Los alimentos usualmente son objeto de fraude, llegando a la situación de que muchos comercios (o incluso fabricantes) los etiquetan mal de manera deliberada para sacar mayor tajada. Generalmente se etiqueta como una categoría superior o con unas características que no posee para poder cobrarlo a un mayor precio.
Un sector de la alimentación que sufre este mal es el del pescado y el marisco, principalmente por dos razones principales: el alto precio de estos productos y la poca cultura de la población sobre ellos, por lo que se crean las condiciones perfectas para engañar al consumidor, vendiendo, por ejemplo, atún tintado con remolacha por atún rojo, o para vender salmón de piscifactoría como salmón silvestre).
También está el caso de los productos proveniente de pesca ilegal, que se venden en el comercio como si fueran legales; es muy difícil regularlo, además de que se puede malograr el etiquetado en cualquiera de los muchos puntos de las cadenas de suministro: en los pescadores, en quienes los distribuyen y quienes los venden.
Y de este fraude ni siquiera se libran los propios reguladores europeos (aun habiendo advertido sobre esto); es el caso de la compañía que servía en los comedores oficiales de la Unión Europea hasta que se descubrió el fraude: los eurodiputados estaban comprando pescado que no se correspondía, siendo un 40% más barato, sirviendo algunas especies de pescado por otras.
Todo esto quiere evitarlo la Fundación Fondo Mundial para la Naturaleza (más conocida como WWF) mediante la creación de una cadena de bloques o también conocida como Blockchain (su proyecto recibe el nombre de Blockchain Supply Chain Traceability Project), donde se registre cada uno de los pasos por el que pasa el producto a lo largo de la cadena de suministro, aumentando la transparencia y trazabilidad del producto (conocer su evolución, hablando en plata).
Blockchain para combatir la desinformación
De este modo, se podrá registrar dónde fue capturada una pieza de pescada, con qué método de captura y cuál fue la embarcación, entre otros datos, de forma que el consumidor podrá consultar toda esta información simplemente mediante su teléfono inteligente. La idea de por sí es complicada de ejecutar, pues hay que convencer a cada uno de los puntos que conforman la cada de suministros que implementen este nuevo sistema de rastreabilidad.
El libro blanco o white paper de Fishcoin de Eachmile (una de las criptomonedas que se postula para registrar esto) detalla que cada uno de los puntos de la cadena recibe un número de tokens. Es decir, se incentiva a los capturadores y al resto de puntos de la cadena que usen esta cadena de bloques. La WWF también contempla el uso de sensores del Internet de las Cosas capaces de aportar datos extra a la cadena de suministros.
De hecho, a día de hoy podemos realizar un seguimiento a las piezas que colaboren con este sistema mediante la plataforma Fish Trax, donde podemos introducir el código de nuestro pescado (o escanearlo si tenemos acceso al código QR) y obtener toda la información: dónde se capturó, quién, mediante qué método, cómo se preparó, cómo se envasó, quién lo preparó y dónde se sirvió.
De esta forma, el consumidor tendrá información fidedigna de cada uno de los puntos, pudiendo escoger entre diferentes productos, además teniendo la certeza de que está consumiendo un producto y no otro.
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