La complejidad de la detección y eliminación de los pequeños drones pone en jaque a los sistemas antiaéreos más avanzados. Diseñados para derribar grandes plataformas como puede ser un Predator, las pequeñas aeronaves no tripuladas —muchas veces incluso de fabricación casera— pasan desapercibidas a ojos de estos sensores y necesitan de herramientas mucho más afinadas, casi quirúrgicas, con las que eliminarlas de la forma más expeditiva posible.
Es en ese terreno donde entra el sistema antidrones CERVUS III, desarrollado por la madrileña TRC, y que recientemente se ha integrado con la torreta Guardian 2.0 y el sistema de detección OTEOS de la compañía alcalaína Escribano Mechanical & Engineering. Se trata de una evolución muy importante respecto al CERVUS II que actualmente se encuentra operativo dentro del Ejército de Tierra y que carecía de algunas tecnologías clave como la inteligencia artificial, el machine learning y la capacidad de disparar munición.
Todas esas carencias TRC las ha resuelto y concentrado en el nuevo sistema. En EL ESPAÑOL - Omicrono hemos hablado con Alfredo Estirado, consejero delegado de TRC, que ha explicado los pormenores del desarrollo de CERVUS III y de cómo funciona realmente esta cúpula antiaérea que puede ser itinerante o fija.
"Nos dimos cuenta de que CERVUS II dependía mucho de la pericia del operador, que debía ser un especialista en radio", señala. Por ejemplo, diferenciar los diferentes tipos de amenazas por las interferencias generadas y, en última instancia, decidir "si había que actuar, inhibir, perturbar... Así que decidimos desarrollar un sistema de mando y control basado en inteligencia artificial y algoritmos". Uno que fuera capaz de proponer la actuación de manera automática, de tal forma que el operador no tuviera que tener grandes conocimientos en radiofrecuencia.
Vigilando el espacio aéreo
CERVUS III cuenta con un total de 3 sistemas de detección integrados. Un sistema electroóptico que emplea cámaras tanto en el espectro visible como infrarrojos, un detector de radiofrecuencias y un radar. Del primero se encarga también Escribano a través del sistema OTEOS como una de las soluciones más avanzadas del mercado de la detección y con aplicaciones tan variopintas como la detección de pateras y narcolanchas por parte de la Guardia Civil.
El segundo método consiste en una serie de antenas que rastrean el espectro electromagnético en busca de interferencias en las bandas que se emplean para el control de drones. Esta técnica es la única que estaba presente en la anterior plataforma —CERVUS II— y, sin un apoyo de la inteligencia artificial, era el motivo de necesitar a un experto en el ramo.
"Hemos incorporado radares, que nos permiten ampliar muchísimo la distancia de detección", apunta Alfredo Estirado. Con este tercer pilar en la búsqueda activa de amenazas aérea, CERVUS III incrementa de forma notable su cobertura. "Una vez que una fuente identifica lo que puede ser una amenaza, la otra intenta verificarlo y, si se puede, también la tercera para ser todavía mucho más certero en el análisis que estamos haciendo".
Todo el proceso anterior se realiza de forma autónoma. El algoritmo desarrollado por TRC es capaz de diferenciar ópticamente un dron camuflado en una bandada de pájaros. "Lo distingue por la forma de vuelo", señala. Lo mismo ocurre con la radiofrecuencia debido al tipo de onda y a las marcas de ruido que aportan al espectro los diferentes tipos de drones, "somos capaces de saber de qué tipo es y estimar lo que puede hacer en cuanto al movimiento".
"Nosotros estamos todo el día entrenando al sistema", prosigue. "Le enseñamos pájaros y drones de todo tipo para que el sistema vaya aprendiendo a discernir de una amenaza y un animal. Cuantas más pruebas hacemos, más inteligente es y mejor rinde".
Aniquilar drones
La amenaza detectada se traslada entonces al centro de operaciones del sistema antidrones donde se geoposiciona en el mapa, se identifica y "propone una acción". Es el propio CERVUS III el que recomienda al operador el siguiente paso para eliminar la amenaza. Puede ser inhibir, perturbar o derribar. Y hasta aquí llega el grado de autonomía. Alfredo Estirado indica que se necesita un operador humano para dar la última orden de intervención, lo que se conoce como man in the loop u hombre en el bucle. Siempre una persona debe soportar esta responsabilidad.
En las dos primeras participa el sistema de antenas y se encuadran dentro de las medidas softkill que no destruyen al dron. Simplemente intervienen electromagnéticamente la señal que emite el dron dejándolo fuera de juego.
El último método es del que se encarga la torreta Guardian 2.0 de Escribano. Hablamos en este caso con Gabriel Coloma, director de tecnología e innovación de la compañía, quien explica cómo procede este arma especialmente dedicada a destruir y derribar drones en CERVERUS III. "Una vez que tenemos la detección y la identificación, hay que proceder a la neutralización".
"En muchos casos una softkill es posible, pero la realidad es que una solución completa tiene que incluir una solución hardkill". Escribano y TRC han trabajado en la integración de todos los elementos para que se entiendan entre ellos y al final ofrecer una herramienta mucho más capaz.
Los sistemas de detección envían las trazas a la torreta Guardian 2.0 y ésta emplea el calculador balístico para predecir dónde tiene que disparar. Y el operador, si así lo requiere, ordena el fuego.
Para esta tarea, la Guardian 2.0 emplea el lanzagranadas integrado en la torreta con una munición 40 x 53 milímetros fabricada por Nammo Palencia. Este cartucho pertenece a la familia de los airbust que explotan en el aire en las inmediaciones de la amenaza y consigue destruirla gracias a los 1.200 fragmentos que dispensa a alta velocidad. El alcance de esta munición es de unos 500 metros.
Si bien TRC ya ha desplegado su sistema CERVUS III en algunas misiones en las que participa el Ejército de Tierra para probarla en un entorno real, la integración con la Guardian 2.0 de Escribano se acaba de probar hace unos días en el Centro de Experimentación de El Arenosillo (CEDEA) situado en Huelva; muy cerca de donde el cohete Miura 1 tiene previsto lanzarse el próximo septiembre.
Esta torreta es un sistema de armas remotamente controlado que puede ser operado de día de noche y puede ser instalado en diferentes plataformas y vehículos. Esta propiedad, a la que se suma toda la parte desarrollada por TRC, permite desplegar el sistema antidrones en cualquier parte a bordo de todoterrenos como el VAMTAC o bien disponerlo en instalaciones fijas para cubrir infraestructuras estratégicas o zonas restringidas.
Durante el ejercicio, logró abatir los drones en disparos individuales y de ráfaga con un margen de error inferior al 10%, el indicado por Nammo para este tipo de munición. "Los escenarios a los que tendrá que hacer frente nuestras Fuerzas Armadas en el futuro exigen soluciones eficaces y asumibles que favorezcan la recuperación de las capacidades industriales nacionales", señalan desde Escribano.
"Es aquí donde este sistema 100% nacional se posiciona como una de las alternativas más avanzadas, versátiles y económicas, al basarse en tecnología puntera que permite el aprovechamiento de equipos y municiones ya en uso". Por el momento, la solución CERVUS III se posiciona como una de las alternativas que el Ministerio de Defensa tiene a su disposición para obtener un sistema antidrones desplegable fácilmente a bordo de vehículos y con tecnología exclusivamente española.