Más de una veintena de jefes de Estado y de Gobierno se han congregado en Jerusalén para dar su adiós al último representante de la generación de padres fundadores que construyeron el Estado de Israel. Simón Peres fue un personaje tan querido para muchos como controvertido para otros. Un animal político que generó innumerables pasiones –obtuvo los índices de aceptación más altos como presidente de Israel y tras su reciente fallecimiento ha sido alabado por mandatarios de medio mundo– pero también recabó algunos odios.
La histórica ciudad, dividida por el conflicto, ha acogido un estrechón de manos entre el primer ministro de Israel, Benjamín Netanyahu, y el dirigente de Palestina, Mahmud Abas, quienes han oído potentes reivindicaciones de paz por parte de sus compañeros en la comunidad internacional. "Ha transcurrido tiempo desde nuestro último encuentro", ha dicho Abas a Netanyahu, según el diario israelí Haaretz. El primer ministro israelí ha respondido: "Aprecio mucho que haya venido al funeral".
Entre los dirigentes occidentales que han acudido a la cita destaca el presidente de los Estados Unidos, Barack Obama, quien no escatimó en elogios hacia la figura de Peres, del que destacó sus sentimientos de “justicia y esperanza, que se encuentran en el corazón del ideal sionista”. Obama aprovechó la ocasión para manifestar que la mejor forma de rendir tributo a su memoria sería reanudar las conversaciones de paz entre israelíes y palestinos que descarrilaron en abril de 2014, después de los infructuosos intentos de mediación por parte de su secretario de Estado, John Kerry, también presente en el funeral junto a la consejera de seguridad nacional, Susan Rice, y al expresidente Bill Clinton.
“La presencia del presidente Abas constituye todo un símbolo de que todavía no hemos sido capaces de alcanzar la paz”, comenzó en su intervención frente a unos 500 invitados entre familiares, amigos, políticos locales y dirigentes de otros países, todos sentados bajo una carpa habilitada en el reciento para el sepelio cuando el calor aún aprieta por estas fechas en Jerusalén.
Obama ironizó sobre aquellos que pensaban que Peres era un ingenuo –dado que “contribuyó al diseño de la arquitectura de seguridad israelí”– y a los que decían que era un iluso –pues “pensaba que la seguridad real se obtiene cuando uno hace la paz con sus vecinos”. Obama finalizó con la metáfora bíblica según la cual Moisés condujo a su pueblo pero no vivió para habitar la Tierra Prometida, sino que esto correspondió a su hijo Josué. “La paz está en manos de las próximas generaciones y de los amigos de Israel”, concluyó.
Por su parte, Clinton, quien medió en los acuerdos de Oslo, ha alabado a Peres junto al féretro del difunto presidente israelí y destacado su compromiso mutuo por poner fin al conflicto entre Israel y Palestina. "Tuve el honor de compartir con él 25 años. Primero en nuestros esfuerzos comunes con Rabin para forjar una paz justa y duradera entre Israel y palestinos. Después, como un amigo, alguien a quien escuchaba, de quien aprendí y con quien reí", ha recordado visiblemente emocionado.
También destacó la presencia de una amplia delegación británica, encabezada por el Príncipe Carlos de Inglaterra y que contó con tres ex primeros ministros (Tony Blair, Gordon Brown y David Cameron), además del actual titular del Foreign Office, Boris Johnson. La de la Unión Europea estuvo formada por el presidente del Consejo, Donald Tusk, y por la Alta Representante para Asuntos Exteriores y Política de Seguridad, Federica Mogherini, quien también el día anterior, tras reunirse con Netanyahu, aprovechó la oportunidad para sugerir que la mejor forma de honrar la memoria de Peres sería trabajar por la solución de los dos Estados que el actual Gobierno del propio Netanyahu intenta enterrar.
Además estuvieron los presidentes de Francia, François Hollande, de Alemania, Joachim Gauck, y de México, Enrique Peña Nieto, entre otros jefes de Estado. Y los primeros ministros de Italia, Matteo Renzi, de Holanda, Mark Rutte, y de Canadá, Justin Trudeau, entre los de Gobierno. También destacó la presencia del Rey de España, Felipe VI, quien estuvo sentado en primera fila junto a la familia de Peres y el matrimonio Netanyahu durante el funeral y luego junto al Príncipe Carlos. Ambos representantes de la realeza se cubrieron la cabeza con la típica kipá, según la tradición judía para este tipo de celebraciones. Otros dirigentes como el polaco Tusk o el presidente de la ANP Mahmoud Abbás optaron por no hacerlo.
La organización del evento resultó casi perfecta, hasta que en el último momento una cadena de soldados comenzó a echar sacos de tierra sobre la tumba de una forma un tanto caótica, llenando de polvo a los familiares, los Netanyahu y al propio Obama, que aguantaron estoicamente sentados en primera fila. Allí también estaba la responsable
Ausencias relevantes
Además de ser uno de los arquitectos de los Acuerdos de Olso con los palestinos y del tratado de paz con Jordania durante la década de los 90, Peres también estuvo involucrado en la compra de armas a Francia en vísperas de la Guerra del Sinaí contra Egipto en 1956, la puesta en marcha del complejo militar-industrial, el desarrollo del programa nuclear, la construcción de asentamientos judíos en los territorios ocupados, la liquidación del “ingeniero” de Hamás, Yaiyah Ayyash, (que desencadenó una ola de terrorismo suicida sin precedentes en 1996 cuando ejercía como primer ministro) y la ejecución de la operación militar "Uvas de la Ira" contra la guerrilla libanesa Hizbolá, que conllevó el trágico bombardeo del campo de refugiados de Qana en el que murieron un centenar de civiles, la mitad de ellos niños.
Por estas razones, la gran mayoría de los dirigentes árabes y musulmanes no enviaron sus condolencias, permaneciendo en silencio. Uno de los pocos que dijo algo públicamente fue el ex ministro de Asuntos Exteriores de Baréin, Khaled bin Ahmed Al Khalifa, quien en un tuit le deseó que “Descanse en paz, un hombre de guerra y un hombre de la todavía esquiva paz en Oriente Medio”. Certera metáfora que refleja esa dualidad que presidió siempre la dilatada carrera política de Peres, que probablemente hizo que tanto el presidente de Egipto, Abdel Fatah Al Sisi, como el Rey Abdalá II de Jordania se quedaran en casa –a pesar de mantener magníficas relaciones con Israel– y enviaran a su ministro de Exteriores Sameh Sukri y a su primer ministro adjunto, Jawad Al Anani, respectivamente.
Turquía también optó por una representación de segundo nivel, pues a pesar de la reciente reconciliación bilateral por el affaire del Mavi Marmara en 2010 (cuando los comandos de la Armada israelí asaltaron la llamada “Flotilla de la Libertad” que llevaba ayuda humanitaria a la Franja de Gaza, matando a diez de sus ocupantes -el último murió tras varios de años en coma), el presidente Recep Tayyib Erdogan tampoco olvida ni perdona el agrio enfrentamiento dialéctico que mantuvo con Peres en el Foro Mundial de Davos de 2009 a raíz de la operación “Plomo fundido” (ejecutada por el Ejército israelí en diciembre de 2008 y enero de 2009 para neutralizar el lanzamiento de cohetes por parte del brazo armado de Hamás, causando la muerte a unos 1.300 palestinos y a 13 israelíes). Ambos dirigentes optaron por ignorarse mutuamente a partir de aquella fecha y nunca llegaron a hacer ni un mínimo gesto de aproximación a nivel personal.
Al final la delegación árabe de más alto nivel fue la palestina, que estuvo liderada por el presidente de la ANP, Mahmud Abas, cuya oficina tuvo que enviar una solicitud formal al COGAT (coordinador de actividades gubernamentales en los territorios ocupados), el general Yoav Mordechai, para poder entrar en Jerusalén, ciudad que no visitaba oficialmente desde 2010. Abas acudió acompañado del secretario general de la OLP, Saeb Erekat, del director del servicio de inteligencia, Majed Farah (que se vislumbra como uno de los posibles sucesores del ya octogenario Abas) y del responsable de relaciones con la sociedad israelí, Mohammed Al Madani. A petición de la familia de Peres, el presidente palestino se sentó en primera fila junto al resto de mandatarios internacionales mientras, a pocos metros, era visible la tensión existente entre el presidente estadounidense, Barack Obama y el premier israelí, Benjamín Netanyahu. Ambos intercambiaron palabras formales de condolencia.
Quien en cambió boicoteó el evento fue el líder de la Lista Árabe Unida –coalición de partidos árabes en la Knesset– Ayman Odeh, que justificó su ausencia dudando de las credenciales pacifistas de Peres, al que la minoría árabe-israelí siempre ha percibido como un lobo sionista con piel de cordero pacifista. En definitiva, un funeral de Estado en el que estuvieron muchos representantes de su amplísimo elenco de admiradores, pero del que también se ausentaron algunos de sus detractores.