La historia de Gaza se repite en el Líbano: Netanyahu no quiere una tregua que pueda ayudar a Hezbolá a rearmarse
La diplomacia francoestadounidense propuso un alto el fuego de 21 días para evitar las matanzas de civiles y la escalada. Pero con su enemigo tocado, tal y como hizo en Gaza, Israel prefiere seguir los bombardeos.
27 septiembre, 2024 03:10Antes de viajar a Nueva York, donde se le espera este viernes en la Asamblea General de la ONU, el primer ministro israelí Benjamin Netanyahu desestimó la propuesta de 21 días de tregua que habían presentado Estados Unidos y Francia. “Les he pedido a las FDI que sigan combatiendo hasta que logremos nuestro objetivo”, afirmó Netanyahu. Cuál es ese objetivo es lo que está por determinar: oficialmente, Israel se conformaría con expulsar a Hezbolá de la frontera para evitar los bombardeos sobre Galilea y que los civiles desalojados puedan volver a sus domicilios.
Ahora bien, da la sensación de que la entidad de los ataques y el cuidado de su planificación apuntan a algo más. El jefe de las FDI, Herzi Halevi, lo dejó claro el jueves con las siguientes palabras: “El ejército lleva años esperando una oportunidad así para poder atacar a Hezbolá”. No parece, por lo tanto, una operación circunstancial, sino que se trataría de descabezar Hezbolá y convertir lo que era la milicia de referencia del terrorismo islámico en una amenaza menor, con lo que eso supondría a su vez para Irán, el gran enemigo de Israel en Oriente Próximo.
De hecho, este mismo jueves, los ataques han continuado sobre el sur del Líbano y sobre su capital, Beirut. Las FDI se atribuyeron la muerte de Mohammad Hussein Surur, jefe de las fuerzas aéreas de Hezbolá, aunque el grupo terrorista aún no ha confirmado tal extremo. El ataque contra Hussein Surur sería el cuarto contra altos líderes de Hezbolá en poco más de una semana. Recordemos que, tras la oleada de explosiones en localizadores y walkie-talkies, la organización ya había quedado seriamente tocada en todos sus rangos, con decenas de muertos y centenares de heridos.
“Escalar para desescalar”
Ante esa situación, la posibilidad de que Israel acepte cualquier tipo de tregua parece muy lejana. No tiene motivos para ello. Ha llevado a cabo la mayor acción de inteligencia militar en años acompañada por una serie de bombardeos que no se veían desde la primera guerra del Líbano, en los años ochenta. Han eliminado a líderes, desactivado a mandos intermedios y golpeado la capacidad de comunicación de Hezbolá. No es una oportunidad que Netanyahu vaya a dejar escapar fácilmente, sin necesidad de emprender una operación terrestre, algo que aún está por decidir.
Aunque fuentes de la diplomacia estadounidense consultadas por el periódico israelí Haaretz afirman que Netanyahu aceptó en un principio la oferta, pero la presión de sus socios ultraortodoxos hizo que se echara atrás, lo cierto es que esa explicación está ya muy manida. Es la misma que el primer ministro ha ido filtrando antes de cada acción decisiva en Gaza. Parece claro a estas alturas que la operación contra Hezbolá lleva demasiado tiempo pensada como para depender de la oportunidad política del momento y que, desde luego, cuenta con el apoyo en primera persona del primer ministro.
Controlada la situación en Gaza y aparcados indefinidamente los intentos de encontrar más rehenes en la Franja, después de un año de búsqueda infructuosa, Israel tiene ante sí la oportunidad de ejecutar un doble golpe a Hamás y Hezbolá que garantice su seguridad durante un tiempo considerable. Eso, al menos, es lo que piensan en Tel Aviv. Los Estados Unidos insisten en lo contrario, es decir, que toda salida no negociada a estos conflictos deriva en conflictos mayores en el futuro y que el concepto israelí de “escalar para desescalar” rara vez acaba bien.
Los motivos de Nasralá
El problema es que, como vimos también en Gaza, Israel escucha a Estados Unidos, pero no tiene afán alguno en obedecer. Desde el primer momento, Netanyahu dejó claro a Biden que ellos tomaban sus propias decisiones y los enfrentamientos públicos entre ambas administraciones han sido notorios. Israel no va a permitir que Hezbolá se reorganice y se rearme ahora que tiene a la milicia tocada en todos sus frentes… igual que no permitió que lo hiciera Hamás cuando la comunidad internacional presionó para obtener un alto el fuego antes de que las FDI entraran en Jan Yunís y posteriormente en Rafah.
Dicho esto, también hay serias dudas de que Hezbolá hubiera aceptado la oferta occidental. Hassan Nasralá ha repetido numerosas veces desde los ataques de la semana pasada que no piensa dejar de lanzar proyectiles sobre el norte de Israel y que, tarde o temprano, hará pagar al estado hebreo por sus acciones. Irán, patrocinador de la banda terrorista, se ha expresado en términos muy parecidos: la intención es luchar hasta que se produzca un alto el fuego en Gaza y las tropas israelíes salgan de la Franja. Es un compromiso que el propio Nasralá asumió justo después del 7 de octubre y sabe que su imagen, ante los libaneses y ante el Eje de Resistencia iraní en general, está en juego.
Si Yahya Sinwar se niega a rendir la plaza con una organización diezmada, una población arrasada y una existencia limitada a los túneles que le llevan de un escondite al otro, resultaría extraño que Nasralá aceptara un alto el fuego. Ya tuvo que desdecirse cuando prometió que declararía la guerra a Israel si entraba en Gaza y dos frenazos así en tan poco tiempo solo serían aceptables si las órdenes vinieran directamente de Teherán. Y en Teherán parecen ahora demasiado ocupados en enviar misiles a Rusia para ayudarles en su guerra contra Ucrania, confiando en que esa ayuda, algún día, se agradezca de vuelta.