La batalla por Raqa, la ciudad siria que el autodenominado Estado Islámico considera su "capital", se ha convertido en el epicentro en el que pueden confluir todos los actores implicados en el conflicto. Un enfrentamiento de todos contra todos con consecuencias difíciles de predecir.
Aunque durante el mandato del expresidente de Estados Unidos, Barack Obama, regía una política de no despliegue de "tropas sobre el terreno", a finales de 2015 su Gobierno anunció el envío de efectivos a Siria para combatir al grupo terrorista, dando un viraje a su estrategia.
El mandatario, Premio Nobel de la Paz en 2009, envió un primer contingente de fuerzas especiales destinado a adiestrar y asesorar las operaciones de las Unidades de Protección Popular, las milicias kurdas conocidas como YPG y gran aliado en el territorio sirio de los estadounidenses. Desde principios de este año, el grupo estadounidense desplegado en Siria ha crecido considerablemente y opera de forma cada vez más activa en las misiones para la toma de Raqa.
Recientemente, varios convoyes de vehículos acorazados han pasado del Kurdistan iraquí a territorio sirio con destino a Manbij, una población recientemente liberada de la ocupación terrorista. Este traslado de efectivos no ha pasado desapercibido, especialmente a causa de la ostentosa presencia de las banderas estadounidenses sobre los vehículos.
El Pentágono justifica este despliegue de tropas en Siria sin el respaldo de una resolución de Naciones Unidas por la necesidad de mantener la paz entre las numerosas milicias y demás fuerzas presentes en el territorio, como las turcas y las tropas leales al Gobierno sirio, que defienden agendas antagónicas y que se encuentran prácticamente a la distancia de un tiro.
EEUU se mete en la boca del lobo
El capitán Jeff Davis, portavoz del Pentágono, ha hecho una advertencia clara a las fuerzas desplegadas: "Es un recordatorio visible, para cualquiera que esté buscando comenzar una pelea, que la única que debería estar sucediendo es contra el Estado Islámico", consignó la agencia Associated Press.
Las unidades desplegadas por el Gobierno de los EEUU pertenecen al Regimiento de Rangers número 75, que es capaz de infiltrarse mediante asalto aéreo y ejecutar operaciones para capturar o matar a enemigos de naciones, así como destruir instalaciones estratégicas o puestos terrestres como aeródromo.
Los Rangers están en Siria en medio de un sin fin de grupos armados: desde fuerzas sirias que tratan de restablecer el control del Gobierno de Bashar al Asad respaldadas por los rusos y por milicias de Hezbolá teledirigidas por Irán, hasta rebeldes kurdos, tropas de las coaliciones Syrian Democratic Forces (SDF) y Syrian Arab Coalition (SAB), esta última formada por árabes sirios y fuerzas turcas.
El propósito de esta suerte de "invasión americana" es dejar claro que sus otros 'aliados', el ejército turco, deben pensárselo dos veces antes de atacar a los kurdos desplegando una fuerza de interposición para rebajar la tensión en la zona.
Las hostilidades entre los kurdos y los turcos son relevantes para lograr la toma de la ciudad de Raqa que, además de la "capital" del EI, es un punto estratégico dentro de la operación de Turquía y sus aliados en la operación "Escudo del Éufrates" que le ha costado la vida a 462 combatientes kurdos, según la agencia Andadolu News.
Trump podría dominar un amplia área de Siria
Si las tropas del SDF y SAB apoyadas por las fuerzas aéreas, artillería en tierra y los propios Rangers logran echar al Estado Islámico de la que consideran su capital en Siria, el Gobierno de Donald Trump lograría el control de gran parte del este del país.
El problema del éxito de esta operación vendría el día después de la celebración de la victoria. La experiencia en conflictos como Afganistan e Irak demuestran que, sin un plan claro que ejecutar después de la intervención militar, Oriente Medio puede convertirse en un agujero sin fondo desde el punto de vista militar, económico y político.
A día de hoy, sin embargo, la Administración Trump no cuenta con esa hoja de ruta puesto que sus aliados en Oriente Medio ni pueden, ni parecen estar dispuestos a garantizar con fuerzas sobre el terreno la seguridad del territorio que se arrebate al grupo terrorista.
Con Arabia Saudita y Emiratos Árabes Unidos centrados en su guerra en Yemen, su participación como fuerza de ocupación en el este de Siria está casi descartada y no estaría bien vista por su enemigo y vecino, Irán.
Ante esta situación, Estados Unidos se encontraría en un callejón sin salida que le obligaría a estacionar fuerzas propias para garantizar el control de la zona donde el poder del Gobierno de al Asad se extinguió hace más de cinco años.
El escenario post-Raqa se complica como consecuencia de los intereses turcos, que no toleran un Estado kurdo a las puertas de su territorio (parte del cual es reclamado como parte del Kurdistan). Si hasta hoy no ha estallado una batalla total ejercito turco y las milicias kurdas ha sido por la interposición del ejercito sirio y ruso y la rápida intervención de los Ranger estadounidenses creando una barrea de separación.
Este escenario puede llevar a una situación en que EEUU se quede solo en Siria, lo que implicaría a varios miles de soldados extras para proteger y controlar las zonas estratégicas de la región siempre que contara con la ayuda de las coaliciones SFD y SAB (que es incompatible con Turquía). Con una intervención sin fecha de caducidad, EEUU se vería obligado a una nueva misión en Oriente Medio, un gasto del que el pueblo estadounidense ya está cansado.
Las Fuerzas Democráticas Sirias dicen no
Las SFD advierten, por su parte, que no permitirán que Turquía participe en el asalto a Raqa. Turquía, miembro estratégico de la OTAN, se opone frontalmente a la participación de las milicias kurdas en la operación para evitar que estas amplíen el territorio bajo su control.
Para Turquía, las Fuerzas Democráticas Sirias están formadas principalmente por kurdos a las que se agregan tribus locales árabes. El primer ministro Binali Yildirim justifica su oposición a los mejores aliados de EEUU en la zona: "El hecho de que nuestros aliados eligieran a PYD (Partido de la Unión Democrática) y las YPG como socios en Siria es lamentable, dijimos más de una vez que usar una organización terrorista contra la otra es inadmisible”.
Desde Damasco, el presidente Bashar al Asad pone en duda las verdaderas intenciones de los EEUU. Los acusa de liderar una coalición que “nunca ha sido seria en la lucha contra el Estado Islámico” y cuestiona el objetivo de la misión: ”¿Liberarla de quién?, ¿del Estado Islámico?, ¿para dársela a quién?”.
Las palabras del presidente sirio, sin embargo, parecen no tener calado en la Casa Blanca o el Pentágono, que trabajan desde hace años para deponer y acabar con su régimen, prefiriendo que Siria se convierta en un Estado fallido como Libia antes que lidiar con una nación estable cercana a Rusia e Irán.
La liberación de Raqa del yugo terrorista puede desencadenar una situación explosiva con consecuencias incontrolables para los actores implicados, poniendo en peligro la frágil estabilidad en la zona y empeorando las relaciones internacionales.