Los jóvenes de Alepo también quieren vacaciones. Aunque su ciudad sea el gran foco del conflicto sirio. Aunque muchos de sus amigos y sus familiares hayan muerto por los bombardeos. Aunque lleven en guerra desde 2011.
Bajo el lema “héroes de la compasión”, 140 adolescentes del centro salesiano de Don Bosco en Alepo han participado en un campamento de verano en Kafroun, una localidad a medio camino entre la ciudad norteña y Damasco. Los jóvenes han podido disfrutar de “una atmósfera llena de alegría”, según cuentan a este medio los propios salesianos que organizaron la actividad.
Los jóvenes llegaron al campamento el 3 de agosto, un campamento “como cualquier otro en cualquier parte del mundo”, afirma Alejandro Mendoza, ecónomo salesiano de la región, a EL ESPAÑOL. Participan en juegos, hacen ejercicios, excursiones por el valle… Pero hay cosas que cambian. “Los temas formativos y las oraciones tienen muy en cuenta nuestra situación”, cuenta.
Los adolescentes de entre 14 y 17 años que participan en la actividad vienen con una “gran madurez psicológica provocada por el dolor y la dificultad”. Sin embargo, en las fotografías proporcionadas por la organización religiosa sólo se observan sonrisas. “Hay mucha gente que se sorprende”, sostiene el sacerdote. Los voluntarios que dirigen el campamento también buscan que “los jóvenes vivan de acuerdo con su etapa”.
No es la primera vez que los salesianos organizan estos campamentos, pero en 2012, 2013 y 2014 tuvieron que suspenderlos. La casa de Kafrun estaba llena por los refugiados que habían huido al “valle de los cristianos”. En 2015, “logramos acomodar a los refugiados en otra parte y decidimos llevar a los niños para darles un poco de descanso”, explica Mendoza. El salesiano aclara que Kafrun es una zona "tranquila" y por eso llevan a los niños allí.
El campamento iba a acabar el 9 de agosto, pero debido a las últimas ofensivas en Alepo y el cierre de la carretera que une las dos localidades no pudieron regresar ese día. “La situación era muy incómoda. Los papás, por una parte, estaban tristes por no tener a los niños, pero también serenos porque en ese momento de crisis los niños estaban fuera de Alepo”.
La comunidad del valle se volcó con los 140 adolescentes. Trajeron las cosas necesarias para que los jóvenes pudiesen vivir en las instalaciones una semana más. Además, sus homólogos de Damasco que iban a llegar a Kafrun el día 10 retrasaron su llegada al campamento unos días para que los jóvenes de Alepo pudiesen quedarse. El lunes 15, los menores pudieron volver a sus casas en los autobuses que habían alquilado.
Ver cómo todo se cae y que no hay futuro es peor que el hambre y la inseguridad
El centro salesiano de Alepo está situado en uno de los barrios controlados por las fuerzas del régimen de Bashar al Asad. Debido a la guerra de los últimos cinco años, la iglesia de la organización católica es una de las pocas que han quedado en pie. Allí se han reunido muchos de los cristianos que se han quedado en la ciudad.
“Estar en la zona del Gobierno implica que, visto desde dentro, tienes más protección; pero desde fuera eres un blanco más. En las guerras todos son malos”, sostiene Mendoza. Los salesianos del centro han tenido que ver cómo un niño de 12 años, un joven de 18 y otro de 20 han muerto por los combates en las últimas semanas. También han fallecido muchos familiares de los adolescentes. “Hemos perdido la cuenta, ya son demasiados”, se lamenta.
Pero Mendoza no se resigna y afirma que entre tanta experiencia de muerte y dolor también hay esperanza. “Nos ha ayudado a que los cristianos (que frecuentan el centro salesiano) estemos más unidos y seamos más solidarios”. El sacerdote señala que, desde comenzó la guerra, hay el triple de jóvenes colaborando en sus casas de Alepo, Damasco y Kafrun. Ahora rondan los 1.200.
“Han madurado muy rápido y han buscado, con honestidad, dar lo mejor de sí”, cuenta Mendoza. Esos adolescentes han llenado las casas salesianas de juventud y han permitido llevar a cabo “una propuesta educativa muy seria”. Más de 100 jóvenes han organizado cursos de idiomas, de interpretación, de seguridad de la guerra y de primeros auxilios para sus compañeros.
El sacerdote explica que uno de los objetivos principales de sus casas es mantenerse cerca de los niños y de los jóvenes para darles algo de esperanza. “La necesitan, porque ver cómo todo se cae y que no hay futuro es peor que el hambre y la inseguridad”. Desde las casas, también se intenta ayudar con la distribución de ayuda humanitaria. “Dentro de una situación tan trágica, a veces se dan paradojas”, resume el salesiano.