En la estación de la NASA que escucha el espacio desde Madrid: de antenas gigantes a comida de astronauta
- Visita por las instalaciones de la estación española que espera volver a hacer historia cuando el ser humano pise de nuevo la Luna con Artemis.
- Más información: Más de un mes viviendo en Marte: así será la misión simulada en una nave de la NASA este mes de mayo
Las primeras palabras de Neil Armstrong al pisar la Luna en 1969 se recibieron en Madrid, a través de una antena en Fresnedillas de la Oliva. La parabólica que hizo posible ese momento histórico se encuentra ahora en Robledo de Chavela. La estación de la sierra de Madrid es la más grande de las tres repartidas por el mundo que sirven para comunicarse con todas las misiones lanzadas al espacio profundo, desde la Voyager hasta la más reciente Europa Clipper.
Con motivo del 60 aniversario del acuerdo entre España y Estados Unidos, el cual se ha renovado por otros 15 años, EL ESPAÑOL- Omicrono ha tenido la oportunidad de visitar esta histórica estación y conocer de la mano de los responsables de la NASA las innovaciones que se están aplicando a su red de antenas para poder comunicarse cada día con mayor precisión y a más distancia.
"Tenemos dos retos por delante: enviar más cantidad de datos a mayor velocidad para las futuras misiones como el regreso a la Luna con el programa Artemis y actualizar constantemente esta red de antenas que cumplen 60 años", ha explicado a este medio, Kevin Coggins, administrador asociado adjunto del Programa de Navegación y Comunicaciones Espaciales (SCaN) de la NASA, en su visita a España con motivo de esta celebración.
En la entrada, no solo los logos y las banderas reflejan la importancia de este sencillo edificio de una sola planta, en la escalinata de acceso se han grabado unas huellas de astronauta, junto a alguna que otra broma espacial. Una vez dentro, los visitantes solo tienen acceso a una pequeña sala museo que recoge materiales y maquetas de las misiones más importantes, las del programa Apollo, como los trajes espaciales y sus paquetes de comida liofilizada. A la sala de control no se permite el acceso, pero lo más importante es el paseo entre las antenas.
La red más numerosa
La NASA conecta con todas sus misiones desde Camberra (Australia), Robledo de Chavela (España) y Gladstone (California), evitando que la rotación terrestre dificulte las comunicaciones. Esta red global es conocida internacionalmente como DSN, siglas que corresponden a su nombre en inglés: Deep Space Network (en castellano, Red del Espacio Profundo).
Aunque en España hay otras instalaciones de observación espacial como la de Maspalomas (Gran Canaria). La de Robledo de Chavela es la única que forma parte de la DSN y es el complejo que más antenas agrupa, hasta 8, aunque dos ya no están en uso. Las más antiguas, que resisten como un monumento a los inicios de la carrera espacial. Las demás estaciones cuentan con solo cuatro antenas.
La antena más grande da la bienvenida al recorrido, un plato de 70 metros, "como la plaza de toros de las Ventas", recuerda David Muñoz, Manager de antenas, al iniciar el paseo. La inmensa parabólica anima a las aves de la zona a posarse en su enrejado trasero para descansar del Sol.
Inicialmente era una antena de 64 metros, pero se amplió a 70 metros para poder recibir las comunicaciones de las misiones más lejanas. Supone el doble de tamaño que el estándar de las demás antenas, pero en ganancias es 4 veces mayor. Se diferencia de las demás también en su diseño hidráulico, es decir, se encuentra flotando sobre una película de aceite de entre cinco y diez milésimas de pulgada, "aquí hablamos en medidas británicas".
El aceite se inyecta a muy alta presión para que eleve la antena y los motores se encarguen de girarla según determine cada misión su posición. Estas antenas son instrumentos de alta precisión con los que se necesita poder apuntar con un detalle de milésimas de grado para estar en el lóbulo principal de la señal y recibir el máximo. Las demás antenas son eléctricas y se mueven con ruedas.
Actualización constante
La visita continúa por un laberinto de antenas de menor tamaño, las más modernas se inauguraron hace dos años. Cada una cuenta con un tiempo de vida de 15 a 20 años, pero algunas llevan más de 50 años funcionando gracias a las constantes reformas que se han aplicado. Por ejemplo, algunas reposan sobre unas zapatas de cuatro metros de hormigón porque, al ampliar su plato, fue necesario elevarlas.
Incluso uno de los proyectos en los que están trabajando es la reubicación de una de las antenas más antiguas, el hormigón sobre el que se apoya sufre de aluminosis o fiebre del hormigón. La humedad afecta a los agregados del hormigón, provocando que se expanda apareciendo grietas que pueden poner en riesgo la precisión de la antena o incluso su integridad.
Cuanto más grande la antena, mejor se puede recibir una señal lejana, en la estación madrileña lo comparan con el pabellón auditivo que recibe el sonido a través de la oreja. El caso más significativo es el de la nave Voyager 1 o “El viajero”, como la denominan aquí. Es el objeto creado por la humanidad que más lejos ha llegado y se encuentra en los confines del sistema solar. Por lo tanto, su señal es muy débil y que requiere una ganancia más alta en la antena.
La NASA ha vivido recientemente momentos de gran preocupación por esta histórica misión. La sonda de 46 años empezó a fallar en noviembre de 2023, mandando datos ilegibles. Un técnico descubrió cómo restablecer esa comunicación y todas las antenas de Robledo de Chavela se posicionaron apuntando hacia la misma dirección para buscar la señal de la Voyager que debía recorrer más de 24.000 millones de kilómetros de la Tierra.
Como se puede apreciar en las fotografías, las antenas colocadas en posición cenital se encuentran en desuso o en preparación. Entre una conexión y la siguiente, se requiere una hora para preparar la antena. En ese tiempo, es necesario cargar predicciones nuevas, establecer el punto al que hay que apuntar o calibrar el transmisor.
Control en remoto
Durante la visita, a plena luz del día, el equipo de técnicos españoles está gestionando las tres estaciones de la NASA en remoto. Desde hace años, la NASA estableció un programa para seguir la luz del Sol (Follow the sun) que consiste en que cada estación trabaje durante un horario diurno controlando las antenas repartidas por todo el mundo.
Salvo un par de técnicos que hace guardia de noche por si hubiera cualquier incidencia, la tecnología ha permitido que el horario de trabajo en estos centros sea de ocho horas, aunque las antenas estén en funcionamiento las 24 horas. El JPL (Jet Propulsion Laboratory) en California, se encarga de establecer la compleja agenda que determina cuando una misión puede disponer de cada antena.
La innovación tecnológica ha permitido ese trabajo a distancia así como la automatización de buena parte del proceso, por eso, con los años el equipo español ha pasado de tener hasta 400 personas a solo contar con 90 aproximadamente.
La actualización de este complejo seguirá ligado a las necesidades de las futuras misiones como los viajes tripulados a la Luna y Marte para los que la NASA está experimentando con señales de comunicación ópticas (precisamente con la sonda Psyche) que les permitan mandar más datos, más lejos y más rápido. Cuando esta tecnología se perfeccione se integrará con la radiofrecuencia en las actuales antenas convirtiéndolas en híbridas, quizá para entonces Robledo de Chavela haya vuelto a hacer historia conectacto con la primera mujer y el primer hombre de color que pisen la Luna con Artemis.