El uso de la impresión 3D en los coches permitirá salvar a muchos clásicos abandonados.
Aunque cualquier coche moderno sea muy superior en términos de rendimiento y seguridad, el encanto de los coches clásicos es algo que sólo se gana con el tiempo. Pero da igual lo que te guste tu coche, tarde o temprano te verás forzado a dejar de conducirlo.
Probablemente alguna parte se romperá y te dejará tirado, y no podrás encontrar un recambio. Eso es algo que sufren los entusiastas de los coches clásicos, cuyas partes han dejado de ser fabricadas hace décadas.
La impresión 3D en los coches puede ser la salvación de los entusiastas
Llega un momento en el que todas las visitas a los desguaces no dan fruto; un momento en el que realmente piensas que esta obra de arte con ruedas no va a volver a circular. Es entonces cuando las nuevas tecnologías pueden brillar más; en concreto, hablo de la impresión 3D.
Ahora bien, puede que estés pensando que la impresión 3D en los coches está destinada al fracaso; puede que la imagen que tengas de la tecnología sea de pequeñas piezas de plástico, de formas irregulares y muy frágiles. Pero la impresión 3D ha avanzado una barbaridad en apenas unos meses; hace un par de años esa imagen sería apropiada, pero hoy en día no podría estar más lejos de la realidad.
Para empezar, la impresión 3D de metal ya existe; por lo que podemos conseguir cualquier pieza que queramos sin necesidad de buscarla por todo el planeta. El proceso es muy parecido al de la impresión 3D de plástico, si bien con algunas diferencias.
El modelado en 3D del objeto en un ordenador es parecido; pero hay que tener en cuenta que la pieza va a soportar una carga de trabajo mucho mayor que un juguete de plástico. Va a rozar con otras piezas, va a reaccionar con productos como aceites, va a calentarse hasta ciertos extremos…
Cómo se crea una pieza de metal impresa en 3D
Así que incluso antes de encender la impresora, el fabricante tiene que simular esta carga de trabajo al diseñar la pieza. No es tan simple como crear una réplica perfecta de la pieza original. Por eso, una vez que se ha completado el diseño se realiza una prueba con una pieza de plástico.
El material usado en la pieza final es otra diferencia evidente, por supuesto; siendo el polvo de metal el material preferido por los fabricantes. Eso implica que la impresora es muy diferente, y no suelta capas de material una encima de otra.
En vez de eso, un sistema coloca una capa de polvo, y a continuación un láser (de unos 400 W) funde el metal; así se forma una capa, y este proceso se repite hasta que la pieza está terminada. El resultado es una pieza idéntica a la que tenía nuestro vehículo.
La tecnología de impresión 3D de metal está orientada principalmente a proyectos que necesiten piezas muy especiales, que no puedan pedir en masa a las fábricas. Aunque una partida pequeña de estas piezas tiene un coste de unos 1000 dólares, los precios están bajando y permite a las compañías pedir sólo lo que necesitan.
Para los aficionados, es algo más que eso. Esta tecnología les permiten pedir piezas a medida para sus coches y motos, o para cualquier mecanismo que necesiten; el potencial es tremendo, y puede permitir una nueva era en la que sea más fácil que nunca reparar nuestras pertenencias.
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