Imagen de Nabih Berri, presidente del Parlamento del Líbano, en las calles de Beirut.

Imagen de Nabih Berri, presidente del Parlamento del Líbano, en las calles de Beirut. Miguel Flores

Oriente Próximo

Nabih Berri, el único que puede (y quiere) lograr un alto el fuego entre Hezbolá e Israel

En un momento en el que EEUU ha dejado de pedir un alto el fuego, el presidente del Parlamento libanés es la última esperanza de todo un país.

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Las calles de Bachoura están empapeladas de fotos suyas. Este es el último barrio que Israel bombardeó en el centro de Beirut, y en él cientos de musulmanes y cristianos claman por poner fin a un problema que no esperaban que llegaría a la puerta de sus casas. La mayoría coincide en que hay un hombre que tiene la solución. Es chií, como los de Hezbolá, partido con el que sus seguidores comulgan a grandes rasgos. Pero lo que propone Nabih Berri no implica una guerra ni requiere de frentes de batalla. Más bien lo contrario: pretende renunciar al enfrentamiento armado con Israel, buscar apoyos dentro y fuera del Líbano e imponer un alto el fuego duradero.

Berri es el presidente del Parlamento libanés. Lleva casi medio siglo al frente de Amal, el partido del que en 1982 desertaron cientos de militantes para fundar Hezbolá. Ambas formaciones han superado la enemistad que marcó sus relaciones en la guerra civil (1975-1982), hasta tal punto que Amal hace de bisagra entre el partido amarillo y el resto de agrupaciones políticas del Líbano. En un país sectario como este, Berri es de los pocos hombres con influencia entre las élites políticas de todo signo y religión. Es uno de los señores del establishment libanés, y por ello se sabe la persona idónea para lo que más necesita ahora su pueblo: un líder conciliador que ponga fin a la crisis que ha matado a casi 2.300 civiles en el último año.

La semana pasada, el jefe de Amal emitió un comunicado junto al primer ministro en funciones, el sunní Nayib Mikati, y a Walid Yumblat, líder de la minoría étnica drusa y también veterano de la guerra civil. Los tres concordaron en que el Líbano necesita un alto el fuego inmediato. A la petición se sumó luego el propio Hezbolá, descabezado después de que Israel matara a su secretario general, Hasán Nasrala, el pasado 27 de septiembre. El partido-milicia ha bajado el tono desde aquel día trágico, y la persona más cercana a sustituir a Nasrala, Naim Qásem, desestima ya la premisa de guerrear contra Israel hasta que se consiga un armisticio en Gaza.

Para Berri, un alto el fuego en el Líbano ha de ir seguido de la aplicación de la resolución 1701 del Consejo de Seguridad de la ONU. Aprobada tras la invasión israelí del Líbano en verano de 2006, la 1701 encomienda a una misión de mantenimiento de la paz ayudar al Ejército libanés a mantener despejada de armas todo el sur del país, desde la frontera con Israel al sur hasta el río Litani en el norte. Aunque la misión está desplegada, su fracaso ha quedado expuesto en las últimas semanas: la FINUL —o UNIFIL, por sus siglas en inglés— no sólo ha fallado en desarmar a Hezbolá en los últimos años, sino que ahora Israel entra con sus tanques y ataca con sus misiles las bases internacionales.

La petición liderada por el presidente del Parlamento libanés se ha vuelto más vehemente en los últimos días. El motivo es que, después del asesinato de Nasrala, EEUU prácticamente ha dejado de pedirle a Israel un alto el fuego en el Líbano. El Gobierno de Joe Biden, que al principio de la agresión israelí había insistido en un cese de hostilidades, llegó a loar la operación del 27 de septiembre que dejó cientos de cuerpos sin vida bajo escombros en Beirut como una “medida de justicia” contra Hezbolá.

En lo que va de mes, el cambio de estrategia de Washington con respecto al Líbano no ha hecho más que confirmarse. Matthew Miller, portavoz del Departamento de Estado americano, reconoció la semana pasada que las circunstancias “han cambiado”. “Apoyamos que Israel lance estos misiles para degradar la infraestructura de Hezbolá, de modo que, en última instancia, podamos conseguir una resolución diplomática”, contó en una rueda de prensa.

Los ataques iraníes a distintas ciudades de Israel la tarde del 1 de octubre pudieron haber sido una razón de peso: puede que Biden esté priorizando contener la respuesta de Tel Aviv a Teherán, aunque a cambio haya que darle a Benjamín Netanyahu manga ancha para atacar el Líbano. Mantener los ataques de Israel a Hezbolá podría ser el mal menor para Washington en un momento en el que Israel podría lanzar una represalia poco meditada contra Irán. Sea o no sea este un factor, el contraataque israelí parece estar en marcha: la tarde del domingo, el Pentágono anunció que desplegará un sistema de misiles antibalísticos y tropas a Israel en los próximos días.

En un momento en el que los libaneses no pueden esperar nada de EEUU, los esfuerzos de Nabih Berri y el resto de la clase política son la última esperanza de todo un país. En una entrevista publicada este fin de semana en L’Orient-Le Jour, el presidente del Parlamento libanés presumía de repetir el mismo mensaje a todos sus interlocutores: alto el fuego y resolución 1701.

El mismo sábado en el que atendió al diario libanés, Berri se había reunido con su homólogo iraní, con el secretario de Estado de EEUU y con Emmanuel Macron. Si bien encomió al presidente francés por estar “en la misma casilla que nosotros” y “por reiterar su compromiso con la resolución 1701”, las palabras del libanés sobre Antony Blinken fueron de total queja. El presidente del Parlamento criticaba así desde Beirut la diplomacia estadounidense: “Dicen una cosa y luego hacen otra. Apreciamos sus palabras, pero sus acciones no concuerdan con lo que dicen”. Berri también se opuso a la insistencia de Washington en buscar imponer una solución al impase político del Líbano, que este mes cumple dos años sin gobierno electo por el bloqueo que ejercen los diputados de Hezbolá. “Nadie trata así al Líbano, y todo el mundo sabe que es imposible imponer un presidente a los libaneses”, recordaba el líder de Amal.

Sobre la visita de Mohamed Bagher Ghalibaf, el presidente del Parlamento libanés, las palabras volvían a ser de agradecimiento: “Irán es solidario con el Líbano, y también desea un alto el fuego”, aseguraba.

Mientras Israel sigue hostigando el sur del país con el consentimiento de EEUU, que parece preferir una escalada en el Líbano a una guerra directa con Irán, Nabih Berri emerge como una figura de consenso.

Pero quizá sea tarde. La situación no deja de recrudecerse. Este fin de semana, Israel ha matado a más de 70 personas en todo el Líbano: los ataques se han seguido centrando en las regiones fronterizas, pero también han caído misiles sobre Keseruán, una región al norte de Beirut. En Nabatiye, la ciudad más grande del sur del país, los bombardeos han destruido el principal zoco histórico.

En el otro frente de esta guerra, donde los muertos ya superan los 42.000, los gazatíes siguen sufriendo aunque sus historias no ocupen ya grandes titulares. En los últimos nueve días, Israel ha asesinado a 300 personas en un nuevo asedio en Yabalia, al norte de la Franja.

Por su parte, la tarde del domingo, los misiles de Hezbolá dejaron al menos 69 heridos en el centro de Israel. A eso hay que sumar que la respuesta de Tel Aviv a Irán por los ataques de principios de octubre está aún por llegar.

Es esta guerra imparable la que Berri y el Parlamento libanés buscan comenzar a revertir. La cuestión está en quién estará dispuesto a escucharles a estas alturas, tras tantos intentos de alto el fuego fallidos en Gaza y después del año más sangriento de este siglo.