Vitaliy, médico en el frente de Ucrania: "Antes era cirujano, ahora soy carnicero"
Es uno de los doctores que se unió voluntariamente al ejército al comienzo de la invasión rusa en 2022 y trabajaba en el Hospital Clínico de Járkov.
21 julio, 2024 02:11Un grupo de cirujanos toman el té bajo la Vía Láctea en silencio y con la calma que solo el mar alberga antes de una tormenta. Se trata de los médicos integrantes de las brigadas 42 y 127 de las Fuerzas Armadas de Ucrania, estacionados desde mayo en una casa de campo ahora reconvertida en un centro de estabilización médica para los soldados que llegan heridos de los frentes de Vovchansk y Lyptsi, al norte de Járkov.
De golpe, la tormenta llega sobre cuatro ruedas y el cantar de los grillos es enterrado por el ruido del motor de una camioneta de la que rápidamente se bajan dos soldados heridos. Uno de ellos lleva los ojos vendados y tiene que valerse de sus compañeros para alcanzar la camilla que le espera en el garaje de la vivienda, donde se ha montado un quirófano improvisado. Allí, varios médicos ya están atendiendo las lesiones del otro soldado.
Las puertas del garaje se vuelven a cerrar sin dilación para que la luz de la lámpara cialítica no delate la posición del refugio ante los posibles drones rusos que buscan signos de actividad por la zona.
Sus heridas son menores si se comparan con las que se ven en el contexto de esta guerra, donde la gran mayoría de las muertes ocurren a manos de los drones y las bombas planeadoras: presentan cortes más o menos profundos por todo el cuerpo a causa de la metralla generada por la caída de un proyectil FAB500 cerca de su posición.
Estos son, entre comillas, los afortunados porque pudieron esperar hasta la noche, pero dos de sus compañeros heridos de mucha más gravedad en la misma explosión tuvieron que ser evacuados por la mañana de forma urgente y excepcional.
En ese caso, la metralla seccionó la pierna de uno de los soldados a la altura de la rodilla. Las heridas del otro, aunque no tan obvias, fueron suficientes para acabar con su vida después de que los médicos retiraran el torniquete que llevaba en el brazo, bañando en sangre el suelo del local.
No se oyó un sólo lamento por la pérdida de esa vida, de igual modo que nadie hubiera podido decir que le conocía. La muerte forma parte de su cotidianidad, no es el primer soldado que muere en este garaje y no será el último. Una vez retirado el cadáver, los esfuerzos se concentran en amputar la pierna del primero.
Al terminar, Juja, una perra que rescataron hace unas semanas en el bosque de Serebrianskii, se pasea entre las piernas de los médicos, quienes se relajan mientras fuman y bromean al lado del amputado, esperando que llegue la ambulancia que lo llevará hasta un hospital en la ciudad.
El principal promotor del humor para relajar el ambiente es Vitaly Mykhailovych Kalendin, uno de los médicos que se unió voluntariamente al ejército al comienzo de la invasión rusa en 2022. Previo a su alistamiento, trabajaba en el departamento de cirugía abdominal del Hospital Clínico Multidisciplinario de No. 17 en Járkov.
"Antes era cirujano, ahora soy un carnicero”, bromea Vitaliy. Sus ojos claros saben de lo que habla cuando asegura que “no se puede hacer este trabajo sin un poco de humor”. Su vestimenta de trabajo confirma su filosofía: chanclas y bañador.
Al hijo de Vitaliy, que ahora vive con su exmujer, lo bautizaron con el nombre de Víctor tras nacer en verano de 2014, pocos meses después del inicio de la guerra del Dombás. “Pensamos que sería un nombre apropiado para un niño nacido en una guerra”, añade Vitaliy mientras repasa sus fotos con él en el móvil.
Víctor, que cumplió 10 años hace poco, es hijo único, pero es como si tuviera a la guerra por hermana, pues con ella debe compartir el valioso recurso del tiempo que su padre posee en cantidades limitadas.
Videollamadas a menudo
“A veces nos vemos cada semana, otras pueden llegar a transcurrir varios meses, depende de lo lejos que me encuentre de Járkov, pero hacemos videollamadas a menudo”, explica Vitaliy con una sonrisa que trata de esconder su resignación.
Día tras día, los soldados heridos pasan por las manos de Vitaliy al ritmo que las moscas caen en las trampas pegajosas que cuelgan por toda la casa. En este puesto, los médicos atienden todo tipo de lesiones físicas, pero poco pueden hacer por el daño psicológico que supone pasar por una situación tan traumática.
Es entonces cuando, un par de meses más tarde, el síndrome de estrés postraumático se convierte en el nuevo enemigo a vencer para muchos de estos soldados una vez se retiran del frente.