Instagram es la red social más famosa centrada principalmente en compartir fotos; y de hecho, durante años esa fue su única función, aunque con el tiempo haya recibido otras más propias de una red social cualquiera.
Si usas Instagram, es porque quieres compartir tus fotos y tus experiencias; y en ese sentido, la fidelidad es muy importante. Queremos que la foto que hemos tomado llegue a nuestros seguidores con la mejor calidad posible, para que puedan disfrutar de la misma manera que nosotros.
Sin embargo, la verdad es que la foto que aparece en Instagram no es la misma que subes al servicio; aunque no lo notes a simple vista, la aplicación ha realizado algunas modificaciones que pueden afectar a la calidad de la fotografía.
Cómo Instagram cambia tus fotos
Cuando tomas una foto para subirla en Instagram, tu móvil aprovecha tu cámara para conseguir la mejor imagen posible, con la mayor resolución y la menor compresión posible, a menos que lo hayas configurado de manera diferente. Eso da los mejores resultados, pero también supone que cada imagen ocupa algo más de espacio en nuestro móvil.
Para Instagram, y realmente para cualquier servicio que permita subir fotos, eso es un problema. Puede que una diferencia de unos kilobytes no parezca importante, pero cuando tienes que almacenar millones de fotos nuevas cada día, sí que lo es. Por eso, Instagram aplica varios algoritmos de compresión de imagen a nuestras fotos, con el objetivo de que ocupen menos sitio en los servidores.
Estos algoritmos son muy buenos, y es por eso que el usuario medio no se da cuenta de las diferencias; eso, y que normalmente las imágenes se ven en la pequeña pantalla de un móvil, donde es difícil apreciar cambios. Sólo las personas más veteranas, que saben dónde mirar, se darán cuenta.
Es mucho más fácil comprobar el efecto de estos algoritmos cuando se aplican una y otra vez, y ese fue el experimento que realizó el fotógrafo Janick Entremont en su cuenta de Instagram.
Fue muy simple. Entremont se hizo una foto y la subió a Instagram. A continuación, la descargó de nuevo a su móvil, y volvió a subirla. Así, una y otra vez, hasta 300 "ciclos".
Esta fue la foto original:
No hizo falta mucho para empezar a ver resultados. A la séptima ocasión, ya se empiezan a ver diferencias notables en la calidad de la imagen y el tratamiento de color.
25 ciclos después, los problemas son más que evidentes. Se aprecian mejor las zonas tratadas por el algoritmo, las que, al reducir la calidad, reducían más el tamaño del archivo.
90 ciclos después, empieza a parecer más una pesadilla que una foto normal.
340 pasadas después, cualquier parecido con la imagen original es pura coincidencia.
En teoría, este intento debería ser idéntico a la imagen original. Pero en cada subida, los algoritmos de Instagram han buscado maneras de modificar la foto para ahorrar espacio.
Ahora bien, nadie va a subir la misma imagen 340 veces... ¿o no? Puede que hayas visto imágenes y memes compartidos en redes sociales con una calidad bastante pobre; eso es porque las imágenes han sido descargadas y subidas de nuevo en otra cuenta una gran cantidad de veces.
Por supuesto, si subes la foto sólo una vez, no vas a notar la diferencia, pero aún así este experimento es interesante para darnos cuenta de que hay más trabajo detrás de Instagram que simplemente guardar la imagen.