Te mostramos cómo muchas páginas webs y aplicaciones se aprovechan del desconocimiento de la gente para ganar dinero.
Estarás cansado ya de ir a descargar cualquier fichero de Internet y que te confundas y acabes pulsando sobre un anuncio que se hace pasar por la propia web en la que estás. Es una práctica muy común casi desde el comienzo de la red. Y es que desde antes de que Google Adsense se popularizase, que es el servicio más usado tanto por anunciantes como por webs, ya existían este tipo de prácticas.
El caso es que las webs no son los únicos que tienen este tipo de prácticas. Y no solo eso, sino que por desgracia este tipo de prácticas está en aumento. Lo peor es que este tipo de cosas, a priori, no se puede regular tan fácilmente. Tenemos que esperar a que los gobiernos vayan legislando nuevas leyes poco a poco. Teniendo en cuenta, claro, que hay cosas, como los anuncios camuflados, que no se pueden prohibir.
Anuncios que se confunden
Adsense, por ejemplo, penaliza a aquellas webs que tratan de ocultar anuncios dentro de su propia interfaz. Esto es, evidentemente, porque puede llevar a confusiones y el ratio de pulsaciones será mucho mayor. Es decir, de este modo Google ganará menos dinero y la web, más.
Pero ocurre algo muy curioso: estas restricciones no se aplican a la parte de los anunciantes. Estos pueden hacer lo que sea que no serán penalizados. Un ejemplo claro son los típicos anuncios de descargas. Como vemos en el ejemplo de la imagen superior, el anuncio tan solo se diferencia del resto de elementos de la web en que incluye una palabra que reza “ads” en un color muy parecido al del fondo.
En este caso se aprecia bastante porque la imagen está ampliada, pero a tamaño real ni se aprecia. Este anuncio en concreto no es de Adsense, pero haberlos haylos. Lo “bueno” es que los de Google se diferencian del resto porque tienen el logo en una esquina.
Spam encubierto
Las redes sociales lo hacen mucho a la hora de registrarnos por primera vez: nos indican que mediante nuestro correo electrónico serán capaces de descubrir qué perfiles son conocidos nuestros y así poder mandarles una petición (se entiende que al crearse una red social, los primeros días no tendremos apenas solicitudes, por lo que esto es un empujoncito).
Esto no estaría del todo mal si no fuera porque se aprovechan para hacer spam a todos aquellos contactos que no tienen una cuenta en dicha red social. O sea, aprovechan que nos hemos registrado para que ellos puedan hacer publicidad de forma encubierta y con “motivo”.
LinkedIn, por ejemplo, ya se vio inmersa en una denuncia colectiva en California. Tuvieron que pagar más de 13 millones de dólares a los afectados. Ahora no, pero antes, no era posible registrarse sin realizar este paso, por lo que todos teníamos que pasar por el aro de un modo u otro.
Costes ocultos
Esta práctica, por desgracia, no es propia de Internet, sino que está popularizada incluso en negocios puramente offline. Si alguna vez has comprado algún billete de forma online, lo más probable es que lo hayas sufrido. Comparas los precios, eliges el más barato (pongamos, por ejemplo, que sale 100 euros), a la hora de rellenar los datos todo correcto, pero en el último paso, cuando ya llevas diez minutos rellenando todos los formularios necesarios, te suben el precio de 100 euros a 120 por, supuestamente, gestión del servicio.
Los comparadores no son los únicos que usan este recurso para llevarse un pico. Y es que si no estamos atentos pueden colárnosla. Una vez pagado, no hay marcha atrás, pues en verdad es culpa nuestra por no leer bien lo que estemos pagando.
Lo mismo ocurre, por ejemplo, con las compañías telefónicas. Antes, no añadían el IVA, por lo que en los anuncios anunciaban precios irreales, pero ahora es mucho peor: incluyen el IVA, pues ahora están obligados, pero no el coste total del servicio. Sí, efectivamente hablamos del coste de la línea, que brilla por su ausencia.
En la imagen superior podemos ver un anuncio de Vodafone donde anuncian su Fibra ONO de 30 Mb por 17,90 euros. Está escrito en rojo y bien grande, cuando la realidad es que son 36,4 euros. Muchos de los clientes no se dan cuenta de esto hasta que les llega la primera factura (al menos en este banner han incluido la cuota de línea en pequeño, aunque no siempre es así).
Elementos que se suman al carrito solos
Como bien explican en DarkPatterns, en GoDaddy usaban prácticas no del todo “amigables”. Y es que lo que parecía ser una oferta por 7,99 dólares se puede acabar convirtiendo en la alucinante cifra de 154 dólares. Entre otras cosas, porque un banner aseguraba ofrecer 4 dominios por tan solo 7,99 euros. Realmente lo que ocurría es que era esa cantidad cuatro veces (o sea, que realmente no es ninguna oferta). Por último, al llegar al final se sumaban otra serie de servicios que tenías que desactivar.
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