Los sistemas informáticos son un elemento vivo. Cambian, mutan y se actualizan, a veces de manera grande y a veces de manera casi imperceptible. Pero si algo tienen en común todos esos cambios es que buscan mantener la mayor compatibilidad que puedan.

La retroactividad en un campo como la informática es algo muy valioso ya que permite mantener sistemas antiguos y actualizar maquinas sin temor a no poder realizar ciertas tareas. Pero también tiene su parte negativa y es que los problemas o bugs van dando coletazos durante más tiempo del que podríamos creer. El último que hemos visto hacerse notar es uno con 44 años de historia, que sigue dando algunos problemas incluso en Windows 10.

Algunas cosas cambian, otras no

Aunque actualmente haya pocos sistemas operativos relevantes en el mercado de ordenadores de escritorio, en el siglo pasado, en los albores de la informática, esto era ligeramente diferente. Unix era la base que lo unía todo pero había variantes como CP/M.

Cuando Microsoft lanzó MS-DOS el sistema que se usaba para gestionar los archivos era similar al de esos dos competidores, el que Unix había establecido por defecto.

En aquellos años la gestión de órdenes se realizaba mediante archivos, no comandos, de manera que todo era un archivo. Y como en aquel entonces la memoria era un bien escaso y caro se usaban discos extraíbles, que tampoco es que tuvieran una extensa cantidad de almacenamiento disponible. Es más, si ciertos archivos concretos superaban un tamaño máximo no se permitía moverlos o copiarlos. Y eso sigue pasando hoy en día. Y no creáis que hablamos de cantidades de datos enormes, en aquello época 10 KB ya era mucho espacio. Y esto lo seguimos heredando.

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Cuando empezaron a usarse programas que requerían extensiones propias esto supuso un problema. Por un lado, todo se ejecutaba como archivo, por otro, los programas necesitaban extensiones propias.

Así pues, para no dar problemas, se prohibió que algunos comandos relacionados con el sistema pudieran ser usados como nombres de archivos. No podíamos tener archivos TXT que tuvieran estos nombres:

CON, PRN, AUX, NUL, COM1, COM2, COM3, COM4, COM5, COM6, COM7, COM8, COM9, LPT1, LPT2, LPT3, LPT4, LPT5, LPT6, LPT7, LPT8 y LPT9.

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Si intentamos crear un archivo con ese nombre el sistema nos dirá que no es posible, aunque en la actualidad sea algo que no tenga sentido ya que no usamos archivos para gestionar el hardware, como sucedía entonces. Por ejemplo, los LPT son el acrónimo de las impresoras, que puede que os resulten conocidos por los puertos con el mismo nombre que gestiona el propio Windows.

A día de hoy este procedimiento sigue sin solventarse, en parte para mantener la compatibilidad de sistemas antiguos pero ¿tiene sentido mas de cuatro décadas más tarde?

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