El estratosférico presupuesto en investigación y desarrollo en tecnología militar de China va parejo a programas de armas con características jamás vistas. Si hace unos días salía a la luz una nueva bala hipersónica capaz de provocar destrozos como ninguna otra, hoy el turno es de un misil supersónico que puede viajar tanto por el aire como convertirse en un torpedo debajo del agua.
Un concepto de arma que da la vuelta al clásico misil intercontinental que se lanza a través de un submarino en las profundidades oceánicas y sale hacia la atmósfera a varios miles de kilómetros por hora. Precisamente salir desde la atmósfera e impactar contra el océano —para seguir su camino hacia el objetivo sumergido— es donde reside el verdadero reto de los científicos del gigante oriental.
A cierta velocidad, la superficie del agua actúa como una barrera casi infranqueable capaz de destruir en mil pedazos estructuras tan resistentes como puede ser el chasis de un avión. Otro de los grandes problemas ha sido diseñar un sistema de propulsión capaz de funcionar tanto en la atmósfera como bajo el agua.
El encargado de encontrar la manera de resolver todos estos problemas ha sido un equipo de ingenieros aeroespaciales de la Universidad Nacional de Tecnología de Defensa en Changsha, provincia de Hunan, según recoge South China Morning Post. Dando a conocer sus investigaciones en la revista científica Journal of Solid Rockets Technology que ahonda en temas relacionados con la propulsión de cohetes alimentados con combustible sólido.
Reactor de boro
Para el sistema de propulsión, el equipo de investigadores liderado por Li Pengfei tiene planeado recurrir el boro, un elemento ligero que reacciona violentamente cuando se expone tanto al aire como al agua y que libera una gran cantidad de calor.
Este elemento químico ya lo probó Estados Unidos en los años 50 como método de empuje para sus bombarderos supersónicos, aunque el programa que lo estaba estudiando terminó abandonado. El principal problema era la imposibilidad de controlar las partículas de boro encendidas que terminaban formando una especia de costra de cenizas que reducía gradualmente el rendimiento del motor.
Pero la necesidad de sistemas de propulsión de alto rendimiento para satisfacer a la industria hipersónica ha rescatado este elemento al primer plano de la investigación. China, por su parte, ha conseguido desarrollar en los últimos años estratorreactores que mezclan aire con un combustible sólido en cuya composición se encuentran nanopartículas de boro.
La particularidad del boro es que, hasta ahora, había estado relegado únicamente a su uso como combustible en la atmósfera. Mientas que torpedos tradicionales recurren a combustibles basados en aluminio o magnesio. El equipo de Li ha roto con esa limitación y ha conseguido diseñar un estratorreactor de boro que funciona igualmente en el aire y en el agua.
Según el paper que han publicado, han tenido que integrar algunos componentes únicos como entradas —de aire y agua— ajustables y toberas específicas que consiguen mantener la eficiencia en la combustión del boro en los diferentes medios. Aunque el mayor cambio está en que han doblado la concentración del boro en el combustible, que les permitiría producir un empuje mayor que el alcanzado por el aluminio en el agua.
"El estratorreactor cross-media [que cruza entre los medios] utiliza un propulsor sólido rico en combustible, que se quema con el aire externo o en el agua de mar entrando en la cámara para generar gas a alta temperatura y generar empuje a través de la tobera", señalan en el reporte. "Tiene un alto impulso específico y una estructura simple como fuente de energía ideal para un misil antibuque corss-media".
No hay defensa
El misil tiene previsto medir 5 metros de largo y viajar 2,5 veces la velocidad del sonido a unos 10.000 metros de altitud y a 200 kilómetros de distancia. La siguiente maniobra, cuando queden aproximadamente 20 kilómetros para alcanzar el objetivo, es realizar un descenso muy rápido hasta situarse justo por encima de la superficie marina.
Según indican los propios científicos, cuando el misil se encuentre a unos 10 kilómetros del impacto se sumergirá a una velocidad de 100 metros por segundo (360km/h). Para ello empleará la propiedad física de la supercavitación, que genera una enorme burbuja de aire alrededor que disminuye notablemente la resistencia. E impactará.
Los investigadores han mencionado que actualmente no existe ningún tipo de sistema de defensa naval capaz de repeler el misil que han diseñado. Uno que consigue cambiar de medio tan rápido. "Esto puede mejorar en gran medida la capacidad de penetración del misil", han indicado.
Mientras, los organismos militares de Estados Unidos también se encuentran inmersos en esta nueva edad de oro del boro. Un estudio llevado a cabo por la NASA y financiado por la Marina del país norteamericano ha encontrado útil el empleo de nanotubos fabricados con nitruro de boro —combinación de nitrógeno y boro— para impulsar armamento hipersónico más allá de 5 veces la velocidad del sonido.