El secretario de Estado de EEUU, Antony Blinken, en Tel Aviv el pasado martes tras reunirse con familiares de los rehenes.

El secretario de Estado de EEUU, Antony Blinken, en Tel Aviv el pasado martes tras reunirse con familiares de los rehenes. Reuters

Oriente Próximo

Hamás retuerce la última oferta de alto el fuego y la hace "inaceptable" para Estados Unidos e Israel

La banda terrorista sigue exigiendo una tregua indefinida y la marcha de las tropas israelíes de la Franja, algo a lo que el gobierno de Netanyahu se niega.

13 junio, 2024 02:25

“Hamás ha incluido numerosos cambios en la propuesta que estaba sobre la mesa. Algunos se pueden contemplar y otros, no. Podrían haber contestado con una sola palabra: sí. En cambio, han preferido esperar casi dos semanas y lanzar una serie de exigencias que van más allá de lo aceptable”. Estas fueron las palabras con las que el secretario de Estado norteamericano, Antony Blinken, definió la postura de su país con respecto a la contraoferta de Hamás a la propuesta de Israel, defendida por el presidente Biden el pasado viernes 31 de mayo y refrendada por el voto afirmativo del Consejo de Seguridad de la ONU este lunes.

En el fondo, lo que han hecho los terroristas es lo mismo que hicieron el 7 de mayo pasado, al aceptar una propuesta de Egipto y Qatar que en realidad habían manipulado a su antojo hasta convertirla en algo completamente distinto.

Hamás acepta el intercambio de rehenes israelíes por prisioneros palestinos, pero exige un alto el fuego permanente y la retirada completa de las FDI de la Franja de Gaza como pasos previos. Son las mismas peticiones de los últimos meses e Israel no está dispuesto a concederlas bajo ningún concepto.

El plan original Israelí, tal y como lo expuso Biden (Netanyahu siempre ha mostrado una posición ambigua al respecto para no irritar a sus socios de ultraderecha), dividía el proceso en tres fases: una primera, de seis semanas, en la que las FDI suspendían toda actividad militar mientras se producía el intercambio de los rehenes en peores condiciones por una serie de presos palestinos; una segunda, algo indefinida, llamada a acordar una tregua permanente, la entrega de todos los rehenes restantes y la retirada de las fuerzas israelíes, y, por último, una tercera en la que se planificaría la reconstrucción de Gaza y los israelíes podrían recuperar los restos de los rehenes fallecidos.

Varios expertos coinciden en la poca concreción de las últimas etapas del plan, pues los acuerdos se dan por hechos de una manera un tanto vaga. Israel y Hamás han sido incapaces en ocho meses de negociar una tregua permanente. ¿Por qué lo iban a hacer en seis semanas? Ni siquiera están de acuerdo en cómo ni en quién debe reconstruir la Franja.

Una familia palestina busca agua cerca del campo de refugiados de Jabalia.

Una familia palestina busca agua cerca del campo de refugiados de Jabalia. Reuters

Es de entender que los negociadores israelíes que lo propusieron y lo enviaron a EEUU, Egipto y Qatar buscaban un punto mínimo de entendimiento, pero si se analiza en profundidad, no se observa nada nuevo en las posiciones de ambos bandos.

Las razones de Sinwar

Hamás atacó a Israel el 7 de octubre de 2023 para demostrarles que, pese a todas las medidas de seguridad dispuestas en los últimos años, aún eran una amenaza significativa para su existencia.

De paso, probablemente siguiendo órdenes de Irán, los terroristas pretendían meter a Israel en un conflicto diplomático con sus vecinos, eliminar cualquier posibilidad de acuerdo con Arabia Saudí y, junto a Hezbolá, comenzar una guerra con dos frentes que pudiera debilitar decisivamente la capacidad militar del Estado hebreo.

La pronta retirada de Hezbolá frustró este último objetivo. El propio Yahya Sinwar, en conversaciones con los mediadores palestinos recogidas este lunes por el Wall Street Journal, aseguraba que el 7 de octubre “se había salido de control”. La magnitud del horror sorprendió incluso a los árabes más recalcitrantes y aunque sirvió para suspender momentáneamente la negociación con los jeques saudíes para el reconocimiento de Israel, no dañó las relaciones con Egipto ni con Jordania.

Dichas conversaciones, más los comentarios de la inteligencia estadounidense que se han ido filtrando estos días, dan a entender que Sinwar cree que Hamás está ganando la guerra. Que, en palabras textuales, “tienen a Israel donde quieren”.

Su menosprecio por la vida de su propia gente es palmario y brutal. Sinwar entiende que el exceso en la respuesta de Israel es ya una derrota en sí misma para Netanyahu. Este mismo miércoles, la comisión de la ONU encargada de investigar los actos del 7 de octubre y la posterior respuesta israelí, dictaminó que ambos bandos habían cometido crímenes de guerra y contra la humanidad, refrendando así la posición del fiscal del Tribunal Penal Internacional de La Haya.

Lo que pasa es que a Hamás le da igual lo que diga el TPI y le da igual lo que diga la ONU. No le tienen que explicar que han cometido crímenes de guerra porque, de hecho, ese era su objetivo. Israel, como Estado, tiene otras obligaciones y otras responsabilidades. Sinwar lo sabe y por eso concluye en una de las conversaciones filtradas: “Ellos tienen mucho más que perder que nosotros”. En ese contexto, pensar que Hamás va a ceder en sus dos exigencias clave -cese indefinido de los bombardeos y retirada de las tropas israelíes- es mucho pensar.

Los objetivos de Israel

Por su parte, Israel, con su gobierno al frente, prometió a su pueblo una “victoria total” y se autoimpuso dos objetivos irrenunciables: el rescate de todos los rehenes y la destrucción absoluta de Hamás.

El primer ministro israelí, Benjamin Netanyahu, con su gabinete en el Bible Lans Museum de Jerusalén.

El primer ministro israelí, Benjamin Netanyahu, con su gabinete en el Bible Lans Museum de Jerusalén. Reuters

Ambas metas se han demostrado poco realistas: las FDI solo han conseguido rescatar por la vía militar a siete rehenes en ocho meses y aún quedan en torno a cien en manos de los terroristas, no se sabe cuántos con vida ni en qué condiciones. Las familias no dejan de pedir a Netanyahu que acepte un acuerdo, por malo que sea, con tal de que los héroes puedan volver a casa.

En cuanto a la destrucción total de Hamás, es de entender que Israel contaba con una rendición que no ha llegado o, al menos, con la eliminación de Yahya Sinwar y Mohammed Deif, los dos ideólogos detrás del 7 de octubre.

Si descabezaban a la organización terrorista, el resto caería como piezas de dominó. La realidad, en cambio, se ha mostrado tozuda: Hamás, que ha perdido a miles de sus terroristas, sigue manteniendo unidades escondidas en los túneles que atraviesan la Franja, se sigue respetando la cadena de mando y su control sobre cada detalle de la vida civil en Gaza no ha cesado.

En consecuencia, Israel nunca va a aceptar una tregua permanente mientras Sinwar y Deif sigan al mando. La reconstrucción de más unidades y la posibilidad de un nuevo ataque parecido al del 7 de octubre, por mucho que Biden lo descartara en su discurso, permanece en el imaginario común israelí como un escenario terrible que hay que evitar como sea. Porque saben que lo volverían a hacer si pudieran. Porque, de hecho, lo repiten continuamente y no han mostrado arrepentimiento alguno.

¿Volver al 6 de octubre?

Así es cómo ambas partes llegaron a un punto muerto. Y ahí llevan al menos siete meses. Egipto, Qatar, Jordania o Estados Unidos pueden poner todo de su parte, movidos a veces por la inocencia y a veces por la torpeza o por una calculada inacción.

Ahora bien, las posiciones son irreconciliables y lo son en bucle: Israel lleva meses pidiendo una tregua de seis semanas para que vuelvan los rehenes a casa sin que dé tiempo a Hamás a reconstruirse. Hamás lleva meses pidiendo que antes cesen las actividades militares de las FDI y abandonen la Franja.

Aparte, los socios de Netanyahu no acaban de ver con buenos ojos la liberación de tantos prisioneros palestinos. Recuerdan una y otra vez que el propio Yahya Sinwar pudo volver a Gaza en 2011 gracias precisamente a un intercambio de prisioneros que aceptó Israel para conseguir el regreso del soldado de las FDI, Gilad Shalit, que llevaba cinco años secuestrado en la Franja. Fue un error de cálculo garrafal que no se puede repetir.

En cuanto al futuro de la Franja, a Israel le gustaría que la Autoridad Palestina (Fatah) y los países árabes se encargaran de la reconstrucción y formaran un gobierno estable. A Estados Unidos, también.

Incluso Hamás no descarta la idea como primera fase de un plan que derive en lo sucedido en 2007: un golpe de Estado que les devuelva al poder. Israel es consciente de esa intención oculta y por eso exige la desaparición de Hamás como organización antes de ponerse a planificar nada o ponerse a hablar de dos estados, una solución imposible mientras uno de ellos incluya a terroristas en su arco político.

La seguridad con la que Biden anunció el plan resultó chocante en su momento y lo sigue pareciendo diez días después. Netanyahu está en una situación muy compleja, con muchas presiones y sin un plan claro de futuro. Ahora bien, es complicado encontrar a otro líder israelí que en estos momentos acepte una paz sin alguna especie de rendición previa de Hamás.

Como Hamás no está por la labor, sino que piensa que está ganando, no entiende que deba rendirse. Al contrario. Que se rinda Israel y abandone la Franja. En otras palabras, que todo vuelva a donde estaba el 6 de octubre. Como si nada. Y eso, obviamente, ya es imposible.