Un mural del expresidente sitio, Bachar Al Asad, en Damasco.

Un mural del expresidente sitio, Bachar Al Asad, en Damasco. Reuters

Oriente Próximo

Asad 'culpa' a Rusia de su huida de Siria mientras los rebeldes tratan de buscar el favor diplomático de la ONU

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El expresidente sirio Bashar Al Asad emitió este lunes en sus redes sociales un comunicado en el que mostraba su intención de seguir luchando por mantener el poder y renunciaba a presentar su dimisión y ceder el mando a la oposición y los rebeldes islamistas, a los que califica de "terroristas".

Al Asad dedica buena parte de su comunicado a loar su trayectoria al frente del país árabe y a presentarse como una víctima que nunca quiso dejar el país, pero al que no le quedó más remedio.

El dictador reconoce el apoyo ruso en todo momento y recalca que, cuando las cosas se complicaron en el camino a Damasco, con la caída de Alepo, Hama y Homs, decidió trasladarse a la base militar de Hmeimim, en la región de Lakatia, con el fin de "supervisar las acciones de defensa" del ejército regular sirio.

Al ver que sus soldados deponían las armas y ante la necesidad rusa de evacuar la base, Al Asad se vio "obligado" a marchar con el resto de militares a Moscú. En otras palabras, quiere hacer creer a su pueblo que ni él ni su familia han huido al extranjero, sino que pasaban por ahí y no les quedó más remedio que unirse al desalojo.

Al Asad muestra su convencimiento de que, tarde o temprano, los rebeldes caerán y él podrá volver a ocupar el puesto de presidente omnipotente en Damasco. No parece mala estrategia. De entrada, no tiene nada que perder, pues la mayoría de sus bienes ya estaban en el extranjero, especialmente en Rusia, y lo cierto es que las coaliciones que se forman contra alguien tienen complicado el entendimiento cuando ese alguien ya no está.

Lo que estamos viendo en los últimos días es un intento de "normalización" por parte del grupo mayoritario, el Hayat Tahrir al-Sham, empeñado en transmitir estabilidad de cara a la comunidad internacional y repitiendo la idea de un "gobierno para todos" que no excluya a nadie por su confesión ni por su sexo. La realidad, sin embargo, es más compleja: el HTS está considerado un grupo terrorista tanto por Rusia como por Estados Unidos, lo que dificulta cualquier reconocimiento, y las rencillas entre sus aliados son públicas y notorias, acercando al país a una guerra civil.

¿Ayudará Trump a los kurdos?

Así, los kurdos, apoyados por Estados Unidos, se ven perseguidos por las milicias proturcas, que, a su vez, son mal vistas por los grupos que aún dependen de Irán y Rusia. Los colaboradores de Al Asad temen que, en cualquier momento, pasado el shock, empiece el terror descontrolado, mientras que dentro del propio HTS conviven un ala más radical, que defiende una aplicación severa de la ley islámica, y un ala más progresista que entiende que la sharía es compatible con un cierto aperturismo.

Este último bando está encabezado por Ahmed Al Shara, el líder político del HTS y una especie de embajador de los rebeldes ante los medios y los gobiernos extranjeros. Aunque todo el mundo sabe que en el HTS manda el que dirige a los grupos armados, es decir, Mohammed Al Jolani, Al-Shara funciona como la cara amable del movimiento rebelde y se dedica a dar entrevistas y tantear a los gobiernos vecinos para tranquilizarles y buscar algún tipo de legitimidad extranjera.

Sin ir más lejos, este lunes, Al Shara se reunió con el enviado especial de las Naciones Unidas a Siria, Geir O. Pedersen, y anunció futuras reuniones con representantes occidentales y árabes. Todo el mundo está pendiente de la evolución del poder en un país clave por su geografía, pues conecta África con Asia, da acceso al Mediterráneo, es vecino de Israel y el precedente del auge del ISIS en su territorio está demasiado presente en la memoria colectiva como para obviarlo sin más.

De hecho, durante el fin de semana, el senador republicano Lindsay Graham, íntimo amigo y colaborador de Donald Trump, manifestó públicamente su preocupación por la posible postura aislacionista del futuro presidente.

Graham se refirió a un mensaje del multimillonario en la red social Truth en el que afirmaba que lo que pasara en Siria "eran cuestiones internas" y que lo mejor era "mantenerse al margen" e incidió en la necesidad de apoyar a los aliados kurdos y perseguir el terrorismo.

La reprimenda de uno de sus principales hombres de confianza ha hecho que el discurso haya cambiado en poco tiempo y ahora el entorno de Trump reconoce que tal vez sea necesario mantener una presencia militar en la zona para evitar veleidades extremistas que lleven al renacimiento del Califato y generen aún más inestabilidad en la zona.

Putin, a caballo ganador

Rusia también se está tomando las cosas con prudencia. Por supuesto, Bashar Al Asad sigue siendo su hombre, pero el régimen de Putin no tiene problemas para adaptarse a cualquier circunstancia: al fin y al cabo, sus diplomáticos se reúnen habitualmente con los talibanes, Kim Jong-Un ha pasado a ser un aliado imprescindible y cualquier ideal queda en nada ante las necesidades de la realpolitik.

El Kremlin puede escandalizarse por la presencia de yihadistas en Damasco y a la vez tener a Ramzán Kadírov en Chechenia como hombre del régimen aplicando la sharía en su región.

Preguntado a lo largo del fin de semana por el futuro de las bases navales que Rusia tiene en Tartús y Hmeimim, el portavoz del gobierno ruso, Dmitri Peskov, prefirió no mojarse y esperar acontecimientos. Para Moscú, es más sencillo negociar un acuerdo con los rebeldes, aunque eso suponga una traición hacia Al Asad, que mover toda su infraestructura militar a un tercer país como, por ejemplo, Libia.

El problema, ahora mismo, es que nadie sabe cuánto va a durar esta coalición y por eso nadie quiere comprometerse demasiado: Putin solo cambiará de caballo si entiende que será el ganador.

El hecho de que, de alguna manera, ambas partes se necesiten -Rusia puede darle al HTS la legitimidad que busca, el HTS puede aceptar la continuidad rusa en las bases navales que mantiene desde 1971- facilita el acuerdo. En cualquier caso, la perspectiva de una guerra civil y la rapidez con la que se han consumado los hechos hasta ahora mantiene toda negociación en suspenso. Nadie quiere dar el primer paso, en ningún sentido, hasta que la situación en Siria se decante claramente hacia un lado o el contrario.