
Volodímir Zelenski, en Kyiv, el pasado miércoles. Reuters
Ucrania se repliega en Kursk pero Rusia afirma haberles rodeado para dejar a Zelenski sin baza en las negociaciones
Rubio puso el balón de la paz en el tejado ruso y Putin se encargó de despejarlo. Pese a todo, en EEUU muestran un enorme optimismo cargado de datos falsos, lo que invita a pensar que algo se está cocinando entre ambos países.
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Desconcertantes movimientos diplomáticos, una vez más, por parte de la administración Trump respecto al posible alto el fuego en Ucrania. Tan solo veinticuatro horas después de que varios altos cargos del Kremlin descartaran la posibilidad de una tregua y que el propio Vladimir Putin declarara que no tenía ninguna prisa porque “solo beneficiaba a Ucrania”, tanto el presidente estadounidense como su asesor de Seguridad Nacional, Mike Waltz, y su Secretario de Estado, Marco Rubio, han sufrido este viernes un repentino ataque de optimismo.
Pese a que las palabras de Putin no dejaban mucho margen a la interpretación –“nos interesa un alto el fuego, pero bajo unas condiciones que probablemente sean imposibles de aceptar para Occidente”–, Trump se mostraba eufórico este viernes en su red social, Truth. El hecho de que la Casa Blanca y el Kremlin estén utilizando el mismo lenguaje –“optimismo con cautela”, repiten unos y otros– y lo fíen todo a la información que el enviado especial Steve Witkoff recabó de Putin en el encuentro que mantuvieron en Moscú, es sospechoso.
Sospechosos son también los datos que Trump da por buenos respecto a la retirada ucraniana de Kursk y que sin duda vienen directamente del Kremlin. Según el presidente estadounidense, “miles de soldados” ucranianos estarían rodeados ahora mismo por las tropas rusas y habría pedido al presidente Putin que, por favor, les perdone la vida. De lo contrario, “se produciría la mayor matanza desde la II Guerra Mundial”.
Es todo un sinsentido. De entrada, el Institute for the Study of War calcula que, en el máximo momento de ocupación, Ucrania llegó a desplegar treinta mil hombres en Kursk. No pueden quedar más que unos pocos miles sobre el terreno tras la retirada de la pasada semana. Hablar de “la mayor matanza desde la II Guerra Mundial” e insinuar que la cantidad de soldados rodeados es escandalosa supone una exageración innecesaria.
Salvar la cara a Putin
Sin embargo, eso no es lo peor de todo. Lo peor es que, según todos los observadores neutrales y las geolocalizaciones por satélite, las tropas ucranianas han conseguido retirarse ordenadamente a la región de Sumy, manteniendo aún en su poder determinadas ciudades en territorio ruso. Es imposible saber si Putin le ha contado a Trump una historia inventada y Trump se la ha creído o simplemente divulga a conciencia un dato falso con una finalidad posterior.
¿Y qué finalidad podría ser esa? Sin duda, volver a salvar la imagen de Putin. Cuando, a principios de semana, Ucrania y Estados Unidos llegaron a un acuerdo en Jeddah por escrito, con todo muy clarito, Marco Rubio afirmó que, si Rusia no lo aceptaba, “sabríamos quién quiere y quién no quiere la paz”, añadiendo, gráficamente, que el balón estaba en su tejado. Bien, Rusia no lo ha aceptado. Puede que acepte otra cosa, como el reconocimiento de la anexión de las cuatro regiones ucranianas de Jersón, Zaporiyia, Donetsk y Lugansk, de las cuales solo controla militarmente una, pero el alto el fuego que se puso por escrito, desde luego, no.
Si Trump logra a presentar a Putin como un magnánimo y piadoso líder dispuesto a perdonar la vida de miles de enemigos, ¿cómo no pedirle luego a Ucrania algo a cambio? Algo como la central nuclear de Zaporiyia, el reconocimiento de Crimea, el cese de la movilización… De esa manera, el acuerdo ya firmado podría quedar en agua de borrajas, como ha sucedido varias veces con el proyecto de explotación de los minerales raros, y se negociaría un nuevo borrador que recogería las tesis del Kremlin y sus amantes de la paz. Todo, por supuesto, construido sobre una mentira. Una más.
El extraño papel de Witkoff
Tampoco se sabe con certeza qué mensaje lleva Witkoff a Washington ni por qué se presenta todo como si estuviéramos en el siglo XIX y el correo del zar tuviera que transmitir las instrucciones a galope de caballo. Ambas partes insisten en que se dará un paso adelante “cuando Witkoff se reúna con Trump”, pero ¿por qué tienen que reunirse en persona? ¿Acaso no le ha comunicado ya por teléfono o por videoconferencia lo que entiende Putin por “una paz justa y duradera”? ¿A qué viene todo este misterio en los tiempos de velocidad que corren?
Por no saber, no sabemos ni qué pinta Witkoff en todo esto. En principio, su labor en la administración era mediar en el conflicto entre Hamás e Israel, probablemente por su origen judío. Witkoff es un empresario multimillonario que suele jugar al golf con Trump en su residencia de Mar-A-Lago. Esas son todas sus credenciales diplomáticas, aunque hay que reconocer que su presencia ayudó al establecimiento de un alto el fuego en Gaza antes incluso de asumir como tal el cargo de enviado especial del presidente.
El que se iba a encargar de Ucrania era el general retirado Keith Kellogg. Kellogg, proucraniano, como su hija, que dirige una fundación de apoyo a refugiados, conoce al dedillo las estrategias militares y ha servido a su país como diplomático en otras ocasiones. Parecía, por lo tanto, el hombre ideal para un conflicto de esta envergadura. Sin embargo, Trump lo ha orillado desde el primer día. Se reunió unas horas con Zelenski y eso ha sido todo. Witkoff le ha comido la tostada y lo más probable es que se deba precisamente a que en Moscú no le pueden ni ver.
Aunque Trump no ha salido en público a decir: “Creía que Kellogg era el hombre ideal para negociar en nombre de mi país, pero Putin cree que no, así que lo quito de en medio”, lo cierto es que el que manda ahora es Witkoff, que parece haber adelantado incluso a Rubio y Waltz en la jerarquía diplomática. Esa no es una buena señal para Ucrania, cuya retirada de Kursk le priva de un arma negociadora… aunque eso siempre ha dependido de una concepción justa y ecuánime de lo que es un armisticio. Como no parece ser el caso, Kursk tampoco es ya tan importante.
Sirvió para desviar esfuerzos rusos que no pudieron dedicarse a Pokrovsk o a Chasiv Yar y con eso habrá que conformarse. Si se piensa, no es poco: estamos en marzo de 2025 y el frente sigue casi inmóvil.