Las necesidades de renovación tecnológica han llevado a Estados Unidos a desarrollar el próximo bombardero nuclear para su Fuerza Aérea. Este tipo de aeronave, de las que España no tiene ninguna unidad, son esenciales tanto como elemento disuasorio como de ataque en caso de guerra. Northrop Grumman está siendo la encargada sacar adelante este programa que acaba de presentarse al gran público con el nombre de B-21 Raider y del que los detalles escasean debido a que son material clasificado.
Tal es el secreto alrededor del B-21 que incluso las primeras imágenes publicadas de la presentación oficial dejan más preguntas que respuestas. Tan solo se ve la parte superior del fuselaje donde se aprecian unas ventanas y se distingue una silueta de bombardero furtivo —que no es detectable por los radares— que recuerda a otros de su especie como el B-2, un modelo de bombardero que lleva en servicio desde los años 90.
El programa que finalmente ha cristalizado en el Raider arrancó en el año 2009 bajo el sobrenombre de Long Ragen Strike Bomber (LRS-B o Bombardero de Ataque de Largo Radio, en castellano) y tras la paralización de un proyecto hermano que buscaba la creación de otro bombardero mediano. La Fuerza Aérea, dada la situación económica de aquellos años, quería evitar las facturas astronómicas de otros desarrollos realizados en décadas anteriores. El perfecto ejemplo es el propio B-2 y los 2.000 millones de dólares que costaba fabricar cada unidad.
Lockheed Martin y Boeing se unieron para participar como candidatos en 2013 y Northrop Grumman anunció lo propio en 2014. Finalmente, en octubre de 2015 se anunció que esta última compañía sería la encargada de llevar a cabo el programa de bombardero nuclear que, desde sus inicios, ha estado rodeado de rumores sobre si realmente será un dron o habrá tripulación a bordo. Este último término todavía no se ha aclarado de forma oficial, aunque los últimos reportes indican que la idea se habría desechado por el momento.
Sigiloso de sexta generación
El Northrop Grumman B-21 Raider es el primer bombardero de sexta generación del mundo que condensa todo el conocimiento de tres décadas de tecnología de ataque y sigilo. Convirtiéndose de esta forma en la próxima gran evolución de la flota de bombarderos estratégicos de la Fuerza Aérea de Estados Unidos.
Está desarrollado con la última generación de tecnología furtiva, con capacidades de conexión avanzadas y una arquitectura de sistemas abiertos que le permitirá incorporar nuevas funciones y características con el paso de los años. "El B-21 está optimizado para el entorno de amenazas de alto nivel", según indican desde Northrop Grumman.
Cuando comience su vida operativa, "desempeñará un papel fundamental para ayudar a la Fuerza Aérea a cumplir sus misiones más complejas". Precisamente su capacidad furtiva, que le permitirá pasar desapercibido a los radares enemigos, es uno de los pilares de la aeronave. Toda la tecnología alrededor de esta característica permanece en el más absoluto de los secretos y en las fotos mostradas en la presentación no aparece ninguna de la parte posterior para no dar pistas a otros países sobre cómo han solucionado la salida de gases de los motores.
Columna vertebral nuclear
En la presentación oficial, el B-21 se ha descrito como "la columna vertebral" de la futura potencia aérea de Estados Unidos. "Ofrecerá una nueva capacidad y flexibilidad a través de la integración avanzada de datos, sensores y armas", apuntan.
Tendrá la capacidad de desplegar cargas útiles —bombas— tanto convencionales como nucleares y, según indican, "será uno de los aviones más efectivos en el cielo". El armamento específico que viajará en la bahía de carga del bombardero también es un secreto, aunque se conoce que Estados Unidos se encuentra inmerso en varios programas de desarrollo armamentístico con municiones hipersónicas y nucleares.
El desarrollo del B-21 también responde a una necesidad de renovación y ampliación de flota. Los Northrop Grumman B-2 Spirit son muy caros de mantener y tan solo se construyeron 21 unidades de las más de 100 planeadas en un inicio. Aunque el verdadero afectado por la entrada en servicio del B-21 Raider es el B-1 Lancer que lleva operativo desde los años 80 y está llegando al final de su vida útil.
El más tecnológico
Desde Northrop Grumman describen al B-21 Raider como un "bombardero digital" en cuyo proceso de diseño, desarrollo y fabricación se han empleado las tecnologías más punteras disponibles. La propia compañía utiliza un desarrollo de software específico para ello, emplea técnicas de fabricación avanzadas y usa herramientas de ingeniería digital para "ayudar a mitigar el riesgo de producción en el programa B-21 y a permitir prácticas modernas de mantenimiento".
Por otro lado, Northrop Grumman y la Fuerza Aérea han demostrado con éxito la migración de datos de varios sistemas terrestres del B-21 a la nube. Esta demostración, explican, incluyó el desarrollo, implementación y prueba de datos del B-21, incluido el gemelo digital de la aeronave. Esta última técnica trata de replicar exactamente todos los sistemas y subsistemas del bombardero para respaldar las operaciones y el mantenimiento.
"Esta sólida infraestructura digital basada en la nube dará como resultado una aeronave más fácil de mantener y sostenible con una infraestructura de menor costo", indican. En la parte de la nube, aunque por el momento no hay confirmación oficial, se cree que el B-21 Raider estará interconectado con otros aviones, satélites, buques y vehículos terrestres; formando todo un ecosistema de guerra.
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Otro de los pilares sobre los que se asienta esta aeronave es en la arquitectura abierta. Desde el día uno de desarrollo y para satisfacer las necesidades del espacio de batalla del futuro, "el B-21 ha sido diseñado para una rápida capacidad de actualización". A diferencia de los aviones de generaciones anteriores —cuyos procesos de mejoras son largos y complejos—, las nuevas tecnologías, capacidades y armas se incorporarán "sin problemas a través de rápidas actualizaciones de software y flexibilidad de hardware integrada". Permitiendo enfrentamientos con garantías durante las próximas décadas.
Alcance global y espionaje
Ser la espina dorsal de los bombarderos de la Fuerza Aérea de Estados Unidos convierte al B-21 en fundamental para apoyar las misiones de disuasión estratégica. "Sus avanzadas capacidades de ataque de precisión de largo alcance permitirán a los comandantes mantener en riesgo cualquier objetivo en cualquier parte del mundo", explican desde Northrop Grumman.
El avión también ha sido diseñado como el componente principal de una familia más grande de sistemas que brindarán inteligencia, capacidades de vigilancia y reconocimiento, ataque electrónico y redes multidominio. "En un entorno dinámico de seguridad global, el B-21 proporcionará la flexibilidad y la disuasión fundamentales para la seguridad de Estados Unidos y nuestros aliados".
En pocos años
Desde que se concedió el contrato a Northrop Grumman en 2015, tan solo han pasado 7 años hasta que se ha podido ver la primera unidad real y, según los últimos reportes, ya hay un total de 6 unidades de B-21 Raider en la cadena de montaje en diferentes estados de construcción.
El calendario previsto contempla un primer vuelo de demostración a lo largo del próximo 2023 y una entrada en servicio en entre el 2026 y 2027. Lo que daría un total de entre 11 y 12 años desde la concesión del contrato hasta la integración operativa en la Fuerza Aérea.
Esto lo convierte en una de las aeronaves con el desarrollo más precoz de la historia. Para ponerlo en perspectiva, el primer vuelo del B-1 Lancer se produjo en 1974 y se introdujo en 1986. Caso muy similar el del B-2, que se mostró por primera vez en 1989 y no entró en servicio hasta 1997. La Fuerza Aérea de Estados Unidos planea construir un total de 100 unidades de B-21 Raider en los próximos años.