Putin contraataca en Kursk y Biden contempla que Ucrania ataque bases en Rusia con sus misiles
Aunque Rusia avanza en Kursk y Donetsk, Ucrania consigue evitar el temido desplome. Mientras, en Washington, Biden y Starmer deciden si Ucrania puede atacar territorio ruso con los ATACMS y los Storm Shadows.
13 septiembre, 2024 02:00Después de más de un mes de una cierta desidia, Rusia lleva toda la semana anunciando un contraataque en Kursk que se empezó a materializar entre el miércoles y el jueves. Los resultados están aún por ver: es cierto que Rusia ha avanzado en el área de Korenevo y Durovka, donde ya había conseguido frenar la ofensiva ucraniana en su momento, y al sur del río Seim, en concreto en la localidad de Snagosk.
Ahora bien, la situación en esta área es especialmente confusa, pues en principio Ucrania había conseguido embolsar cientos de soldados rusos al volar sus puentes sobre el río. No se sabe bien si el ataque ha venido directamente desde Korenevo —lo más probable— o si los rusos han encontrado al fin la manera de cruzar el río. Por si acaso, Ucrania ha lanzado a su vez otro ataque en dirección Glushkovo, con la idea de pillar desprevenida a la retaguardia rusa en su avance hacia Sudzha, la ciudad que sirve de base militar y de suministros para Ucrania en la región.
Como viene siendo habitual, cada bando parece satisfecho con el discurrir de los acontecimientos: el ministro ruso de Asuntos Exteriores, Sergei Lavrov, aseguró que sus tropas "estaban a punto de expulsar a los ucranianos de Kursk", cosa que está muy lejos ahora mismo de la realidad, mientras que el presidente Zelenski admitió el contraataque ruso, pero matizó que "la situación está exactamente donde queríamos", tal vez en referencia al elevado número de bajas que Rusia puede afrontar al intentar recuperar su propio territorio un mes más tarde de lo debido.
Lo que está claro es que no ha habido derrumbe de las tropas ocupantes ni la liberación promete ser un paseo, como se insinúa desde medios rusos. Según la revista Forbes, el presidente ruso Vladimir Putin habría ordenado a sus altos mandos el total desalojo de cualquier vestigio ucraniano en Kursk para el 1 de octubre. Son tres semanas de margen, pero no parece una empresa fácil. Ucrania controla más de 1.000 kilómetros cuadrados en territorio ruso. Por ponerlo en perspectiva, durante el mes de agosto, Rusia avanzó unos 700 kilómetros cuadrados en Donetsk. Y fue el peor mes para Ucrania en el último año entero.
Frente oriental: Rusia presiona, Ucrania aguanta
Precisamente en Donetsk, la situación es muy parecida. Rusia avanza, sí, pero no ha habido desplome ucraniano, algo que hace dos semanas era un riesgo que estaba sobre la mesa. Aunque la situación de las tropas locales al oeste de Nevelske sigue siendo precaria y probablemente requiera tarde o temprano de una retirada, lo cierto es que Ucrania sigue resistiendo en Ukrainsk, en Selidove y en Hrodivka, los tres accesos clave para la toma de Pokrovsk, el núcleo de comunicaciones más importante de la zona junto al enclave Kramatorsk-Sloviansk.
Tampoco ha habido grandes avances en dirección a Kurejovo ni Vuhledar, siempre en el alambre, pero en una posición estratégica de defensa envidiable, lo que permite repeler todos los ataques enemigos causando grandes bajas por el camino. En resumen, se nota que las tropas de élite rusas siguen sobre el terreno y siguen su ritmo de ofensiva continua, según los parámetros habituales de su ejército… pero también se empieza a notar lo que apuntaba el general Syrskyi en una reciente entrevista a la CNN: la retaguardia flojea, las rotaciones son más complicadas, las líneas de suministro se resienten y los avances, necesariamente, son más lentos.
Eso es exactamente lo que pretendía el alto mando ucraniano con la ofensiva sorpresa en Kursk, que se movía en tres escenarios plausibles: en el primero, el avance podría haber llegado al eje Rilsk-Lgov y haber puesto en peligro la central nuclear de Druzhnaya; en el segundo, un avance más limitado habría provocado la reacción inmediata rusa y la movilización de más tropas desde Donetsk, aliviando la tensión en la primera línea del frente; en el tercero, el que se ha producido, Rusia al menos se veía obligada a mandar algunas unidades, aliviaba en algo la situación en el Donbás y daba a Ucrania tiempo y margen para sus propias rotaciones y descansos.
Hay que tener siempre en cuenta que, ante el riesgo de cualquier romantización de la guerra, en realidad es un proceso cruel, penoso y lento. Los dos ejércitos están al límite, con sus hombres agotados y avanzando o retrocediendo a duras penas. En redes sociales, donde la actividad y la novedad son imprescindibles, se celebran avances de cientos de metros como si fueran victorias sonadas y se repiten las alarmas del tipo "¡Rusia ya está solo a ocho kilómetros de Pokrovsk!", ignorando que Rusia ya estaba solo a ocho kilómetros de Pokrovsk hace dos semanas.
Biden y Starmer se reúnen en Washington
Mientras sigue la lucha en el frente y la disputa en redes sobre si la ofensiva de Kursk fue buena o mala idea —cada cuál tiene sus razones—, el juego diplomático sigue alrededor del mundo. El secretario de Estado norteamericano, Antony Blinken, ha estado estos días de visita en Kiev y en Varsovia, aunque no ha querido pronunciarse sobre la decisión que puedan tomar hoy viernes en Washington el presidente Joe Biden y el primer ministro británico Keir Starmer sobre la autorización a Ucrania para bombardear con ATACMS y Storm Shadows objetivos militares en suelo ruso.
Todo apunta a que Ucrania recibirá permiso al menos para atacar los objetivos detallados por Zelenski en su reunión con Blinken.
La entrada en el conflicto de Irán con la entrega de más de 200 misiles de corta y media distancia para atacar territorio ucraniano ha sido decisiva en el cambio de opinión de la Casa Blanca. Biden tiene ahora la excusa que lleva buscando desde hace tiempo: es Rusia quien ha movido ficha y Occidente solo estaría respondiendo a esa escalada. Justificaciones que deberían ser innecesarias teniendo en cuenta que hablamos de la invasión de un país por parte del otro, pero que marcan las decisiones militares de EEUU ante el pánico a la amenaza nuclear rusa.
Por su parte, Turquía también ha mostrado su apoyo a Ucrania, contestando así al plan de paz propuesto por China y Brasil que fijaba la situación actual en el frente como base para las futuras negociaciones. Se trata del principio que siempre ha defendido Putin y, de hecho, Zelenski ha acusado a ambos países de limitarse a poner por escrito como propuesta suya lo que no deja de ser una petición del Kremlin. Por supuesto, Ucrania no va a aceptar nada que no sea el regreso a las fronteras aceptadas por la comunidad internacional.
Eso incluye la península de Crimea y su acceso al Mar Negro. De ahí proviene precisamente la negativa turca, que no quiere competencia rusa sobre sus rutas de comercio y que no ha visto con buenos ojos el acercamiento al mundo musulmán de Putin en los últimos meses, como explicó EL ESPAÑOL el pasado miércoles. El viejo sueño de Erdogan, al menos en términos diplomáticos, es restaurar algo parecido al Imperio Otomano. Un sueño imperialista que choca necesariamente con el propio de Putin.