Oriente Próximo

Israel neutraliza la mayoría de misiles lanzados sobre Tel Aviv y Jerusalén y planea ya su respuesta contra Irán

Israel y EEUU califican de "éxito" la maniobra defensiva, que logró derribar decenas de proyectiles tanto en suelo hebreo como a su paso por Jordania. 

2 octubre, 2024 04:03

Irán lanzó en la tarde-noche del martes al menos dos salvas de misiles balísticos contra los núcleos urbanos de Tel Aviv y Jerusalén, así como otras zonas de Israel, incluido el territorio ocupado de Cisjordania, donde murió un civil palestino. En total, se calcula que podrían ser en torno a 200 proyectiles los que llegaron a territorio hebreo, aunque se desconoce la cifra exacta y, sobre todo, se desconoce la cantidad de misiles que han sido derribados a su paso por Jordania y por el Mediterráneo por fuerzas estadounidenses, británicas y francesas.

El portavoz de las FDI, Daniel Hagari, agradeció la colaboración de sus aliados, y aprovechó para recordar que Israel se reserva el derecho a contestar “cuándo y cómo desee” siguiendo un plan que ya estaría establecido de antemano.

Por su parte, tanto el Secretario de Estado norteamericano, Antony Blinken, como el Consejero Nacional de Defensa estadounidense, Jake Sullivan, calificaron de “éxito” la intercepción de misiles iraníes y alertaron sobre las posibles consecuencias de esta “escalada” del régimen de los ayatolás, aunque no quisieron entrar en detalles sobre cuáles podían ser dichas consecuencias.

Tampoco quisieron fijar una postura oficial en nombre del presidente Biden, quien ha repetido hasta este mismo fin de semana su confianza en un alto el fuego tanto en el Líbano como en Gaza. Fuentes consultadas por la CNN indican que, aunque en un principio hubo un cierto malestar dentro de la administración estadounidense por el hecho de no haber sido consultados por Israel respecto a sus operaciones en Líbano, nadie se opone ahora a dichas acciones. De hecho, Blinken se negó a comparar la ofensiva de Israel contra Hezbolá con el ataque iraní, asegurando que se trataba de cuestiones completamente distintas.

El bombardeo coincidió con un atentado en el barrio de Jaffa, en Tel Aviv. Dos terroristas de origen palestino, armados con un cuchillo y un rifle de asalto, mataron a seis personas e hirieron a otras nueve junto a una estación de metro ligero. En total, ha sido en torno a una hora de terror a una velocidad e intensidad muy distintas a las del pasado 13 de abril, cuando Irán usó sobre todo drones, que tardan muchísimo más en llegar a su objetivo. El hecho de que el régimen de Teherán avisara previamente del ataque a EEUU y Rusia hace pensar que tampoco planeaba causar excesivos daños.

Las opciones de Israel

La pregunta ahora mismo es de qué manera responderá Israel al ataque de Irán. En abril, optaron por seguir el consejo estadounidense y lanzar un ataque casi simbólico. Esta vez, los propios EEUU llevan tiempo avisando a Irán de que la respuesta a un posible ataque no iba a ser la misma que entonces, confiando en disuadir así al nuevo presidente, Masoud Pezeshkian. De hecho, en su intervención ante la ONU, Pezeshkian había adoptado un perfil relativamente bajo respecto a la muerte de Hasán Nasralá e incluso el propio ayatolá Alí Jamenéi había dejado en manos de Hezbolá la responsabilidad de vengar a su líder.

Israel tiene ante sí la oportunidad con la que lleva años soñando. La amenaza de Hamás está en mínimos, igual que la de Hezbolá. Hasta cierto punto, puede centrar sus esfuerzos en Irán sin temer consecuencias de terceras partes, más allá de algún misil suelto que puedan lanzar los hutíes desde Yemen. Pocos dudan de que la respuesta estará a la altura de lo vivido en Gaza y en Beirut. La duda es si se tratará de una serie de ataques de precisión sobre los líderes iraníes, si se centrarán en instalaciones de desarrollo nuclear o si preferirán golpear terminales petrolíferas para sumir a Irán en una tremenda crisis económica y energética. No hay que descartar una combinación de las tres opciones.

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Israel tiene dos objetivos: a corto y medio plazo, acabar con el programa nuclear iraní. Los expertos señalan que, en uno o dos años, Irán tendrá capacidad de construir una bomba atómica y nadie se cree que no estén interesados en ello, menos aún con el apoyo exterior de Rusia. Si dejan pasar esta oportunidad, puede que el siguiente ataque no sea con armas convencionales. Irán es una teocracia que no entiende de disuasión ni de destrucciones mutuas aseguradas porque su reino no es de este mundo. Eso le hace un país especialmente peligroso.

A largo plazo, Israel y EEUU pretenden derrocar al régimen de Jamenéi y ayudar a los progresistas a hacerse con el poder. Irán está en medio de una profunda crisis económica y el malestar social es enorme, con protestas continuas a lo largo de 2023 que acabaron con una oleada de represión centrada especialmente en universitarios y mujeres. No es casualidad que, este mismo martes, Benjamin Netanyahu enviara un mensaje en inglés al pueblo de Irán asegurándoles que Israel estaba con ellos en su lucha. 

El papel de Rusia y China en todo esto

La respuesta israelí, por lo tanto, irá encaminada a descabezar al régimen iraní como ha descabezado a Hamás y a Hezbolá. De esa manera, tal vez, se pueda iniciar una contrarrevolución que lleve a un estado razonable con el que poder negociar una paz en condiciones, algo que ahora mismo es imposible. Se trata de una meta, obviamente, muy ambiciosa, pero no habrá otra oportunidad de intentarlo como esta. La única manera que tiene Israel de garantizar su seguridad de forma permanente es rodearse de estados fuertes que no caigan en la tentación extremista terrorista y con los que se pueda negociar, como Egipto y Jordania. 

Dicho esto, cabe preguntarse cuál sería el papel de las superpotencias mundiales en una operación de este tipo. Los países árabes no verían con malos ojos una insurrección en Irán o incluso una derrota militar de un régimen al que detestan desde su misma fundación. Estados Unidos no va a entrar en guerra directa con Irán, pero tampoco va a poner impedimentos a estas alturas a Israel, digan lo que digan sus autoridades en público a un mes de las elecciones presidenciales.

La gran duda es cómo reaccionarán Rusia y China. La presencia del primer ministro ruso, Mijaíl Mishustin, en Teherán la víspera del ataque a Israel no puede ser casual. Menos cuando su misión declarada era “potenciar la relación entre ambos países”. Una relación que ya cuenta con varios acuerdos de ayuda militar mutua y que ha visto cómo Irán mandaba municiones y misiles a Rusia para su guerra en Ucrania. Es probable que los ayatolás entendieran entonces que podrían recurrir a Putin en caso de un ataque israelí. Eso es porque no conocen a Putin, que solo hará aquello que vaya en su propio beneficio.

Por su parte, China se ha mostrado hostil a todas las acciones de Israel desde el 7 de octubre del año pasado. El propio presidente Xi Jinping condenó el lunes la incursión de tropas hebreas en el Líbano. Ahora bien, al igual que Rusia, es poco probable que se la jueguen a un conflicto abierto con Israel por defender a un gobierno que ni les va ni les viene. Las inversiones chinas en Israel son numerosas y Xi ha destacado siempre por un gran sentido práctico. Israel siente que nada le ata las manos y solo queda encontrar el momento adecuado para un contraataque que muchos aventuran como terrible.