Hoy, al levantarte probablemente habrás comprobado tu smartphone, por si tuvieses alguna notificación. Es posible que hayas preguntado a tu altavoz inteligente qué tiempo hará, y hayas abierto tu app favorita para ver cómo está el tráfico. Al llegar al trabajo, habrás comprobado tus correos pendientes, y es posible que hayas enviado un mensaje a tus seres queridos.
Todo eso, que hoy nos parece tan común como servirnos un café de la cafetera, empezó con una simple conexión entre dos ordenadores. Uno estaba en la Universidad de California Los Ángeles (UCLA), y el otro estaba en el Instituto de Investigación de Stanford (SRI) en Menlo Park, California.
Era el 29 de octubre de 1969 cuando un estudiante de posgrado de UCLA, Charley Kline, envió una transmisión a Bill Duvall, científico del SRI. No es que fuese un mensaje propiamente dicho; más bien una prueba de que, en efecto, era posible conectar dos ordenadores en dos localizaciones y redes diferentes.
Por aquel entonces no lo sabían, pero habían realizado la primera conexión de la que sería la mayor red con la mayor cantidad de participantes de la historia: Internet.
50º aniversario de Internet
Por aquel entonces no se conocía como "Internet", por supuesto; tampoco tenía aspiraciones tan increíbles. No, inicialmente sólo era un trabajo más, esta vez para ARPA, hoy conocida como DARPA; en efecto, era un trabajo para los militares estadounidenses, que estaban interesados en una red de comunicaciones en la que cualquier mando pudiese enviar órdenes e información al resto de nodos de la red.
Ya había redes como tales, formadas entre gigantescos ordenadores, principalmente propiedad de universidades y organismos públicos. Pero estas redes eran privadas, y si un usuario quería conectarse a un ordenador concreto, tenía que usar una terminal concreta, cada una con sus propios comandos y conectada a una red diferente.
Arpanet nació como la solución a ese problema, y estaba basada en que todos los nodos de la red podían conectarse entre sí, sin importar dónde estaban físicamente ni qué pasos había que dar; para el usuario, era un proceso transparente que no afectaba a la usabilidad, y podía centrarse en lo importante, en realizar la comunicación o transmisión. Y todo, a una extraordinaria velocidad de 50 kilobits por segundo.
La otra gran ventaja de Arpanet era que podía ser ampliada de manera relativamente sencilla, añadiendo nuevos nodos, o "host" (huéspedes) a la red. Esto fue clave para que, poco a poco, más universidades se sumasen al proyecto. En apenas medio año, la red ya conectaba ordenadores en la costa oeste y este de los EEUU; en sólo cinco años, las principales universidades del país estaban conectadas, y ya se planeaba la conexión con ordenadores de fuera del país.
A estas alturas, era evidente que Arpanet había superado todas las expectativas y los objetivos originales. Finalmente, Arpanet se dividió en dos: por una parte la red militar (MILNET), y por otra, la red civil.
Conforme la red se hacía cada vez más grande, y más ordenadores se sumaban, aún faltaría una pieza vital para la transformación de Arpanet en la Internet que conocemos: el protocolo TCP/IP. Desarrollado por Vinton Cerf, que ya había trabajado en ArpaNet, estableció cómo los paquetes de información transportados por la red eran enviados y recibidos.
Lo que siguió fue una expansión explosiva, y el resto es historia.