Nunca olvidaré la mejor lección que me dio mi profesor de sistemas. Al llegar a clase, ninguno de los ordenadores encendía. Todos empezamos a elucubrar y a presentar teorías. Alguno empezó a abrir los ordenadores, pensando que podía ser un error de hardware; otros pensábamos que a lo mejor habíamos tocado algo la última vez que los usamos. Así, hasta que alguien se dio cuenta de que estaban desenchufados.
Nuestro profesor había dedicado unos minutos a desenchufar todos los ordenadores de la sala como una lección: “primero, siempre comprueba el cable”. En otras palabras, la mayoría de las ocasiones los problemas se producen por errores sencillos, y no por complejas coincidencias cósmicas. Es algo que el fotógrafo Greg Benz ha descubierto por las malas, después de pasarse varias semanas sin su MacBook Pro por culpa de un fallo extremadamente obvio.
La pantalla del MacBook Pro no se enciende… el fallo que desconcertó a los “genios”
Todo empezó cuando el MacBook Pro de Benz empezó a “fallar”, aparentemente de manera aleatoria. Después de pulsar el botón de encendido, la pantalla permanecía en negro; parecía que el sistema había iniciado, porque la tecla de mayúsculas se encendía y los ventiladores funcionaban. Después de llevarlo a la Genius Bar, el servicio técnico de Apple, decidieron cambiarle la placa base.
Pero el problema permaneció, así que la cambiaron una segunda vez. Y a la tercera ocasión, Apple le dio a Benz un portátil completamente nuevo. Así era imposible que se volviese a repetir el problema, ¿verdad? Pues no. Benz tuvo que ir una cuarta vez a la Genius Bar por exactamente el mismo problema. En honor a Apple, hay que decir que intentó todo lo posible para solucionar el problema, y que se gastó más de 10.000 dólares en intentarlo (dos placas base, cables, y un ordenador completamente nuevo). Sin embargo, la verdad es que se podría haber ahorrado todo eso.
El único problema que tenía es que el brillo de la pantalla estaba al mínimo. A la cuarta ocasión, a un empleado se le ocurrió usar la linterna del móvil para iluminar la pantalla, y distinguió algunas formas; eso le dio la pista de que, en realidad, la pantalla tenía el brillo apagado. Resulta que Benz bajaba el brillo al mínimo usando la Touchbar para trabajar en un monitor externo, y cuando terminaba reiniciaba, sin darse cuenta de que el sistema recordaría esa configuración incluso durante el arranque.
Lo malo es que, hasta que no se inicia sesión, el brillo no puede volver a ser configurado, por lo que el usuario se queda sin posibilidad de cambiarlo. La única opción es entrar en el sistema “a ciegas”, es decir, introducir el usuario y la contraseña, y entonces subir el brillo usando la Touchbar.
Moraleja: antes de nada, comprueba lo más sencillo, aunque te parezca una tontería.
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