En lugar de hacer su ruta habitual desde el sur de Rusia, este martes los bombarderos de Moscú partieron por primera vez de Irán para atacar posiciones de Estado Islámico y el antiguo Frente al Nusra en Siria, según afirmó el Kremlin.
Tras recorrer unos 900 kilómetros, las naves Tu-23M3 y Su-34 se llevaron por delante arsenales, campos de entrenamiento y puestos de mando para luego regresar a salvo a la base iraní de Hamadán, informó la cadena gubernamental Russia Today. El propósito oficial: avanzar en la lucha antiterrorista.
“Irán y Rusia mantienen una cooperación estratégica en la lucha contra el terrorismo en Siria y en este campo compartimos medios y capacidades”, aseveró al respecto el responsable del Consejo de Seguridad Nacional de Teherán a la agencia estatal Irna.
Los medios oficialistas rusos aseguran que el despliegue en Afganistán reduce el tiempo de vuelo de los bombarderos de Moscú en un 60% y les permite equipar una mayor carga explosiva.
Pero para el investigador del European Council on Foreign Relations Gustav Gressel, la maniobra persigue impresionar a Estados Unidos y Occidente. “Es más bien una cosa simbólica”, afirma Gressel, quien recientemente publicó un análisis sobre las reformas llevadas a cabo en el Ejército ruso en los últimos años. “Yo veo lo de volar desde Irán como una suerte de exhibición: 'Tenemos aliados en la región, necesitas hablar con nosotros'”.
Con su intervención en Siria -su primera en Oriente Medio tras la caída de la Unión Soviética-, Moscú ha intentado consolidarse como un actor de peso en la región con un estatus equivalente al de EEUU. Ha asumido un rol proactivo para presentarse como una potencia capaz de influir en el devenir de Siria lanzando ofensivas, negociando altos el fuego, y participando en el estancado proceso de paz.
Al inicio de la semana, el ministro de Defensa ruso, Sergei Shoigu, aseguró que Moscú y Washington trabajan en un plan -no confirmado por los estadounidenses- para “comenzar a luchar juntos para traer la paz” a la disputada ciudad de Alepo, donde al menos 30 personas perdieron la vida este martes. Moscú también pidió junto con Teherán que la ONU reactive las negociaciones de paz de Ginebra entre Gobierno y oposición sirios. Y tras meses de tensiones, Turquía se ha disculpado con Rusia por volar por los aires un jet ruso y la semana pasada Erdogan y Putin se reunieron en San Petersburgo para confirmar su amistad.
Pero aunque el poder ruso en la región ha crecido, no es comparable con el de Estados Unidos, argumenta Gressel, ya que depende mucho de sus aliados locales, a los que no controla. “[Los rusos] son víctimas de su propio éxito -y su éxito no viene de los bombardeos, sino del entrenamiento del Ejército sirio. Su éxito se ha convertido en una carga porque Asad está haciendo básicamente lo que quiere”, ejemplifica el analista. “Al intentar vender fuera que Rusia va por delante, que está al cargo, Asad está afirmando su poder sobre el terreno y sobre sus fuerzas”.
La intervención rusa en Siria ha sido ampliamente criticada en Occidente, plagada de acusaciones de estar dirigida contra los rivales de Asad y afectar a la población civil. Este martes, Human Rights Watch denunció que el Ejército sirio y las fuerzas moscovitas habían usado armas incendiarias en zonas civiles. Mientras, el proceso de paz no avanza y el cese de hostilidades parcial establecido en febrero ha fracasado.
En una entrevista con el Carnegie Endowment for International Peace, el experto ruso Nikolay Kozhanov afirmó que la decisión de Vladímir Putin de entrar en Siria no se debió a una estrategia de futuro sino a una reacción a la pérdida de poder de su aliado Asad en la guerra, que ya ha cumplido cinco años. En abril, el dirigente opositor ruso Ilya Yashin dijo a EL ESPAÑOL que Rusia quiso cambiar su relación con EEUU interviniendo en Siria y fracasó.
“El objetivo era cambiar la agenda geopolítica en las relaciones entre Estados Unidos y Rusia. 'Vamos, dejad de hablar de sanciones, tenemos un enemigo común -el Estado Islámico-, hablemos sobre cómo combatirlo y olvidémonos de Crimea, Ucrania y otros problemas en nuestras relaciones'. Pero no funcionó”, aseveró.
Por su parte, el presidente estadounidense, Barack Obama, ha afirmado que la intervención rusa en Siria ha sido una señal de debilidad en vez de una de fuerza.
“Los rusos quieren colocarse al frente en Siria, pero no son como Estados Unidos hace diez años”, dice Gressel, quien compara la capacidad militar de Rusia en Siria con la de Francia. “El esfuerzo aéreo ruso en Siria equivale al despliegue del portaaviones Charles de Gaulle al Golfo Pérsico”, afirma. “Y los aviones franceses son más modernos”.