El primer ministro británico, Keir Starmer, y el presidente de Ucrania, Volodimir Zelenski, ayer, en el número 10 de Downing Street en Londres

El primer ministro británico, Keir Starmer, y el presidente de Ucrania, Volodimir Zelenski, ayer, en el número 10 de Downing Street en Londres Henry Nicholls Reuters

Europa UCRANIA

Londres, París y Roma en 24 horas: Zelenski impulsa su plan para la victoria en Europa tras la frialdad de Washington

11 octubre, 2024 03:04

Volodímir Zelenski salió de Ucrania con la idea de visitar tres países antes de que acabase el día. Durante meses, el presidente advirtió al mundo sobre la elaboración de un “plan para la victoria” que sus aliados tendrían que asumir como la hoja de ruta para alcanzar “un final justo” para la guerra. Los primeros conocedores de su plan fueron, a finales de septiembre, el todavía presidente de los Estados Unidos, Joe Biden, y los dos candidatos para reemplazarlo tras las elecciones de noviembre, la demócrata Kamala Harris y el republicano Donald Trump.

El viaje fue peor de lo previsto. Zelenski volvió a Kiev sin impresionar a su principal apoyo militar y diplomático, y con la sensación de que quienquiera que lo suceda será menos sensible con las urgencias sobre el terreno.

El plan no es público, pero algunos medios descubrieron algunos de sus puntos. A saber, Zelenski pide la autorización del uso de misiles de largo alcance para golpear las posiciones dentro de Rusia desde las que sus enemigos atacan las ciudades y las infraestructuras estratégicas del país. Biden se negó a concedérselo por miedo a la furia de Vladímir Putin, que recurrió a la amenaza nuclear para disuadir al presidente norteamericano.

Zelenski, a su vez, quiere una invitación a la OTAN. El nuevo secretario general de la Alianza, Mark Rutte, demostró buena disposición eligiendo Kiev como su primer destino en el cargo. Llegó a decir que “Ucrania está más cerca de la OTAN que nunca”. Pero la realidad es otra. Pocos países del club están dispuestos a asumir ese riesgo, temerosos de que suponga el comienzo de un choque directo con los rusos.

De esta guisa, Zelenski estuvo ayer en Londres, París y Roma para verse con los líderes de las tres potencias europeas más comprometidas con la defensa de su país y obtener de ellos algo más que la frialdad de Washington.

Por la mañana, recibió las promesas de respaldo del premier británico, Keir Starmer, con Rutte como testigo. “Esta lucha”, escuchó, “es tan importante para ti como para nosotros”. Lo que no recibió Zelenski fue, en cambio, el permiso para usar sus Shadow Storm contra las posiciones rusas que no estén dentro de la propia Ucrania. Por la tarde, con el presidente francés, Emmanuel Macron, escuchó algo parecido, sin noticias de unos misiles Scalps que contribuirían al “final justo” que persigue. Por la noche, el turno fue de la primera ministra italiana, Giorgia Meloni, que recogió el guante: “El objetivo de nuestro apoyo es poner a Ucrania en condiciones de construir una mesa de paz, una paz que no puede significar rendición, como tantos cobardemente sugieren. Esto presupone apoyo militar y apoyo al sector energético”.

El apoyo al sector energético es fundamental porque, a semanas de termómetros bajo cero, la mitad de las plantas de producción energética están inoperativas. La situación es particularmente difícil en las regiones del este, más cercanas a Rusia, lo que explica la insistencia de Zelenski en sus peticiones: “Los sistemas de defensa nos ayudan a salvar vidas”.

El ánimo no es el mejor a las puertas del invierno. Los rusos progresan a mayor velocidad en los territorios ocupados del Donbás que un año atrás. Muchos ucranianos, como informó este periódico, empiezan a perder la paciencia con el suministro por goteo de las potencias occidentales, y ven como un agravio comparativo el compromiso de Estados Unidos con Israel, a quien protegen de los mismos misiles y drones iraníes que machacan las ciudades ucranianas, a menudo desde las posiciones rusas que Biden evita que Ucrania golpee.

En ese sentido, las palabras del saliente secretario general de la OTAN, Jens Stoltenberg, son llamativas. “Esta es una guerra de agresión rusa contra Ucrania”, declaró ayer en una entrevista para la revista Politico. “Es una violación flagrante del derecho internacional y, según el derecho internacional, Ucrania tiene el derecho a la autodefensa, y ese derecho incluye la capacidad de atacar objetivos militares legítimos en el territorio del agresor, Rusia”. Así que, continuó, “me alegra que algunos aliados no tengan restricciones, mientras estén dentro de los límites del derecho internacional”.

Lo cierto es que Francia y Reino Unido, a diferencia de Alemania, estaban dispuestos a dar ese paso, sólo pusieron una condición: Estados Unidos debía estar dispuesto, también, y no lo está. El plan de Zelenski sigue adelante, entonces, sin que sus puntos esenciales tengan apenas opciones de prosperar, y muchos ucranianos temen que un cambio de administración en Washington dispare las presiones para negociar una paz con Putin que signifique una forma de rendición, algo que la mayoría no está por la labor de aceptar. Zelenski, mientras tanto, se reunirá este viernes con el papa Francisco, un hombre partidario de esta vía.