Las 48 horas trágicas de Hezbolá minan la moral de afines y críticos: "Si hay guerra, estamos perdidos"
Beirut y el resto del Líbano ven con pesimismo la escalada con Israel después de que los ataques del martes y el miércoles sobrepasaran todos los límites conocidos.
19 septiembre, 2024 02:40Beirut amaneció el miércoles con las calles desiertas. Hacía tiempo que una ciudad tan madrugadora no se veía tan vacía. “¿Adónde vas? ¿Pero tú has leído las noticias?”, dice al periodista el primer taxista que encuentra después de un rato caminando por una zona considerada segura de la capital del Líbano. Tras los ataques del día anterior, el Gobierno libanés cerró las escuelas y las dependencias de la administración. “Yo, si no fuera porque tengo que trabajar, no saldría tampoco”, garantiza Wael desde el asiento del piloto de su Kia.
Colgado del retrovisor lleva un rosario, pero él es de la Becá, una región en la frontera con Siria en la que Israel había hecho explotar decenas de ‘buscas’ la tarde del martes. En todo el país, ya había 12 muertos y cerca de tres mil heridos. “Ni los defiendo ni voy contra ellos”, dice, refiriéndose a Hezbolá. “Sé que tienen que defendernos en el sur, pero yo no quiero vivir así. Y lo de anoche demuestra que no están a la altura de Israel. Los sionistas son muy listos. Si nos meten en una guerra contra ellos, estamos perdidos”, confiesa.
Lo que no sabía Wael la mañana del miércoles es que, al cabo de pocas horas, Israel volvería a golpear su Becá natal y otras regiones del Líbano, y mataría a 20 personas más por la detonación de walkie-talkies y otros dispositivos. “Este país está maldito”, lamenta ya de noche otro taxista en un coche parecido al de Wael.
Mohamed es musulmán chií, y a sus treinta y pocos años habla de su país con el pesimismo de un anciano. En el barrio de Yeitaui, de mayoría cristiana, se detiene para subir a dos nuevas pasajeras. No se ven mujeres así en esta parte de la ciudad: ambas visten la abaya negra que acostumbran llevar muchas chiíes en el Líbano.
“ʿAl mustashfa’ ar-Rum”, indica la mayor de las dos. Al hospital grecortodoxo. Mientras el taxi emprende el trayecto, la misma mujer cabecea reiteradamente, hacia delante y hacia atrás. “¿A quién tiene en el hospital?”, pregunta el periodista. “A mi hijo, desde ayer lo tengo herido”, responde. “Lo siento. ¿Y qué edad tiene?”, curiosea el español. Pero la más joven interrumpe con un rotundo ‘¡jalas!’. Se acabó. No hay nada de qué hablar.
This is usually a very busy highway on a weekday morning in #Beirut. But it’s unordinary calm today as #Lebanon is still in shock.
— Mohamad Chreyteh | محمد شريتح (@mchreyteh) September 18, 2024
Overcrowded hospitals are still working round the clock to treat around 3000 injuries due to #hezbollah pagers’ blast. pic.twitter.com/odziDkrb8X
En el Dahie, en la periferia sur de Beirut, familiares y adeptos a Hezbolá se alborotan por las nuevas explosiones mientras sacan en cortejo fúnebre los cuerpos de cuatro militantes fallecidos el martes. En una esquina de la calle Aref Naamani, el periódico libanés L’Orient-Le Jour habla con una mujer de cincuenta años. Entre lágrimas, Sama* se sincera: “Estoy muy triste, es horrible. Todavía no entendía lo que pasó el martes por la noche, no hay tiempo para entenderlo. Esto no tiene precedentes, siento que hemos llegado a un punto de no retorno”, prosigue entre sollozos.
Una guerra total con Israel podría ser devastadora para el Líbano, que ha ido dando tumbos de una crisis a otra en los últimos cinco años. En 2019, un colapso financiero y una zaura —revolución— fallida sacudieron el país. En verano de 2020, cuando el mundo entero buscaba la salida de la pandemia, una explosión en el puerto de Beirut dejó 218 muertos, 7.500 heridos y nueve desaparecidos.
Desde entonces, la impunidad con los responsables y el deterioro económico han reforzado la idea de que el Gobierno libanés es dirigente de un Estado fallido. Al contrario, Hezbolá lleva desde el comienzo de la guerra en Gaza renovando su legitimidad en el sur con el intercambio diario de fuego con Israel a través de la frontera.
Pero los ataques de esta semana han dejado en evidencia al partido chií, que hasta el momento presumía de poder entrar en una guerra abierta con Israel y enfrentarse a su ejército de igual a igual. Sin duda, la detonación de ‘buscas’ y walkie-talkies este martes y miércoles hacen parecer a Hezbolá vulnerable a las injerencias de la Inteligencia israelí. En esta nueva etapa del conflicto, el grupo afín a Irán deberá calcular cómo orquestar un contraataque cuando sus propias infraestructuras y vías de comunicación interna han sido cooptadas por el enemigo.
Del otro lado de la frontera, todo apunta a una inminente operación ofensiva israelí contra el sur del Líbano. La tarde del miércoles, el ministro de Defensa de Benjamín Netanyahu, Yoav Gallant, declaró que el ‘centro de gravedad’ de la guerra en Gaza “se está desplazando hacia el norte, lo que significa que estamos asignando fuerzas, recursos y energía para el escenario septentrional”. Por la noche, varios testimonios y vídeos tomados desde Israel sugerían una movilización de tropas de las Fuerzas de Defensa Israelíes al frente libanés.
En Beirut, el jefe del consejo ejecutivo de Hezbolá se pronunció a última hora de la tarde. Hashem Saifeddín prometió que el castigo “llegará” para los perpetradores de los ataques del martes y el miércoles. Este jueves se prevé que rompa el silencio el líder del partido-milicia chií, Hasán Nasralá, en una esperada conferencia de prensa que tendrá lugar a las 18:00 locales.
*Nombre real no revelado por motivos de seguridad.