“Es el momento para reconocer oficialmente Jerusalén como la capital de Israel”, proclamó Donald Trump en su esperado discurso que tenía al mundo en vilo. Según el líder norteamericano, la decisión de la Casa Blanca es un “movimiento para avanzar en el proceso de paz entre Israel y los palestinos”.
Sobre la incógnita del traslado de la embajada de EEUU de Tel Aviv a Jerusalén, oficiales de Washington comunicaron que el presidente volverá a firmar un retraso de seis meses por “motivos logísticos”. Tras oír el discurso, el premier israelí Beniamin Netanyahu dijo que la decisión es “un paso importante hacia la paz, porque no habrá paz que no incluya Jerusalén como la capital de Israel”.
Durante la campaña electoral que le llevó a la toma de la Casa Blanca, el presidente estadounidense Donald Trump insistió en trasladar la embajada de EEUU en Israel de Tel Aviv a Jerusalén, una polémica medida que supondría el reconocimiento de facto de la ciudad santa como la capital del estado judío.
Desde que asumió el cargo, Trump postergó la medida haciendo caso a las recomendaciones de sus aliados árabes en la región, que le advirtieron que la reubicación de la delegación diplomática podría dinamitar definitivamente cualquier atisbo de reanudar las negociaciones de paz entre israelíes y palestinos.
En 1995, el congreso norteamericano aprobó el “acta sobre la Embajada en Jerusalén”, una ley que preveía la financiación para el traslado de la delegación diplomática. Desde entonces, todos los inquilinos de la Casa Blanca han firmado cada medio año una suspensión temporal argumentando que era para proteger los intereses de seguridad nacional.
Ruptura histórica
El pasado junio Trump firmó la primera prórroga, y todo apunta que el próximo lunes firmará otro retraso. El anuncio de Trump rompe con la posición histórica de Washington, que defendió históricamente que el status final de la disputada ciudad debería ser resuelto entre las partes del conflicto.
El portavoz de Abas, Nabil Abu Rudeineh, alertó inmediatamente que la decisión podría acarrear “consecuencias peligrosas” y que la posición palestina es fija e inamovible: “no habrá estado palestino sin Jerusalén oriental como capital, acorde a las decisiones de la comunidad internacional”.
Desde la creación del estado de Israel en 1948, las autoridades hebreas consideraron Jerusalén occidental como la capital del país, donde están ubicados el parlamento, las residencias del primer ministro y el presidente y la mayoría de ministerios.
En 1967, tras la victoria hebrea en la Guerra de los Seis Días, Israel conquistó Jerusalén oriental –entonces en manos del ejército jordano-, y años más tarde esta parte de la ciudad fue anexada a la municipalidad para unificar Jerusalén como “la capital histórica e indivisible” de Israel, un movimiento condenado por la Comunidad Internacional y que jamás fue reconocido. Por ello, todas las embajadas extranjeras en el estado judío están ubicadas en Tel Aviv. El casco antiguo, ubicado en la parte este de la ciudad, alberga lugares sagrados del cristianismo, judaísmo e islam.
La reacción desde todo el espectro político israelí tras las palabras de Trump fue eufórica. Naftali Bennet, ministro de educación y líder del partido ultranacionalista “Casa Judía”, celebró que “se trata de un día de júbilo para el pueblo judío. Hoy has hecho historia”, agradeció al presidente norteamericano. Y añadió: “Jerusalén ha sido la capital judío durante más de 3.000 años, y así será eternamente”. El líder del partido laborista, Abby Gabbay, también agradeció el gesto de su mejor aliado: “tras 70 años de la existencia de Israel, me alegró que nuestro amigo reconozca Jerusalén como nuestra capital y esté preparando el traslado de la embajada”.
¿Acuerdo definitivo?
A pesar de que el yerno y asesor de Trump, expresó que todavía no hay una decisión definitiva al respecto, comentaristas y diplomáticos de la región encendieron todas las alarmas y alertaron de las dramáticas consecuencias que podría comportar la aprobación del traslado de la embajada.
Trump delegó en Kushner y Jason Greenblat, asesor especial para Oriente Medio, el diseño de una estrategia de paz para toda la región, que pretende incluir, según dijo en el pasado, un “deal” definitivo para resolver definitivamente el longevo conflicto entre palestinos e israelíes.
El rumor sobre la inminencia del traslado ha despertado críticas en el mundo árabe musulmán y de algunos líderes europeos. Las más incendiarias vinieron de parte del líder turco Recep Tayyip Erdogan, que en un discurso televisivo alertó nuevamente que “Jerusalén es una línea roja para todos los musulmanes”.
El miércoles, en comparecencia conjunta con el rey Abdalá de Jordania, Erdogan afirmó que el gesto de Trump “beneficiará a organizaciones terroristas”. Por su parte, Abdalá reafirmó el derecho de los palestinos de “establecer un estado independiente con Jerusalén Este como capital” El presidente francés Emmanuel Macron expresó “su preocupación por el posiblemente reconocimiento unilateral de Jerusalén como la capital de Israel por parte de EE.UU.”, y defendió que su estatus “debe ser resuelto entre las partes enfrentadas”.
Arabia Saudí, que en los últimos tiempos está acercándose discretamente a Israel para cooperar en materias de seguridad, también advirtió sobre el posible incendio. Su embajador en Washington, el príncipe Khalid bin Salman, alertó que “cualquier acuerdo sobre el estatus de Jerusalén antes de alcanzar un acuerdo sería muy dañino”. Precisamente, hace dos semanas el presidente palestino Abas visitó Riad, y según informó el New York Times, oficiales árabes y europeos apuntaron que el príncipe saudí Mohamad bin Salman había ofrecido un plan de paz muy favorable a los intereses israelíes, incluso más allá de los planes estadounidenses.
Según las conversaciones citadas, la propuesta saudí proponía un estado palestino sin continuidad territorial; la mayoría de asentamientos judíos en Jerusalén Este y Cisjordania no serían desmantelados; no se aceptaría el derecho a retorno de los refugiados palestinos; y la capital sería Abu Dis, ciudad palestina contigua a Jerusalén pero separada por el muro que divide Israel de Cisjordania.
Días de la Ira
Los palestinos llaman a nuevos “Día de la Ira” para jueves y viernes. En Cisjordania, el movimiento político del presidente Abas, Al Fatah, ha empezado a preparar marchas en respuesta al posible anuncio de Trump. Los islamistas de Hamás, que gobiernan la Franja de Gaza, llamaron al levantamiento popular: “esta decisión abre las puertas del infierno para los intereses de EE.UU. en la región”, amenazó el portavoz Ismail Radwan, que pidió a todos los países árabes e islámicos que corten relaciones políticas y diplomáticas con Washington.
Nabil Shaath, diplomático palestino, lanzó una dura advertencia: “la madre de todos los tratos morirá aquí, en las rocas de Jerusalén, si finalmente reconoce Jerusalén como la capital de Israel”. Para las facciones palestinas, Haram al-Sharif (la Explanada de las Mezquitas o Monte del Templo), es un símbolo unificador. Tanto Hamás como sectores de Al Fatah trataran de conducir el polémico anuncio de Trump hacia el terreno religioso, interpretándolo como un nuevo intento de romper el statu-quo vigente en el lugar sagrado desde el 1967, que establece que la gestión administrativa de la explanada corre a cargo de las autoridad islámica del Waqf –cuerpo dependiente de Jordania- y las fuerzas de seguridad israelíes son responsables de la seguridad.
En un análisis publicado en el Times of Israel, el periodista Raphael Ahren planteó si el reconocimiento de Trump concierne a toda Jerusalén como la capital de Israel, o se limita a declarar que la soberanía hebrea es legítima solo en la parte occidental como hizo el pasado abril Rusia, la primera potencia internacional en reconocer la soberanía israelí sobre una parte de la ciudad santa.
Ahren se preguntaba: “¿No sería un paso en la dirección correcta el reconocimiento norteamericano de Jerusalén Oeste?”. Para el profesor Shlomo Slonim, de la Universidad Hebrea de Jerusalén, “un reconocimiento parcial sería un paso hacia la redivisión de la ciudad”. En un artículo titulado “Trump está librando la guerra al proceso de paz”, el activista palestino Issa Amro criticó la connivencia de Trump con el ejecutivo hebreo al permitir los derrumbamientos de aldeas palestinas cercanas a Jerusalén y la anexión de los asentamientos judíos colindantes al ayuntamiento de la disputada ciudad.
“Esto, junto a la revocación de miles de permisos de residencia de palestinos en Jerusalén Este, asegurará la mayoría judía en la ciudad, más allá de sus estatus internacional”, escribió Amro. Pese a que Trump considere su medida como una parte del plan para lograr el “deal” definitivo para el conflicto, Jerusalén vuelve a colocarse en el epicentro de la tensión en Oriente Medio.