antes de llegar a primer ministro de Turquía: «Siempre tendremos que encontrar un problema en Chipre aunque no haya allí ni un solo turco musulmán»", cita.

Medio siglo después del golpe de Estado progriego y la invasión turca, el papel de Atenas y Ankara sigue siendo de peso en las conversaciones de paz. La semana pasada, Mitsotakis y Erdoğan se reunieron en los márgenes de la cumbre de la OTAN en Washington. El primer ministro griego pidió entonces al presidente turco retomar las conversaciones de paz, aunque en la región la efeméride de hoy lleva semanas alejando a ambas partes de cualquier proyecto constructivo.

El lunes, el ministro de Defensa griego, Nikos Dendias, afirmó que el golpe de Estado del 15 de julio "abrió la puerta trasera al intruso, que estaba acechando", en referencia a la invasión turca del 20 de julio. Ankara respondió, y el miércoles Yaşar Güler, homólogo turco de Dendias, le instó a abandonar sus "esfuerzos por socavar la postura común de los líderes de los dos países, cuyo objetivo es promover las relaciones entre Turquía y Grecia de manera constructiva", publicó el ministro Güler en X.

[Borrell estudia que la UE mande una misión naval en Chipre ante las amenazas de Hezbolá]

Pero la voluntad de buscar una solución de Turquía y la RTNC tampoco merita pasar por el aro de lo que establecen las resoluciones de las Naciones Unidas. La semana pasada, el presidente turcochipriota Ersin Tatar reiteró su rechazo a la federación bicomunal que pide el Consejo de Seguridad, e insistió en su postura de "dos estados, dos pueblos y dos autoridades".

El rol de la ONU

Desde 1974 y a día de hoy, Naciones Unidas ejerce como garante en la zona que separa los dos territorios. Aunque la misión internacional sea la responsable de acercar a ambas partes en pos de una solución, todos los intentos realizados en los últimos cincuenta años han quedado en agua de borrajas.

En vista del aniversario de la invasión turca este sábado, la enviada especial de la ONU para Chipre ha emitido nuevas recomendaciones al secretario general António Guterres. María Ángela Holguín Cuéllar, exministra de Exteriores de Colombia, reporta en su informe que Chipre se ha quedado "congelado en el tiempo" desde 2017, última fecha en que los líderes de ambas comunidades se entrevistaron en la localidad suiza de Crans Montana.

La iniciativa de Holguín Cuéllar, que fue una figura clave en la firma del acuerdo de paz entre el Gobierno de Juan Manuel Santos y las FARC en 2016, podría insuflar esperanzas al proceso de pacificación en Chipre. Pero, para ello, tanto Ankara como Atenas y las dos Nicosia tendrían que reconocer la propuesta de la ONU: un Estado federal, bizonal y bicomunal, surgido de dos Estados constituyentes —uno griego y otro turco— con una única soberanía, una ciudadanía y una personalidad internacional.