El Bitcoin se creó para realizar transacciones económicas completamente seguras, públicas y anónimas. En teoría, es imposible rastrear un monedero de Bitcoin, pero la NSA (la Agencia de Seguridad Nacional de Estados Unidos) trató precisamente de rastrear a los usuarios de Bitcoin, tratando de averiguar y registrar los emisores y receptores de transacciones realizadas mediante el BTC, según se puede comprobar en los documentos filtrados por Edward Snowden en 2013.
El documentos interno de la NSA filtrado data de marzo de 2013 y en él, una actualización semanal del programa secreto Oakstar, de la agencia estatal estadounidense, se plasma que «los analistas del SSG11 han encontrado valor en el acceso al MONKEYROCKET para ayudar a localizar a los remitentes y receptores de Bitcoin». SSG11 corresponde a la denominación de un analista o un grupo de analistas, y a su vez MONKEYROCKET un subprograma secreto dentro del propio programa Oakstar.
El programa secreto MONEKYROCKET tiene como objetivo el «contraterrorismo en Medio Oriente, Europa y Asia», según los datos clasificados, por lo que probablemente se relacionase el Bitcoin y las criptomonedas con ataques terroristas, debido a que es una forma de financiación que escapa del sistema y que, a pesar de que deja rastro, no es posible a través de ella quién es el emisor o el receptor de una transferencia.
El Bitcoin no está diseñado para delinquir, pero sí que es cierto que, durante muchos años, se ha usado para ello, y seguirá ocurriendo indiscutiblemente. Esto es algo sobradamente conocido y, de hecho, cada vez más frecuente, tanto incluso que se calcula que el 44% de las transacciones de Bitcoin son actividades ilegales.
La NSA quiso tener el control sobre el Bitcoin
En teoría, al menos, poder rastrear el origen y destino de una transferencia de Bitcoin ilícita (de las que ocupan en 44% de las transacciones totales) no debería suponer un gran problema moralmente (sin tener en cuenta que va contra los principios del propio Bitcoin), pero esto, aparte de que sería técnicamente imposible, vulneraría el anonimato del resto de transacciones, por lo que Bitcoin se acabaría rompiendo, y nada podría impedir que la NSA usase esa puerta trasera para rastrear transferencias que no provengan de actividades ilegales.
El siguiente informe semanal, también de marzo de 2013, afirma que «Bitcoin es la prioridad número uno», a pesar de que también estaban interesados en otras criptomonedas. También se menciona Liberty Reserve, una criptomoneda que poco más tarde, en mayo del mismo año, caería por blanqueo de capitales (su CEO sufre ahora mismo una condena de 20 años de cárcel); de hecho, se trataría de uno de los lavados de dinero a través de Internet más grande de la historia, donde se llegaron a blanquear 6000 millones de dólares.
Un programa cebo para recopilar datos de usuarios
Pero el rastreo de la NSA fue más allá de seguir la trazabilidad de la transacciones realizadas (el Bitcoin tiene la pega de ser una de las monedas virtuales con mayor trazabilidad), sino que se recopiló datos privados de algunos usuarios de Bitcoin, como la contraseña de algunos usuarios, o la MAC del dispositivo desde donde se conectan, un identificador privado y único en Internet.
Esto pudo lograrse mediante el programa Oakstar, formado por un grupo de asociaciones corporativas encubiertas con capacidad para desviar el tráfico de la conexiones físicas de cable, lo que permite supervisar las comunicaciones. Al mismo tiempo, MONKEYROCKET se trataba de un programa que prometía anonimato, pero que en realidad canalizaba los datos directamente a la NSA, formando una gran base de datos en países no occidentalizados como la India o China y que posteriormente se usaría para atraer a grupos terroristas (como Al Qaeda).
Después de estos documentos, se desconoce qué ha pasado entre la NSA y su trama por controlar el Bitcoin, aunque deducimos que los planes han sido totalmente frustrados.
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