Si algo hemos aprendido es que ningún sistema de autenticación es perfecto, que todos tienen algún punto negativo que los puede volver ineficaces e inútiles. Las huellas cerebrales pueden acabar con esto.

Investigadores de la Universidad de Binghamton creen que la mejor manera de demostrar ante un sistema informático que realmente somos nosotros, es que sea capaz de leernos la mente.

En particular estudiaron el efecto en las ondas cerebrales de los voluntarios a los que leían una lista de 75 acrónimos, como FBI o DVD. Querían saber más sobre cómo el cerebro reconoce palabras concretas y las asocia a lo que escribe, y por el camino encontraron un potencial uso para estas ondas cerebrales.

Huellas cerebrales son mejores que las digitales

Lo que descubrieron los investigadores es que cada persona reacciona de manera diferente cuando se les presentan las mismas palabras. Las ondas cerebrales de cada voluntario eran consistentes entre sí, pero cuando eran comparadas entre los participantes quedaba claro que eran diferentes.

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Esto implica que las ondas cerebrales de dos personas son diferentes cuando se les presenta el mismo estímulo consistente en una palabra, pero al mismo tiempo siempre lo hacen de la misma manera: en pruebas realizadas seis meses después los resultados fueron similares.

Gracias a esto los investigadores pudieron desarrollar un algoritmo que era capaz de identificar a cada voluntario con una precisión del 94% dependiendo de las ondas cerebrales que detectaba cuando reaccionaba ante un acrónimo.

Estas huellas cerebrales pueden ser la clave para identificar a una persona sin necesidad de que haga nada, simplemente mostrándole una palabra o acrónimo. Una clave que no puede ser robada y que es única para cada usuario; además, puede ser cancelada.

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Una huella dactilar puede ser obtenida de diversas maneras, y una vez que alguien la consiga estamos condenados para el resto de nuestras vidas: no podremos volver a usar nuestra huella dactilar para autenticarnos porque sólo tenemos una, no podemos simplemente crecer otra.

En cambio las huellas cerebrales pueden ser canceladas ya que no dependen sólo de nuestro cuerpo sino del estímulo que vemos u oímos, y para robarlas haría falta básicamente que nos secuestrasen para ponernos electrodos en la cabeza.

Al mismo tiempo, eso es lo malo de este método, al menos por ahora: que para usarlo tenemos que ponernos electrodos en la cabeza, aunque en las pruebas se consiguió sólo con tres de ellos, el mínimo necesario para obtener una lectura clara.