Palestinos inspeccionan un edificio derruido por los ataques israelíes en Gaza.

Palestinos inspeccionan un edificio derruido por los ataques israelíes en Gaza. Reuters

Oriente Próximo

Israel negocia con Egipto retirar sus tropas de la frontera pese a la oposición de Netanyahu

El ministro de defensa israelí abogó el martes por trabajar en la retirada de sus tropas del corredor de Filadelfia. Netanyahu le ha desautorizado.

13 julio, 2024 02:39

Nadie puede echarle en cara a Egipto o a su presidente Abdelfatah El-Sisi falta alguna de paciencia. Desde el inicio de la guerra abierta entre Hamás e Israel, hace ya más de nueve meses, el gobierno egipcio se ha mostrado como un aliado fiel de Estados Unidos y, por extensión, de Israel. Ha sabido usar sus recursos como potencia del mundo árabe para guiar las negociaciones y ha convertido El Cairo en una de las sedes de discusión entre las distintas delegaciones.

Para El-Sisi, hay una prioridad por encima de todas las demás y es que no se le llene el país de refugiados. No puede recibirlos a todos. Y si puede, desde luego, no tiene el más mínimo interés. Por eso ha tenido cerrado el paso de Rafah desde el primer momento y por eso ha aceptado cualquier solución de paz que permita la reconstrucción cuanto antes de la Franja de Gaza, obviando algunas cuestiones militares que en su momento le hubieran obligado a poner el grito en el cielo.

Egipto ha afeado a Israel su política de bombardeos indiscriminados, pero no ha querido protagonizar ningún incidente diplomático al respecto. De hecho, se han oído más quejas desde Washington que desde El Cairo.

Cuando Netanyahu decidió actuar sobre la localidad de Rafah y utilizar el corredor de Filadelfia para el transporte de hombres y armas, Egipto se echó a un lado. Probablemente, no le sentara nada bien y lo considerara una agresión, puesto que es territorio en disputa desde hace décadas… pero no quiso que su disgusto enturbiara las relaciones con Tel Aviv.

El choque entre Gallant y Netanyahu

Lo que pasa es que todo tiene su límite y toda paciencia, su aguante. El-Sisi quiere que, cuanto antes, el corredor de Filadelfia quede desmilitarizado. En general, ve con cierta desconfianza la presencia de tropas israelíes a lo largo de toda la frontera entre Gaza y Egipto… si bien es cierto que esa presencia evita fugas, incursiones, desbandadas y, en el fondo, le sirve a su país de refuerzo de la policía fronteriza.

Israel es consciente de esta desconfianza y en sus planes también está abandonar esa zona cuanto antes. Al menos, eso dijo el ministro de Defensa, Yoav Gallant, el pasado martes.

Gallant y varias fuentes consultadas por Reuters afirmaron la necesidad de trabajar en una solución conjunta para la retirada de las tropas, barajando incluso la posibilidad de que sean sustituidas por dispositivos electrónicos que puedan detectar la presencia de grupos sospechosos tanto en el desierto como en probables túneles subterráneos.

El problema aquí, como es habitual, reside en la posición de Netanyahu al respecto… y no es un problema cualquiera, obviamente, porque es Netanyahu el que toma las decisiones finales.

Este viernes, tres días después de las palabras de Gallant, su ministro y su compañero en el Gabinete de Guerra original -el otro era Benny Gantz, que ya decidió dimitir hace mes y medio, desesperado ante la inflexibilidad del primer ministro-, repetía que “bajo ningún concepto” las tropas israelíes se retirarían de esa frontera hasta que no acaben por completo con Hamás.

Cientos de personas protestan en favor de los palestinos en Amman, Jordania.

Cientos de personas protestan en favor de los palestinos en Amman, Jordania. Reuters

La inflexibilidad negociadora

El mantra de “hay que acabar con Hamás” se lleva repitiendo desde el mismo 7 de octubre de 2023 y, como intención, es formidable. El problema es la práctica. Hace tiempo que las propias fuerzas armadas israelíes advirtieron al primer ministro de que no era buena idea insistir en dicha destrucción, pues no era realista.

Abogaban por la creación de un gobierno interino presidido por la Autoridad Palestina o por alguna figura árabe de consenso que pudiera ofrecer un futuro a los gazatíes distinto del que les ofrece Hamás, para así cortar en la raíz el odio ancestral a Israel.

La reacción de Netanyahu fue enfadarse públicamente con su propio ejército solo con tal de seguir el camino que le tiene marcado la ultraderecha ortodoxa de los Sionistas Religiosos, con Itamar Ben-Gvir a la cabeza.

Así, el primer ministro ha ido rechazando toda propuesta de alto el fuego y de intercambio de rehenes que no siga sus propuestas maximalistas. La semana pasada, el optimismo era generalizado entre los mediadores, pues los negociadores de Hamás y los de Israel parecían haberse puesto de acuerdo en el plan de tres fases que el presidente Biden había explicado en mayo por televisión.

Una semana después, el optimismo se ha transformado en prudencia. Jake Sullivan, Consejero de Seguridad Nacional, insistía este viernes en que el acuerdo “no tiene por qué estar muy lejos, pero tampoco es algo inmediato que espere a la vuelta de la esquina”. El propio presidente Biden recordó en la red social X que su plan -en realidad, era un plan presentado por la delegación israelí tras pasar el filtro de Qatar y Egipto- seguía vigente y que los dos bandos lo habían aceptado.

¿Quién manda aquí?

Algo que no es del todo cierto: en algún momento, hemos oído rumores por parte de los dos bandos de que aceptarían algo similar a eso. Las famosas tres fases. Solo que sigue habiendo un problema central que no se soluciona ni con todas las reformulaciones semánticas del mundo: Israel quiere la liberación inmediata de los rehenes y guardarse la posibilidad de volver a atacar Gaza cuando lo considere oportuno. Hamás, por su parte, exige un compromiso de permanencia en el alto el fuego y una voluntad garantizada de llegar a un acuerdo de paz.

Benjamin Netanyahu y Yoav Gallant en una rueda de prensa.

Benjamin Netanyahu y Yoav Gallant en una rueda de prensa. Reuters

Incluso se rumoreó el pasado jueves que ambas partes estarían de acuerdo en ceder a un tercero la administración de Gaza mientras duren las negociaciones de la segunda fase y se complete el intercambio de rehenes por prisioneros. En sí, parecía un gran avance, pues supondría que las tropas israelíes no serían necesarias en la Franja y podrían retirarse… y que Hamás renunciaría al poder absoluto que ejerce sobre los gazatíes desde el golpe de Estado que dio en 2006.

Veinticuatro horas han bastado para que ese optimismo quede en muy poco. Se ve que ni Netanyahu se cree que Hamás no vaya a intentar recobrar el poder por la fuerza, ni Hamás descarta que Israel vaya a intentar entrar de nuevo en territorio palestino en cuanto vea algo que no le cuadra. A todos estos desacuerdos, hay que añadir la falta de autoridad dentro de cada bando o, si se prefiere, el exceso de autoridades con versiones distintas sobre un mismo tema.

Por parte palestina, no está nada claro si quien manda es el ala de Hamás que reside en Doha, encabezada por Ismail Yaniyeh, o si es la cúpula militar, con Yahya Sinwar y Mohammed Deif a la cabeza, ambos, probablemente, escondidos en los túneles de Gaza desde el principio de la guerra.

Por la israelí, lo dicho, los negociadores ponen un acuerdo sobre la mesa, los militares lo matizan, el ministro de Defensa da su opinión, los ultraortodoxos intentan presionar y Netanyahu se ha especializado en llevar la contraria a todos. No parece la mejor manera de negociar nada con éxito y así se lleva demostrando más de siete meses, para perjuicio de los rehenes, que siguen cautivos en unas condiciones deplorables.