Ucrania avanza hacia la central nuclear rusa de Kursk para cambiar el curso de la guerra
Sigue el estupor en el Kremlin ante el avance de las tropas ucranianas en Kursk. La cercanía de la central nuclear la convierte en un objetivo clave.
10 agosto, 2024 02:39Cuarto día de la "Operación militar especial" que Ucrania está llevando a cabo en la provincia rusa de Kursk y nada parece hacer cambiar la tendencia. Aunque el Kremlin por fin ha conseguido movilizar tropas para tapar el agujero de casi 500 kilómetros cuadrados que ha abierto el ejército de Syrskyi, lo cierto es que sólo la capital puede considerarse protegida. En los alrededores, siguen las evacuaciones y la perplejidad. Ucrania ha entrado con todo: blindados, infantería, aviación y el apoyo necesario de los misiles de media y larga distancia.
De hecho, todo apunta a que un HIMARS, de fabricación estadounidense, se llevó por delante en la noche del jueves al viernes a una compañía entera de soldados rusos que pretendían hacer frente a las tropas ucranianas. Hablamos de hasta 14 vehículos inutilizados y decenas de muertos de un solo golpe. La precisión del ataque indica, en primer lugar, que EEUU considera que la ofensiva en Kursk forma parte de las excepciones permitidas en territorio ruso como parte del derecho de autodefensa.
En segundo lugar, es un éxito sensacional de la inteligencia militar ucraniana, que espera al siguiente reemplazo para intentar repetir la operación. Da la sensación de que Rusia no acaba de tomarse en serio la situación o, simplemente, carece de recursos para ello. Sólo la inmediata movilización de las tropas desplegadas en el Donbás podría conseguir el repliegue ucraniano en el corto plazo. Ahora bien, desconocemos las consecuencias que eso tendría para la propia ofensiva rusa, que en los últimos 10 meses no ha conseguido avanzar en total lo que Ucrania ha logrado en menos de 96 horas.
Trayectorias hacia el este
La táctica suicida de enviar hombres y más hombres sobre territorio ucraniano parece estar volviéndose en contra de los rusos. Los recursos no son infinitos, menos sin una movilización general detrás. En su empeño por conquistar Vuhledar, Chasiv Yar y Niu -York, Gerasimov ha empleado compañías enteras, a menudo con un armamento claramente ineficaz para un contexto así. Parece que Rusia sigue pensando, contra toda evidencia, que se enfrenta a un enemigo menor, algo que nunca fue el caso, pero mucho menos lo es ahora, con todo el apoyo occidental detrás.
Según las últimas geolocalizaciones, que suelen ir con un lógico retraso, las tropas ucranianas habrían sobrepasado ya la localidad de Russkoe Porecnoe, más de 40 kilómetros dentro del territorio ruso. Es difícil asegurar qué grado de control tienen sobre todo el terreno ganado, pero parece que las líneas de abastecimiento funcionan y que la coordinación entre unidades es total. La idea parece ser atacar en tres direcciones: hacia Korenevo en el noreste, hacia Torosovo por la R200... y hacia Lgov y la central nuclear de Kursk por la E38.
Este último objetivo queda a 70 kilómetros de distancia y para conseguirlo será clave seguir con los ataques de artillería de media distancia y confiar en que la desorganización rusa se prolongue aún unas horas más. Sabemos que los nuevos tanques están llegando a Kursk capital, pero entre la ciudad y la central nuclear hay unos 30 o 40 kilómetros de distancia y no sabemos si hay fuerzas disponibles en la R200 y en la E38 para cortar el avance ucraniano. Recordemos que cuando en junio de 2023, Prigozhin se lanzó desde Rostov a Moscú, atravesó cientos de kilómetros sin que nadie le incomodara.
La central nuclear
La información es confusa, como lo es siempre en los inicios de una ofensiva. En los medios estatales rusos cunde una mezcla de pánico y estupor. Es la primera vez desde 1941 que Rusia ve cómo un Ejército extranjero atraviesa victorioso sus fronteras. En ese contexto, la posible toma de la central nuclear cobra una importancia tremenda. Una de las primeras cosas que hicieron los rusos cuando empezaron la invasión de Ucrania desde Crimea fue lanzarse a por la central nuclear de Zaporiyia, sabedores de que no sólo asestaban un golpe energético decisivo al enemigo, sino que su control podía suponer un chantaje a la comunidad internacional.
Desde la primavera de 2022, Putin ha jugado la baza de la central nuclear como una más de sus amenazas apocalípticas. Si la de Kursk cayera en manos ucranianas, estaríamos hablando de un movimiento que cambiaría por completo la guerra. De hecho, se rumorea -imposible contrastarlo- que Rusia ya ha desalojado al personal de la central y ha apagado algunos de sus reactores. Es fácil jugar a los bombardeos suicidas en territorio ajeno, pero no lo es tanto cuando la central nuclear está en tu propio país.
Más allá de la enorme victoria negociadora que supondría contar con una central nuclear como elemento de "intercambio", si Rusia se empeñara en recuperarla tendría que dedicar unos recursos enormes que sólo podrían descontarse del frente del Donbás, corriendo el riesgo de perder en pocos días todo lo ganado en 10 meses. La operación de Syrskyi podría haber acabado en un desastre absoluto si hubiera salido mal, pero llegados a este punto, lo peor que le puede pasar a Ucrania es que tenga que volver a sus fronteras. En medio, días o semanas de humillación y exposición de vulnerabilidades.
Las defensas rusas pueden hacer retroceder cuarenta kilómetros al invasor, por supuesto, pero no les saldrá gratis y de eso se trataba. En Járkov aún siguen varias unidades alrededor de Vovchansk pese al notable número de tropas que destinó ahí el Ejército ucraniano. No es fácil echar a quien ya ha entrado; supone, en parte, planificar una guerra distinta. Una guerra que ya no se parece en nada a la que tenía Putin en mente el 24 de febrero de 2022... y eso siempre que a Ucrania no le dé por repetir la operación en Belgorod. Hay quien no lo descarta. Con aviación y misiles de media distancia, todo es más fácil.