Es justo decir que la transición a los formatos digitales no está siendo todo lo fácil que podría haber sido. Hemos pasado de comprar cultura en cintas, discos, y páginas impresas, a usar únicamente archivos, y en muchas ocasiones, ni siquiera eso.
La creciente popularidad de servicios online y de streaming no solo ha cambiado la manera en la que consumimos el contenido, sino también nuestros derechos. Y es que no es lo mismo comprar un libro físico que el libro electrónico (e-book), algo que mucha gente está descubriendo por las malas.
Un e-book que finalmente está siendo abrazado por una industria que ha tenido una especial precaución hasta ahora. Al hacerlo sin embargo puede que se haya perdido algunas de las cosas que hacían especiales a los libros, como por ejemplo, la posibilidad de venderlos cuando los hayamos terminado. Ahora una sentencia europea lo pone difícil.
Contra los "clubes de lectores online"
Esa es la conclusión de una de las últimas sentencias del Tribunal de Justicia de la Unión Europea (TJUE), en respuesta a una solicitud del Tribunal de Primera Instancia de La Haya sobre un caso que enfrenta a dos organizaciones de defensa de los derechos de autor, y una plataforma web.
Todo empezó con la demanda de la NUV y la GAU, dos asociaciones de editores neerlandeses, contra Tom Kabinet, una página especializada en libros electrónicos; lo llamativo de este servicio es que no es una simple tienda de e-books, sino que funciona con un sistema de "compra-venta".
Cuando nos apuntamos a Tom Kabinet, es posible vender nuestros libros electrónicos a cambio de créditos, que luego podemos usar en la misma plataforma para conseguir otros libros. Por lo tanto, es una manera barata de obtener nuevas lecturas y conseguir una inversión en nuestras compras; no muy diferente de comprar un libro normal, leerlo, y venderlo de segunda mano en una feria o a un amigo para comprarte otro.
Pero aunque la venta de segunda mano sea muy común con los libros físicos, no lo es tanto con los electrónicos, y ahora el TJUE ha explicado uno de los motivos. Según la sentencia, las actividades de Tom Kabinet vulneran los derechos de autor de los libros electrónicos; y por lo tanto, la página no puede ofrecer estos libros sin conseguir la autorización, es decir, pagar a las editoriales propietarias de esos derechos.
La clave está en que el TJUE ha considerado que, al poner los libros al alcance de nuevos usuarios, la página está "comunicando al público" el contenido sin el permiso del propietario de los derechos, y por lo tanto los está vulnerando. La postura de la defensa era que primaba el derecho a la distribución al público, que protege las transacciones realizadas con consentimiento de su propietario, es decir, el usuario que tenía el libro electrónico. Pero el TJUE no le ha dado la razón.
Vender e-books es muy difícil
Por lo tanto, páginas web que permitan a los usuarios compartir libros electrónicos podrían ser denunciadas. Pero, ¿qué pasa con los propios usuarios? En ese sentido, no es tanto que sea ilegal vender libros electrónicos entre particulares, sino que realmente no es posible.
En plataformas como Amazon realmente no se compran los libros en el sentido técnico de la palabra; sino que sólo ganamos el acceso a ellos a través de dispositivos autorizados. No podemos coger el libro y compartirlo con otra persona, mucho menos venderlo.
De hecho, la propia sentencia del TJUE deja entrever que ese es el verdadero problema de la web denunciada, indicando que no han implementado métodos para garantizar que sólo se pueda descargar una copia del libro; eso es lo que lo convierte en "comunicado al público", porque una vez que se descarga el libro, es posible compartirlo con cualquiera.
Plataformas como Amazon Kindle impiden eso, pero con el coste de eliminar algo tan tradicional como regalar un libro que ya hemos leído, por ejemplo. Este es solo uno de los obstáculos que tendrán los formatos digitales para expandirse.