¿Por qué las adicciones NO son enfermedades cerebrales?
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Desde que empezamos a escribir, en MedCiencia siempre hemos hablado de las adicciones como enfermedades cerebrales, cuyo proceso de adicción mediante el circuito de la recompensa (donde participa activamente la Dopamina) es de sobra conocido por los que nos habéis ido leyendo desde hace un tiempo. Pero hoy, os traigo una reflexión al respecto, donde nos preguntaremos por qué puede que no sea adecuado llamarlo a la adicción “enfermedad”.
Para empezar, en medicina, se puede definir la adicción como enfermedad, como una elección o como automedicación dependiendo del tipo que queramos describir (drogas, juego, fármacos…). Pero, como hemos apuntado al principio, el término más usado es enfermedad, concretamente enfermedad cerebral según el Instituto Nacional sobre el Abuso de Drogas (NIDA) de EE.UU.
¿Por qué se define la adicción como una enfermedad?
Como se ha comentado en otros artículos en MedCiencia, existe un proceso cerebral mediante neurotransmisores y circuitos cerebrales que se repiten y profundizan más y más la adicción en el cerebro. Y, por supuesto, los términos médicos para hablar sobre drogas son los que más se imponen hoy en día. Además, como lo define Steven Hyman, director anterior de NIMH (Instituto Nacional de Salud Mental) y rector de la Universidad de Harvard, la adicción es una enfermedad que cambia la forma en la que funciona el cerebro, igual que la diabetes cambia la forma de funcionar el páncreas. Y Nora Volkow, directora de NIDA, esta de acuerdo con esta afirmación, y así lo expresa actualmente el NIDA:
“Estudios de neuroimagen de drogadictos muestran cambios físicos en áreas del cerebro que alteran el juicio, la toma de decisiones, el aprendizaje y la memoria, y el control de la conducta. En concreto, el sistema de la dopamina se altera de modo que sólo la sustancia de elección es capaz de desencadenar la liberación de dopamina en el núcleo accumnens (NAC), o estriado ventral, mientras que otras recompensas potenciales lo hacen cada vez menos. Este núcleo es responsable de la conducta dirigida a objetivos y la motivación para alcanzar metas”
Como también sabréis, la dopamina se ha ligado al placer, y por ello la teoría indica que si el alcohol y las drogas liberan dopamina, y por supuesto dan placer, es lógico que busquemos repetir la experiencia. También se ha ligado a la atracción y el deseo (como en la ansiedad por volver a ver a una pareja). Y todas las teorías indican que las adicciones alteran el metabolismo de la dopamina, y por eso se considera esta alteración una enfermedad.
¿Por qué podría estar equivocada esta definición?
El problema de los críticos con la definición radica en la recuperación espontánea, sin ayuda médica. Si, existen enfermedades que mejoran sin ningún tipo de tratamiento, pero son más bien pocas o casi ninguna, sobre todo en las graves.
Para muchos individuos que salen de la adicción, como los alcohólicos por ejemplo, la recuperación se describe como un proceso de desarrollo, ya que cambian su motivación para obtener la sustancia que desean, y cambian su capacidad para controlar sus sentimientos y pensamientos, y hasta su entorno social o económico, entre otros factores para superar su adicción. En definitiva, trabajan duro para recuperarse, y muchas veces sin atención médica, solo con la voluntad por conseguirlo.
El Problema: Ver la enfermedad desde el punto de vista cerebral
Por tanto, al haber cura espontánea (ojalá la hubiera en todas las enfermedades, curarse solo con voluntad y esfuerzo), la definición puede que se quede un poco coja. Y, además, antes se tendía a pensar que las regiones cerebrales son fijas y no se modifican, y ahora sabemos que nada más lejos de la realidad, ya que nuestro cerebro está en continua adaptación, pues tiene una gran plasticidad, y las neuronas van cambiando su crecimiento y conexiones.
Relacionando esto con las adicciones, resulta que una experiencia emocional bastante potente puede cambiar el NAC o núcleo accubens, y su captación de la dopamina. Es decir, este núcleo es altamente plástico y adaptable. De hecho, cada experiencia bastante gratificante que vivamos acaba construyendo su propia red de sinapsis alrededor de este núcleo, por ejemplo el amor romántico, y anticipar estas experiencias hace que el núcleo libere dopamina y se fortalezca la nueva red de sinapsis, haciendo que la especialización de la recaptación de dopamina se incremente más.
Y, por supuesto, la experiencia de consumir alguna droga, como la heroína, también consigue producir este tipo de red sináptica. Es decir, el cerebro aprende y se desarrolla, aunque no quede muy bien llamar aprendizaje a algo que actualmente consideramos como una enfermedad, pero en comparación con los otros modelos puede que sea la palabra más adecuada.
Así pues, ¿deberíamos llamar “enfermedad” a todas las situaciones que provocan estos cambios cerebrales, sólo porque las drogas también los provocan? Puede que no, por ello no deberíamos tener en cuenta únicamente la cantidad de dopamina liberada, o el grado de especificidad en el que se encuentre la red sináptica, ya que son cosas que van variando continuamente durante nuestra vida.
Por todo esto, algunos expertos defienden que la adicción no debería ajustarse al término enfermedad, sino a una forma extrema de la normalidad, o más exactamente, una forma extrema de aprendizaje.
NOTA: Texto de opinión original de Marc Lewis, neurocientífico y profesor de desarrollo psicológico de la Universidad de Toronto.
Vía: Mind the Brain (PloS Blogs).
Imagen: Somos pacientes.