War is not over ('La guerra no ha acabado'). El mensaje navideño del Ejército israelí es estos días exactamente el contrario del que John Lennon y Yoko Ono pregonaban a principios de los años setenta. Así lo repiten las miles de octavillas que sus aviones lanzan por el sur de Gaza, especialmente sobre la ciudad de Jan Yunis, la más poblada de la región. Incluso en días de tregua ―o, tal vez, precisamente, debido a la falsa sensación de seguridad que puede dar este alto el fuego―, la advertencia está clara: esto no ha terminado y nadie puede volver al norte, a su casa, si es que esta sigue en pie.
El pasillo humanitario abierto en la carretera de Salah Al-Din seguirá funcionando en una sola dirección: de norte a sur. Israel insiste en que se desaloje por completo la zona septentrional de la Franja, donde ahora mismo se están produciendo los principales combates, especialmente en la ciudad de Gaza. Las FDI entienden que la presencia de miles de gazatíes sin hogar en pleno invierno y sin un techo, por lo tanto, donde resguardarse, haría su operación terrestre más complicada. Quieren evitarlo a toda costa y evitar, de paso, más víctimas entre los civiles.
Lo que queda por saber es qué espera Israel que hagan todos esos ciudadanos palestinos que abandonaron su casa como se les exigió, que viajaron al sur con familiares o amigos para buscar algo de paz… y que verán en breve cómo el propio Israel ataca esos mismos territorios a los que les han hecho huir. No hace ni una semana que el teniente general Herzi Halevi, jefe de las FDI israelíes, anunciaba como "inminente" la ofensiva sobre el sur. ¿Cómo hará Israel para luchar contra Hamás y a la vez proteger a los desplazados? No hay plan al respecto.
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Cien muertos frente a varios miles
Mientras Israel pide a los civiles que sigan desalojando un norte ya prácticamente en ruinas, llega la hora de hacer balance de la guerra aprovechando el primer día de alto el fuego e intercambio de rehenes por prisioneros. Desde el punto de vista militar, no hay duda de que todo está saliendo a pedir de boca para el Ejército sionista: en total, el número de muertos en combate no llega ni al centenar después de casi un mes en territorio hostil. Los principales objetivos del norte ―Beit Hanún y Beit Lahia― ya prácticamente están bajo su control. En la ciudad de Gaza, las tropas ocupan prácticamente la mitad del núcleo urbano.
Israel empieza el alto el fuego con el barrio de Yabalía rodeado desde el norte, el oeste y el sur. El asalto al campo de refugiados se producirá en cuanto Hamás cese la liberación de rehenes. Recordemos que los cuatro días de tregua son ampliables siempre que Hamás acceda a seguir entregando sus víctimas a las autoridades egipcias en el paso de Rafah. Una vez llegado el momento, tanto el primer ministro Benjamín Netanyahu como los oficiales del Ejército ya han anunciado un recrudecimiento de las operaciones para llevarse por delante toda resistencia de Hamás en la capital de la Franja.
El precio que está teniendo que pagar la organización terrorista es altísimo. En términos "diplomáticos", su soledad es total. Ni siquiera Hezbolá se ha unido a su lucha. En su disciplina interna, hay serias dudas de que el sector liderado por Yahya Sinwar sobre el terreno esté en la misma sintonía que los líderes que negocian en Beirut, Doha o Dubai. Sus estructuras militares han sido destrozadas en pocos días sin resistencia alguna e incluso el número de muertos supera cualquier expectativa: entre 3.000 y 10.000, según el Ejército israelí.
Una Palestina sin Hamás
Por supuesto, esta estimación es partidista y hay que tomarla con cautela, pero parece significativa: por cada soldado israelí muerto, habrían caído cien de Hamás en bombardeos, explosiones y tiroteos cara a cara. Israel calcula que, al principio de su intervención militar, Hamás contaba con 30.000 milicianos. Entre muertos y heridos, la cifra puede haber caído hasta casi la mitad, lo que ya reduce al mínimo la amenaza de la organización terrorista, uno de los objetivos de la operación.
Aunque es probable que los líderes e ideólogos de la masacre del 7 de octubre acaben librándose de una manera o de otra, Israel quiere sentar las bases para que no pueda repetirse algo así en un futuro cercano. En ese sentido, eliminar a un Sinwar o a un Mohammed Deif puede resultar tentador… pero si hay que negociar con ellos para liberar rehenes y de paso destruir toda su estructura militar, Israel está dispuesto a tragarse el sapo, como lo demuestran los recientes acuerdos.
Con todo, los mayores riesgos para Hamás y su futuro en Palestina son, por un lado, que el conflicto siga sin extenderse a Cisjordania y a la frontera con Líbano… y, por otro lado, que la propia población de Gaza se rebele contra sus tiranos, los mismos que llevan desde 2007 controlando a su antojo el día a día de la ciudad y utilizando a sus ciudadanos como peones de su fanatismo religioso.
Sin el apoyo popular ―que no estamos viendo estos días, por cierto, más bien al contrario―, Hamás tiene muy complicado justificar su continuidad como supuestos defensores de la causa palestina y lo más probable es que, independientemente del resultado de la operación israelí, tengan que ceder el mando de nuevo a la Autoridad Nacional Palestina de Mahmud Abbás. Solo este gesto y la implantación de un gobierno de Fatah sobre la Franja podría resucitar la famosa "solución de los dos estados", una opción completamente fuera de la realidad con los palestinos divididos y los terroristas sacando provecho de ello.