El líder de Hazbolá, Hasán Nasrala.

El líder de Hazbolá, Hasán Nasrala. Reuters

Oriente Próximo

La amenaza de Hezbolá se enfría mientras Netanyahu desoye a EEUU y rechaza un alto el fuego en Gaza

Hezbolá busca desligarse del conflicto en Gaza pese al apoyo explícito que siempre ha mostrado a Hamás y a su interés por desestabilizar la zona. 

4 noviembre, 2023 03:07

“Muchos esperaban que hoy declarásemos la guerra a Israel, pero lo cierto es que llevamos en guerra con Israel desde el mismo 8 de octubre”. Esta frase resume la ambigüedad del discurso de Hasán Nasrala, líder de Hezbolá, quien no dudó en ponerse al lado de Hamás y de la causa palestina -como si fueran una misma cosa-, pero a la vez evitó intencionadamente explicitar ese apoyo, lo que se ha entendido como una manera de intentar desligarse del conflicto en Gaza.

Decir que Hezbolá lleva en guerra con Israel desde el día siguiente a la masacre de Hamás y la Yihad Islámica no es decir demasiado. Hezbolá lleva en guerra con Israel desde su propia creación en 1982, alentada por la comunidad chií en Líbano y con el apoyo explícito de los ayatolás iraníes. Hezbolá no apoya a Palestina como tal, apoya el yihadismo y de ahí que considere que los ataques “eran necesarios para poner la causa palestina de nuevo como la principal preocupación mundial”.

En ese sentido, Hezbolá sigue la lógica de “cuanto peor, mejor”. Cuantos más palestinos mueran y de forma más atroz, más atención recibirá el conflicto. Los palestinos no son más que peones en su lucha por imponer el islamismo radical en todo Oriente Medio y, algún día, en todo el mundo.

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No es casualidad que dichos ataques llegaran justo cuando Israel y Arabia Saudí estaban a punto de firmar un acuerdo de reconocimiento mutuo. Tampoco lo es que la masacre del hospital de Al-Ahli al Arabi sucediera el día antes de que Biden tuviera previsto reunirse con el rey de Jordania, el presidente de Egipto y el líder de la Autoridad Nacional Palestina para templar los ánimos.

Si lo que quiere decir Nasrala es que, para él, hoy todo sigue como siempre, es lógico que se entienda que Hezbolá no quiere saber nada de un doble frente ni de un ataque directo a Israel, más allá de las continuas escaramuzas en la frontera que no han cesado desde hace décadas. A eso hay que unirle sus afirmaciones de que el ataque del 7 de octubre fue organizado enteramente “por los palestinos”, en referencia a Hamás, una manera de decir “ahora, que se apañen ellos”.

Una ayuda vacía

De hecho, lo llamativo de esta última frase es que probablemente sea falsa. Sabemos que miembros de Hamás entrenaron en Irán y que la organización terrorista se pasó dos años preparando el ataque sobre los civiles israelíes. Es prácticamente imposible que Hezbolá, organización “hermana” de Hamás y con los mismos patrocinadores, no supiera nada del asunto y no se involucrara de ninguna manera. Una operación de más de diez horas que acaba con más de mil muertos y unos cientos de secuestrados no es algo que Hamás pueda hacer sin ningún apoyo externo.

Sin duda, Hezbolá quiere desligarse tanto del ataque como de sus represalias… o al menos quiere que todo el mundo piense que se desliga. Nasrala repitió varias veces que ayudarían a Hamás en lo que fuera preciso, pero lo cierto es que Hamás lleva semanas bajo intensos bombardeos y sufriendo bajas insostenibles tanto humanas como materiales. En otras palabras, necesita ayuda urgente y la necesita ya, sin subterfugios. Nada apunta a que la vaya a recibir, al menos desde el norte.

Palestinos sacan un cadáver de un edificio alcanzado por bombardeos israelíes.

Palestinos sacan un cadáver de un edificio alcanzado por bombardeos israelíes. Reuters

Estas declaraciones sin duda envalentonarán al gobierno de Israel en su ocupación de la Franja de Gaza. La amenaza de Hezbolá sobrevolaba cualquier operación contra Hamás y parece enfriarse. Si no hay doble frente y las IDF no tienen que dividirse, a la organización terrorista solo le queda confiar en que su laberinto de túneles y sus emboscadas en la guerra urbana de Gaza capital sean suficiente para detener al enemigo. Todo apunta a que están ahora mismo ante una situación con la que no contaban.

Netanyahu se niega a un alto el fuego

Mientras tanto, siguen las apelaciones occidentales a un alto el fuego humanitario. Las imágenes que llegan de Gaza son espantosas y cada vez es más complicado discernir cuáles son reales y cuáles no, cuáles corresponden a un ataque israelí y cuáles a una represalia de Hamás contra el pueblo al que gobierna. Cuando no es una imagen trucada por IA, es una geolocalización equivocada o un tiroteo propio que se atribuye al enemigo.

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Lo que sí está claro es que, por activa o por pasiva, el número de muertos y heridos es enorme. Probablemente, no tan enorme como insiste el Ministerio de Sanidad de Gaza, controlado por Hamás, pero en cualquier caso espeluznante. Emmanuel Macron, presidente francés y firme aliado de Netanyahu desde el inicio de las hostilidades, dejó claro este viernes que el derecho de defensa de Israel no permite excesos contra la población civil. Esos excesos son innegables, por mucho que Hamás no ponga nada de su parte por evitarlos e incluso los fomente.

En términos similares se pronunció el secretario de Estado americano, Antony Blinken, en su visita a Tel Aviv. Blinken quiso mandar en persona a Netanyahu el mensaje que ya había expresado este martes el presidente Joe Biden en una intervención pública: es necesario detener la guerra para poder atender a los heridos y distribuir la ayuda humanitaria. Mientras sigan los bombardeos, esa atención mínima a los civiles se hace imposible, como imposible se hace el control de los refugiados que van llegando con cuentagotas al paso de Rafah, frontera con Egipto.

Sin embargo, sus palabras parecen haber caído en saco roto. Netanyahu ya dijo en su momento que “esto eran tiempos de guerra” y apeló a la Biblia para justificar su operación. Ahí se dejó poco margen para una marcha atrás. También vinculó su respuesta militar a la que dio el gobierno de George W. Bush a los atentados del 11-S en lo que solo se puede entender como un mensaje a los propios Estados Unidos.

Según el primer ministro, es Israel quien decide cómo defenderse y cómo responder a las agresiones y de momento un alto el fuego no está sobre la mesa. Tampoco parece que la presión internacional -que existe y es intensa, aunque muchos no la vean- vaya a servir de mucho.