Trump recurre al negociador de los Acuerdos de Abraham para cerrar la crisis de los rehenes ante la debilidad de Hamás
- Voehler se encargará de negociar la liberación de los cautivos tras la amenaza pública del presidente electo de convertir Oriente Próximo en un infierno.
- Más información: Biden aprovecha su éxito en Líbano para conseguir una tregua entre Israel y Hamás en Gaza que seduzca a los saudíes
Antes de amenazar con desatar infiernos en Oriente Próximo, el presidente electo Donald Trump siempre se preció de ser un hábil negociador. Con el objetivo de ayudar a Israel y, sobre todo, de aislar a Irán y marcar el camino a una normalización con Arabia Saudí que estuvo a punto de culminar a finales de 2023, su administración logró en agosto de 2020, justo antes de las elecciones presidenciales, que Emiratos Árabes Unidos reconociera formalmente al estado hebreo. Se convertía así en el tercer país árabe en hacerlo, tras Egipto y Jordania.
Los llamados “Acuerdos de Abraham”, en honor al que se considera padre común de las tres grandes religiones monoteístas, se firmaron en el Despacho Oval de la Casa Blanca y suponen, sin duda, el mayor activo en materia de política exterior del primer mandato de Donald Trump. Parecían indicar un camino de concordia en la región que, desgraciadamente, se vino abajo por completo el 7 de octubre con la masacre de la banda terrorista Hamás.
Más de cuatro años después, Trump ha decidido volver a recurrir al negociador jefe de aquellos acuerdos, Adam Voehler, para que intente resolver la crisis de los rehenes que aún siguen en manos de los terroristas en Gaza.
Voehler ocupará el cargo, diseñado para la ocasión, de Enviado Especial del Presidente para Asuntos de Rehenes. Trump ya creó un puesto parecido para resolver la guerra entre Ucrania y Rusia, asignándole el puesto al General Kellogg. La postura de la nueva administración estadounidense parece ser muy clara al respecto: los terroristas tienen hasta el 20 de enero, fecha de la investidura, para liberar a todos los rehenes que tengan en sus manos. De lo contrario, tendrán que afrontar “el mayor ataque de la historia de los Estados Unidos”, según afirmó Trump en su red social Truth.
El momento de Netanyahu
El caso es que Voehler tiene mucho trabajo por delante. Desde hace un año, Israel y Hamás no consiguen llegar a ningún tipo de acuerdo. Las negociaciones siempre se estancan en el mismo punto: Israel no quiere que Hamás siga presente en la Franja bajo ningún concepto y Hamás, a su vez, exige la retirada completa de las tropas israelíes de Gaza. No parece que pueda haber punto intermedio en el que ambas posturas confluyan: los rehenes son el único activo con el que pueden negociar los terroristas.
El propio Yahya Sinwar, antes de su muerte, consideraba que, cuanto más se prolongara el conflicto, más tenía que perder Israel porque su opinión pública y la extranjera se volcarían para conseguir su liberación. Sin embargo, el primer ministro Netanyahu y su gobierno se han mostrado inmunes a cualquier tipo de presión externa: han desoído los consejos de la administración Biden, se han retirado en el último momento de propuestas que sus propios negociadores habían aceptado y han ignorado las resoluciones de los organismos internacionales que investigan la comisión de crímenes de guerra.
Durante todo este tiempo, Israel ha estado esperando la llegada de Trump y Trump, por fin, está aquí. Frente a las frecuentes incongruencias del equipo de Biden, con Antony Blinken y Jake Sullivan a la cabeza, Trump solo tiene un mensaje y es muy claro: imponer la fuerza. Exactamente el que lleva defendiendo Netanyahu desde que empezara su carrera política. Nada de abstenciones en la ONU, nada de reprimendas públicas y nada de embargar armas como chantaje.
El ministro hebreo de defensa, Israel Katz, afirmó este miércoles en El Cairo que era optimista respecto a un acuerdo inminente con Hamás. Dicho optimismo se basa tanto en la posición de fuerza de Trump y Netanyahu como en la debilidad manifiesta de Hamás, que no solo tiene que lidiar con unas bajas descomunales en sus milicias, sino que ha perdido en la práctica el apoyo de Irán y Hezbolá. El régimen de los ayatolas y su guerrilla chií en Líbano están envueltos en un conflicto abierto con Israel y han visto en las últimas horas cómo se complicaba su posición de influencia en Siria. No están ahora mismo para preocuparse por Gaza.
Seis rehenes ejecutados
La lógica indica, por lo tanto, que sería un buen momento para tantear una rendición de Hamás en términos que los terroristas pudieran aceptar delante de sus fieles. Ahora bien, Hamás es una organización que parte de la irracionalidad absoluta y así se ha comportado siempre. Solo entiende de odio y destrucción: el martirio como camino para acabar con Israel, al margen de soluciones pactadas como sí han defendido en el pasado sus archirrivales de Fatah, con Yaser Arafat y Mahmoud Abbas a la cabeza.
Una cosa es lo que dicen sus negociadores en Doha o El Cairo y otra lo que acaban decidiendo los responsables sobre el terreno en sus túneles. Este mismo miércoles, las FDI acusaron a los terroristas de ejecutar a seis de los rehenes el pasado verano en medio de uno de los bombardeos israelíes. Es imposible saber cuántos de ellos quedan vivos y en qué estado permanecen. Ni siquiera parece fácil ubicarlos con precisión, pues han sido trasladados de un punto a otro de la Franja en custodia de distintas organizaciones y familias.
Por eso mismo, los familiares de los rehenes han publicado un vídeo en el que, utilizando técnicas de deep fake e Inteligencia Artificial, mostraban a Yair Netanyahu, hijo del primer ministro, como uno más de los secuestrados pidiendo ayuda a su padre para que lo liberara. En los últimos días, se ha rumoreado la posibilidad de una intervención armada similar a la que logró la liberación de cuatro rehenes en Nuseirat, allá por el mes de junio. De confirmarse el rumor, Hamás ya ha dejado clara su posición: matará a todos los rehenes restantes. Uno a uno. Si es que los encuentran.