Benjamin Netanyahu y Yoav Gallant, en la ceremonia para la 70ª cohorte de oficiales de combate militares, en Mitzpe Ramon.

Benjamin Netanyahu y Yoav Gallant, en la ceremonia para la 70ª cohorte de oficiales de combate militares, en Mitzpe Ramon. Amir Cohen

Oriente Próximo

El exministro de Defensa de Israel culpa a Netanyahu de alargar la guerra y negarse a liberar a los rehenes en Gaza

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“No queda nada por hacer en Gaza. Los objetivos principales ya se han conseguido. Me temo que seguimos ahí solamente porque alguien se empeña en que estemos ahí”. Así se pronunció este viernes, según el diario The Times of Israel, el exministro de defensa Yoav Gallant ante una representación de los familiares de los rehenes aún presos en Gaza. Gallant, miembro del Gabinete de Guerra desde un primer momento, ha acabado destituido por una serie de enfrentamientos recientes con Netanyahu, la mayoría vinculados a la presencia de las tropas israelíes en Gaza y la necesidad de liberar a los rehenes.

Según el exministro, en julio se abrió la posibilidad de un alto el fuego con intercambio de rehenes por prisioneros de Hamás. Pese a su empeño por convencer al primer ministro de que era el momento de poner una pausa en el conflicto y traer de vuelta a casa a los secuestrados del 7 de octubre, Netanyahu finalmente rechazó la propuesta de Egipto, Qatar y Estados Unidos que sus propios intermediarios habían aceptado. “Sólo él puede tomar esa decisión”, se justificó Gallant ante las preguntas de los familiares.

¿Por qué se negaría el primer ministro de un país a negociar la liberación de sus propios ciudadanos? Gallant apunta al empeño casi enfermizo por cumplir su promesa de una “derrota total” de Hamás y a las presiones de la extrema derecha. Recordemos que el gobierno de Netanyahu depende del apoyo de las formaciones ultraortodoxas de Itamar Ben Gvir y Bezalel Smotrich, que no solo están en contra de cualquier negociación con los terroristas, sino que han manifestado varias veces su deseo de que las FDI se queden en Gaza e Israel acabe anexionándose el territorio.

Gallant también se refirió a la decisión de Netanyahu de apoderarse del Corredor de Philadelphia que separa Israel de Egipto, pese a los consejos en contra de los Estados Unidos y los países árabes. “No había razón militar ni diplomática para esa acción”, afirmó el exministro. La pasada semana, un ayudante de Netanyahu fue detenido por la filtración de documentos secretos falseados para justificar ante la opinión pública dicha operación en la frontera. El primer ministro se ha desvinculado por completo del asunto, pero la justicia seguramente tendrá algo que decir.

Dos meses de indefinición

Mientras tanto, sigue la incertidumbre en torno al cambio de administración en Estados Unidos y qué puede suponer eso para la región. Durante trece meses, el secretario de Estado Antony Blinken y el de Defensa, Lloyd Austin, así como el director de la CIA, William Burns, han fracasado en su intento de calmar a las partes y llegar a acuerdos. Eso se ha percibido como un síntoma de debilidad en todo el mundo y, sin duda, tanto Irán como Israel se han aprovechado de la situación.

Fuentes cercanas al presidente electo Donald Trump aseguraron al Wall Street Journal que su enfoque sería completamente distinto y que se mostraría mucho más contundente que su predecesor en las negociaciones. La relación entre Trump y Netanyahu es excelente ahora mismo, pero no siempre ha sido así: cuando Trump perdió las elecciones en 2020, exigió a su aliado que no reconociera a Biden como nuevo presidente. Cuando lo hizo, le acusó de deslealtad y le criticó duramente.

Algo parecido le pasó a Biden en su momento. “Bibi” y él habían sido íntimos amigos desde los tiempos del actual presidente como senador por Delaware. En cuanto el presidente estadounidense discutió la política de Netanyahu respecto al Tribunal Supremo de su país, el líder del Likud se hizo el ofendido y la relación se congeló por completo. La desconfianza actual es absoluta. Gallant era un interlocutor razonable y su destitución ha pillado completamente por sorpresa a la Casa Blanca. Aunque desde Tel Aviv insisten en que no habrá más purgas en el ejército o el ministerio de defensa, en Washington no se lo acaban de creer.

Al menos, el nuevo ministro de Defensa, Israel Katz, es un viejo conocido. Durante los últimos años ha sido el ministro de Asuntos Exteriores y por lo tanto se ha convertido en un interlocutor habitual de Blinken y compañía. El problema durante estos dos meses de traspaso de poderes es que no se sabe muy bien con quién habrá de negociar, si con la Administración saliente o con la que aún no ha tomado el poder. La derecha israelí ha celebrado efusivamente la victoria de Trump en las elecciones, sobre todo tras las declaraciones de Kamala Harris exigiendo una solución a la catástrofe humanitaria en Gaza. Con todo, ya deberían saber que Trump es imprevisible.

Con todo contra Irán

En principio, se apunta a una posición muy hostil hacia Irán, lo que, obviamente, beneficia a Israel. La futura Administración Trump no se va a andar con tantos remilgos ni diplomacias con el régimen de Teherán. Irán es un enemigo militar de Estados Unidos y un enemigo personal del propio Trump, después de que el régimen de los ayatolas planeara asesinarle como respuesta al ataque que acabó con la vida del general Soulemaini en el aeropuerto de Bagdad en enero de 2020.

De hecho, cuando Israel preparaba su segundo ataque contra Irán y la administración Biden pedía que se contuviera y que no atacara centros energéticos ni laboratorios, Trump salió a los medios a pedir a Netanyahu que no hiciera ni caso y que acabara de un plumazo con el programa nuclear iraní. El republicano no parece compartir el miedo de la Administración demócrata de que un ataque realmente dañino pueda servir de justificación a los sectores más conservadores del Gobierno iraní para fabricar su propia bomba atómica. Los expertos calculan que Irán tiene suficiente uranio enriquecido como para darle un uso militar en cuestión de semanas y tener su primear arma como tal en menos de un año.

El otro problema que pueden tener Israel y Estados Unidos con Irán es la alianza cada vez más estrecha de Ali Jamenéi y el presidente Pezeshkian con Putin y Rusia. Ahora bien, Putin es un hombre pragmático y puede que, si Trump le ayuda con Ucrania, no tenga problema en traicionar a los ayatolás y permitir que un ataque israelí combinado con un aumento de las sanciones estadounidenses al petróleo iraní quede impune.

La idea, según apuntan en el entorno del republicano, es ahogar a Irán en lo económico y en lo militar para que deje de financiar a los grupos terroristas que rodean a Israel. De esa manera, piensan, será más fácil conseguir un acuerdo de paz que beneficie a su aliado: no desde la negociación y la diplomacia, como pretendía Biden, sino desde una posición de fuerza más parecida a la que tanto ha defendido Netanyahu y que ha provocado, en parte, su enfrentamiento primero con Benny Gantz y ahora con Yoav Gallant.