El funeral multitudinario de los muertos por las explosiones de 'buscas' del martes, en Beirut.

El funeral multitudinario de los muertos por las explosiones de 'buscas' del martes, en Beirut. Mohamed Azakir

Oriente Próximo LÍBANO

Israel abre una nueva era con el uso de la tecnología doméstica como arma de guerra en el Líbano

Los dos ataques consecutivos con buscas, móviles e incluso placas solares contra Hezbolá dejan al menos 32 muertos y miles de heridos repartidos en Líbano, Siria e Irak.

19 septiembre, 2024 02:40

Las explosiones simultáneas y masivas sorprendieron a los libaneses por segundo día consecutivo. Si el martes, pasado el mediodía, estallaron unos 5.000 buscas de las redes de comunicación de la milicia islamista Hezbolá, el miércoles, sobre la misma hora, fueron las radios, los walkie-talkies, los paneles solares, los teléfonos móviles: todo tipo de aparatos habituales equipados con todo tipo de tecnología rudimentaria. 

El ataque coordinado del martes lleva 12 muertos y casi 3.000 heridos, muchos de ellos con amputaciones y lesiones terribles. El alcance del último es más corto, pero más letal: hay al menos 20 muertos y 450 heridos, según el Ministerio de Salud Pública libanés.

Quedan muchas dudas en el aire, una vez se da por sentado que son los israelíes quienes están detrás de las operaciones, a pesar de su silencio.

Sabemos que los milicianos libaneses y sus colaboradores utilizaban los buscas para comunicarse porque son de una tecnología precaria, más escurridizos y difíciles de intervenir que los teléfonos modernos. Sabemos que los explosivos estaban en sus casas y sus bolsillos desde hace al menos cinco meses, sin que el peso pudiera ofrecerles una pista: las cargas rondaban los 20 gramos. No sabemos, en cambio, si los aparatos fueron manipulados de fábrica o por un intermediario, o si el encargo original fue interceptado en algún lugar por el camino y la carga fue sustituida por sus versiones idénticas, pero explosivas.

VÍDEO | El sabotaje explosivo en miles de dispositivos de Hezbolá siembra el caos en Líbano en solo 24 horas Edición: Jose Verdugo

No sabemos, tampoco, cómo se las arreglaron los israelíes, si fueron los israelíes, para activar las detonaciones en remoto y con una eficacia tan asombrosa. No hay precedentes en la historia para una operación con esta sofisticación tecnológica. “Lo fundamental es la cantidad de elementos involucrados”, explica Yago Rodríguez, analista militar y autor de Por un pedazo de tierra. “Es la prueba de que lo cíber puede tener efectos físicos, es la militarización real del mundo cibernético”.

Buena parte del mundo ha aceptado, con el asentamiento de internet, que los aparatos más familiares, como los ordenadores personales o los teléfonos móviles, son una herramienta muy útil para el robo de datos o el espionaje masivo. Israel ha iniciado una nueva era esta semana. Ahora, buena parte del mundo sabe que una radio o un busca puede ser, también, un arma apta para los asesinatos selectivos. Y los israelíes confían en que el impacto psicológico de esta revelación sea suficientemente elocuente como para detener cualquier idea de Hezbolá de ponerlos en aprietos.

La próxima fase

Hezbolá es el tentáculo mejor armado y mejor instruido de Irán en Oriente Próximo. En los últimos días, sin embargo, ha demostrado que sufre los mismos problemas de seguridad que sus supervisores de Teherán. Reina la sensación de que nada de lo que ocurre entre los iraníes y sus aliados es un secreto para el Mosad. Los analistas intuyen que el nivel de penetración de los servicios secretos israelíes en las filas enemigas es muy profundo, y no son pocos quienes presienten sus huellas en el accidente mortal del presidente Ebrahim Raisí en mayo o del posterior asesinato del jefe político de Hamás, Ismail Haniyah, en su visita oficial a Irán.

Después de once meses de bombardeos y combates cuerpo a cuerpo con Hamás en Gaza, iniciados tras sufrir el peor atentado de su historia, el primer ministro Netanyahu anunció que el próximo “objetivo” de Israel está en el norte del país, al sur del Líbano. En esta región, los ataques de Hezbolá son constantes y obligaron a desplazar por seguridad a unos 600.000 ciudadanos. La defensa antiaérea no impidió en julio, por ejemplo, que Hezbolá matara a 12 niños que jugaban a fútbol en un pueblo de los Altos del Golán.

Ahora, sostiene Netanyahu, es el momento de que los desplazados vuelvan a casa, así que la pregunta más frecuente en los círculos políticos es cómo pretende conseguirlo.

El periódico israelí Haaretz viene informando de que el primer ministro es partidario de una incursión militar por tierra, pero algunos miembros de su equipo y de la diplomacia estadounidense tratan de disuadirlo por miedo a una guerra más amplia. El profesor Alberto Priego, doctor en Relaciones Internacionales de la Universidad de Comillas, entiende que las 48 horas de horror contra Hezbolá son una manera de “evitar o retrasar” la apertura de ese frente.

El historiador y analista político Yoel Schvartz abre otra posibilidad. “Es probable”, dice, “que las fuerzas de Inteligencia supieran de la inminencia de algún tipo de ataque más fuerte y quisieran lanzar una advertencia: nuestra capacidad no es solamente de fuego, puede tocar lugares estratégicos”. 

Schvartz no sabe qué esperar en adelante, “el ataque tuvo una primera fase y nos sorprendió con la segunda, quizá tenga una tercera y una cuarta”. “Israel demostró que puede ir al corazón de Hezbolá”, continúa. Los jerarcas de Hezbolá deben andar preocupados por prevenir el próximo golpe, y estos ataques los inhabilita para pensar en una acción a largo plazo”. “En cambio”, acaba, “dejan a Israel en una mejor situación si se decide por una acción más contundente”.

Está previsto que el líder de Hezbolá, Hasan Nasralá, comparezca públicamente esta tarde. El pasado martes, su organización prometió “un justo castigo” para el Estado hebreo. Lo que hubo, sin embargo, fue otro ataque masivo contra su gente. La expectación es enorme. El mundo escuchará con atención si sus palabras son el preludio de una guerra más peligrosa o si son, al contrario, el paso atrás de una milicia abrumada por su vulnerabilidad.